Garachico | Tres jornadas de artesanía

El trabajo a mano que resiste

Más de cuarenta artesanos participan en la Feria de Artesanía de Garachico

La Plaza de La Libertad acoge una muestra de muy diferentes obras. Cada vez son menos quienes ofrecen productos vinculados a los oficios tradicionales y materias primas de Canarias. Algunos de ellos critican la falta de apoyo de las instituciones y políticos que dicen defenderlos. Su verdadero triunfo es mantenerse en unas tareas que están en vías de extinción. En la Villa y Puerto muchos de sus clientes son extranjeros.

El centro histórico de Garachico estaba muy concurrido este sábado. La Plaza de La Libertad volvió a acoger, después de cuatro años, la Feria de Artesanía en sus fechas tradicionales.

El gran ambiente se concentraba en la Glorieta de San Francisco, donde se hallaban instalados los ventorrillos para beber y comer algo. En la zona de los puestos de los artesanos había movimiento de visitantes, pero menos intenso y bullicioso.

Adriana Ramos, de origen cubano, hace piezas de fieltro y dice que acudir a la villa norteña «es grato». En su segunda participación, la primera fue en 2019, destaca el cambio experimentado por los puestos, que han pasado a ser de cañizo a carpas blancas. Para Ramos, con el cambio «se resalta más nuestro trabajo».

David Guijarro trabaja la madera desde hace más de cuatro décadas. Empezó con 15 años y admite que ha tenido una trayectoria "siempre en la misma línea". Defiende que es «un artesano tradicional en un oficio en proceso de desaparición». El 90% de su tiempo laboral lo dedica a esta actividad, aunque, a veces, también debe hacer algunos trabajos esporádicos que le aparecen. Pero reconoce que él no aporta la principal fuente de ingresos de su familia. Esa función la realiza su mujer, que tiene un trabajo convencional. Recuerda que la artesanía, también en los siglos pasados, casi siempre fue una actividad complementaria.

Echa en falta una «cultura» para valorar estos oficios y "nuestras raíces". Y lamenta que los políticos hablan de apoyos y facilidades, pero la realidad es otra. Explica que una de sus dificultades es conseguir materia prima y no conoce una normativa que le facilite el acceso a la misma. Aclara que en ferias como la de Garachico, el 90% de sus clientes son extranjeros.

Una de las artesanas garachiquenses presentes es María Gorrín, que lleva más de 50 años de labor como caladora. Cada domingo está en el mercadillo del agricultor de su pueblo y, cuando puede, participa en alguna otra feria. Señala que "no se puede" vivir de los calados, pero gracias a ello "salí de algunos apuros". Pasó de calar para particulares que repartían trabajo por el norte o de hacer piezas para la Sección Femenina en la primera mitad de los 70 a ser independiente. Y hoy considera que no puede faltar en la muestra de su municipio.

Otros productos

Isabel Miranda es alfarera tradicional, al igual que su marido. Hasta mediodía del sábado la asistencia no había sido excesiva, en su opinión, pero confía en que por la tarde y el domingo se anime la asistencia de visitantes. Aclara que su actividad es tradicional porque no usa medios mecánicos (como tornos, por ejemplo) y aplica tierra "que cogemos de la Isla". Los gánigos y las vasijas basados en los modelos aborígenes siguen interesando a la clientela.

Valentín Berradre Zabalza y Paqui Moreno se establecieron hace ocho años en el Puerto de la Cruz. Hace siete participaron en un taller de tejeduría con el artesano Tomás Hernández. Y ahora, que están jubilados, hacen sus creaciones de fulares en un telar. Aplican la técnica que siempre se ha usado en Europa, España y Canarias, pero sus diseños son actuales con lana, seda o lino, por ejemplo.

José Manuel García Pérez aprendió de niño la cestería de castaño. Varias generaciones de sus mayores hicieron lo mismo. Pero con él puede que muera el oficio en la familia. Su hija es bióloga y él no quiere que se acerque a la labor de la que vive.

En un álbum de fotos muestra todos los pasos que debe hacer. Recuerda con ironía que antes las cargas de materia prima las llevaban las bestias, pero que ahora es él quien lleva la madera hasta el camión. En su juventud desempeñó otros trabajos, pero desde hace doce años se ha implicado con la artesanía más en serio. Al igual que Guijarro, está cansado de las promesas de las administraciones. Lamenta que sus productos no pueden estar en un restaurante o un hotel, porque él no puede pagarse una cámara de aislamiento para limpiar su mercancía y ponerle un sello; algo que sí incorpora la mercancía que llega de Portugal o de China, por ejemplo.