Fiesta de la vendimia en Tegueste | Bendición de los viñedos

La tierra, la vida y la viña

Viticultores, familiares, vecinos y amigos celebran la recogida de la cosecha en fincas teguesteras, en el marco de las fiestas del núcleo de El Lomo-El Infierno

La reivindicación del trabajo de la tierra por los viticultores y el orgullo que entraña la producción de uva se hizo ayer realidad, gracias al esfuerzo de la Asociación Vitivinícola de Tegueste (Avite). La celebración se conmemora desde 1968, aunque cobró fuerza de nuevo hace más de tres décadas. Pero resulta evidente que cada vez hay más huertas abandonadas y que cada vez resulta más difícil el relevo generacional.

Viticultores y vinicultores de Tegueste, junto con familiares, amigos y vecinos, celebraron en la jornada de ayer la bendición de los viñedos, una festividad que comenzó en 1968 y que volvió a cobrar fuerza desde hace más de tres décadas. La satisfacción por la recogida de la cosecha y el orgullo de mantener el cultivo de la tierra entre quienes participan en la Fiesta de la vendimia contrasta con un paisaje del municipio en el que, cada vez, existen menos fincas en explotación. Retroceden las viñas y otros cultivos en un municipio que, históricamente, ha sido eminentemente agrícola y que defiende esa trayectoria en diferentes festividades.

La organización está a cargo del Ayuntamiento de Tegueste, la Asociación Vitivinícola de Tegueste (Tegueste) y el colectivo de vecinos de El Lomo-El Infierno. Los asistentes reivindican su protagonismo en la zona con una caravana que parte de las inmediaciones de la Finca de Los Zamorano, recorre parte del casco urbano del municipio entre pitas y música animada, para después adentrarse en un entorno más rural, hasta pasar por El Lomo-El Infierno y llegar a la plaza de La Padilla Baja. Todoterrenos engalanados con palmeras, camiones llenos de gente, tractores y algún que otro vehículo específico para el uso en el interior de fincas protagonizan este recorrido. En ellos o en vehículos particulares van personas de todas las edades dispuestas a pasárselo bien, a comer y beber buen vino.

Los encargados de poner la música en directo son los integrantes de la fanfarria Los Esponjas del Norte, que animan desde el volquete de un camión o en cualquier lugar donde pare la comitiva.

Cerca de La Padilla Baja, la caravana se detiene. Y el párroco de Tegueste, José Manuel, bendice los viñedos. Como explica la concejal de Desarrollo Local y Empleo de Tegueste, Maura Martel, la bendición se realiza para que el próximo año haya una buena cosecha, que se produzcan buenos vinos, para que no se abandonen tantos terrenos y se cultiven viñas.

Tras el acto religioso, la alcaldesa, Ana Rosa Mena de Dios, recordó a las decenas de personas presentes que «celebramos la tierra, la vida y la vid», en unos días en los que ha habido horas de lluvia y también sol.

Esta experiencia supone una fiesta entrañable, sencilla y en la que los asistentes comparten sus experiencias en el campo y recuerdos. Y que se desarrolla en paralelo y conjuntamente con las fiestas de El Lomo-El Infierno, en honor a la Virgen de Gloria.

Después del baile de magos, que se desarrolló durante la tarde del sábado, ayer se honró a los terrenos que aún se cultivan. El presidente de Avite, Sotero Díaz del Castillo, explica que la Fiesta de la vendimia la inició su padre en 1968. Hubo años en los que apenas fue una excursión, hasta que volvió a tomar fuerza en la etapa de Vidal Suárez como alcalde teguestero, de forma concreta, entre finales de los años 80 y comienzos de los 90.

En la actualidad, el colectivo de viticultores y vinicultores del municipio cuenta con más de doscientos socios, aunque más de un centenar son aficionados y consumidores, pues carecen de fincas en las que cultivar y de bodegas. Entre 60 y 80 miembros disponen de terrenos y producen uvas. Pero solamente unas pocas decenas tienen la suficiente capacidad para comercializar vino.

Sotero manifiesta que «lo mejor que tenemos es que la calidad del vino que se produce en Tegueste se ha incrementado de forma considerable en los últimos 40 años». ¿A qué atribuye esa evolución cualitativa? Responde que la clave es la «parte técnica, la atención y los productos que se aplican durante el proceso para su estabilización, con los filtros o las levaduras aromáticas, por ejemplo».

Existe un comentario generalizado. Cada vez se ven menos fincas cultivadas en esta parte de la Isla. Marisa Díaz, hija del presidente de Avite, comenta que la reducción de superficie cultivada resulta muy visible en los últimos diez o veinte años.

Sotero considera que esta realidad se debe a muchas causas. A su juicio, una de ellas es que «la juventud no apuesta por el campo», puesto que «la vida ha evolucionado y los jóvenes prefieren estudiar».

Pero también considera que existen otros obstáculos serios, como las exigencias que plantean las administraciones a los agricultores y los costes de los productos fitosanitarios, entre otras cosas. Un bolso de guano ha pasado en poco tiempo de costar 12 euros a 48, por poner un ejemplo.

Y después están los gastos de la mano de obra. Y uno de los elementos fundamentales es el agua, «que cada vez hay menos y resulta más cara», según señala Díaz del Castillo. En esa línea, apunta que aquellos productores agrarios que poseen agua lo tienen más fácil, pero el resto, no. De forma paralela, indica que ya existen pozos que no funcionan, en la «actualidad no llueve como antes», y, además, «las aguas de escorrentía no se aprovechan» en su inmensa mayoría, sino que van al mar.

Mientras los participantes en la festividad comen y calman la sed en la plaza de La Padilla Baja, el presidente de Avite cuenta que empezó a cuidar vacas cuando tenía seis años.

Como muchas personas de su generación y de otras que les precedieron, antes de acudir a la escuela debía dar de comer a los animales y ordeñarlos. A Sotero le hubiera gustado estudiar, pero no pudo. Sin embargo, logró sacar su certificado de estudios primarios. Y su habilidad le ha permitido ser una persona polifacética.

Desde que era un niño escuchaba hablar a su abuelo y los amigos de éste, que mostraban su preocupación por el futuro: «¿Qué será de esto cuando ya no estemos?». La diferencia con la actualidad, aclara Sotero, es que entonces muchos de sus hijos y sus nietos «estábamos allí y sabíamos hacerlo», en referencia a las tareas del campo. En estos momentos, afirma que «muchos jóvenes de 20 o 25 años que heredan un terreno de 2.000 o 3.000 metros cuadrados no saben cultivarlo».

Pero otro de los asuntos inevitables al hablar de producción de vinos es el fraude que presuntamente cometen algunas empresas. Díaz del Castillo insiste en que su firma, Bodegas Mederos, «está dada de alta en todo». «Pero en Tenerife hay bodegas que venden vino sin tener viña ni vino propio en toda Canarias», manifiesta. Y prefiere no dar nombres, aunque apunta que si se vende como un producto de Tenerife, la imagen de esta Isla sale mal parada entre los consumidores expertos.

Y otro aspecto recurrente es la rentabilidad. Según el portavoz de los viticultores y vinicultores de Tegueste, en esta zona y en otras de Tenerife el vino se vende a un precio igual al de hace tres décadas.

Las cada vez más habituales olas de calor provocan que la vendimia se adelante en el tradicional ciclo anual. Así, en los últimos años en muchos puntos de Tenerife ha pasado de desarrollarse en septiembre a tener lugar desde julio.

Díaz del Castillo comenta que este año en Tegueste ha habido entre un 10 y un 15 por ciento más de producción, a lo que hay que añadir que la calidad también ha sido mejor que en ejercicios anteriores. «En las vendimias en las que yo he participado, que han sido en doce o más, solamente en una bajó un poquito la producción, pero en el resto subió la calidad y la cantidad», aclara Sotero. Apunta que «estamos contentos con lo que hay». Matiza que existe cierto disgusto con las fincas que se abandonan.

En la carpa de las fiestas de El Lomo-El Infierno se procedió a la entrega de los diferentes premios. La distinción al mejor vendimiador del presente año correspondió a David González Díaz, «por su dedicación y generosa participación, año tras año, en la vendimia del pueblo, así como su contribución al mantenimiento de esta actividad tradicional».

El primer premio en racimo de uva de variedades clásicas fue para Pedro Rodríguez Armas, con la variedad listán blanco. Y el ganador de racimo de viñedos canarios a la Bodega El Lomo, con la variedad castellano.