Opinión

El Teide desde mi ventana

El teide nevado, el pasado mes de diciembre.

El teide nevado, el pasado mes de diciembre. / María Pisaca

En el año de 2014, cuando cumplí los 72 años, tuve la suerte de recibir el apoyo de la empresa Fonteide de La Orotava y del Ayuntamiento del mismo municipio para que la empresa Canarias. Imagen y Comunicación S.L.U., de la titularidad del amigo canario cubano Juan Carlos Sánchez Reyes, editase con fotografías mías y la maquetación de Ymanera.com y la Impresión de Gráficas Sabater, el libro El Teide desde mi ventana. El depósito legal de entonces era el TF 787-2013. Se lo dediqué al Teide y a mis nietos Mar, Sergio y Fabio, residentes en el valle de Taoro.

El Índice, de 58 páginas, estaba constituido por la Presentación de Isidoro Sánchez, por la Introducción de Nora Fría, el Prólogo a cargo de Manuel Durbán y Milagros Luis, la Información administrativa de este relator con descripciones de varios autores como las amigas y los amigos Ruth Acosta, Patricia Almirón, Ángeles Baca, Xiomara Brito, Miguel Castroviejo, Lizi Christiansen, Antonio Machado, Manuel Méndez, Nieves Mestre, Araceli Reymundo. Francisco Rodríguez y Carlos Silva.

La idea de crear El Teide desde mi ventana surgió cuando le enviaba fotos del volcán del Teide tomadas desde la ventana de mi despacho en el Puerto de la Cruz, Valle de Taoro, en la isla canaria de Tenerife, a la amiga venezolana Nora Frías, arquitecta del servicio Inparques de Venezuela, a quien conocí en los años de 1980 en intercambios internacionales de España y Venezuela en materia de Parques Nacionales. Nora llegó a escribir que este relator, ingeniero de montes, retrataba el lejano volcán Teide con todo su esplendor mostrando los matices caprichosos que proporciona el cielo y a veces acompañado de nubes que juegan con formas muy peculiares como por ejemplo del sombreo del techo del volcán canario y otras veces con el mar de nubes que lo rodea. En armonía con el Teide también le mostraba otros elementos propios de la isla, como es el precioso árbol del Drago (Dracaena draco) que tanto embelesó al sabio alemán Alejandro de Humboldt en sus observaciones botánicas en el Jardín de Berlín o en los terrenos termófilos de Tenerife especialmente del valle de La Orotava, logrando captar de esta manera una pequeña parte de la biodiversidad de Tenerife, que junto con el bellísimo Teide enseñaba esta trilogía característica de la isla: vulcanología, botánica y zoología. Nora me recordó como buen conocedor de los Parques Nacionales de Canarias, particularmente del Teide y de Garajonay, de los que fui director conservador en los años de 1970 y 1980 respectivamente, en la época del Icona cuando Paco Ortuño y José Miguel González presidían puntualmente en nuestro país el Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza.

El contacto visual que tuve y tengo desde mi ventana con el Teide dijo Nora que es la musa para la inspiración de mis escritos, diferentes sensaciones de capturar y almacenar en una fotografía y solo señala que Isidoro lo logra con la sensibilidad que demuestra al estar inmerso en el mundo de la Naturaleza y la Poesía. Escribió la arquitecta venezolana que se lo recuerda mi interés y admiración por la poeta cubana Dulce María Loynaz y por el sabio e ilustre naturalista prusiano Alejandro de Humboldt, quienes han sido mis guías y marco de enseñanza en mis obras.

Razones varias, sobre todo presupuestarias, me han obligado a incluir en el libro de entonces doce fotografías, tomadas una por mes, lo que me permitía conocer el paisaje en el Teide durante las cuatro estaciones. Al principio usaba una cámara Olympus pero ahora las tomo con un móvil moderno. La casa familiar está situada en la calle que lleva el nombre de Luis Rodríguez Figueroa, destacado escritor, abogado y político portuense quien en los años de 1920 anunció en una entrevista que la mejor manera de promover el turismo del Puerto de la Cruz era adornando la ciudad, de literatura. Ya lo había señalado antes el polifacético prusiano Alexander von Humboldt cuando disfrutó a los pies del volcán ecuatoriano el Chimborazo, el punto más alejado del centro de la Tierra y el más cercano al Sol, observando el frontispicio del grabado en el que aparece América consolidada por Minerva y Mercurio, y evocando el mensaje de Plinio: «Humanitas, Litterae et Fruges», la suma de la ciencia, la cultura y los alimentos que los griegos habían regalado a los pueblos del mundo.

Terminé de redactar mi Presentación haciendo referencia a la amiga canario-cubana Thelvia Marín Mederos, ya que le pedía a mis lectores que cuando contemplasen las fotos escuchasen la voz del volcán Teide para que entendiesen lo que les quiere decir desde allá arriba. El mensaje lo captó enseguida mi admirada Thelvia, ya que me escribió en junio de 2013: «Con su hermosa Conjunción de Planetas ha logrado el milagro de hacerme recorrer, junto al selecto grupo de visitantes, ese mágico camino que conduce al imponente y misterioso Teide».

Redescubrió conmigo las emociones de Humboldt, creyó escuchar a Alejo Carpentier y sintió la presencia de Dulce María Loynaz.