Opinión | El lápiz de la luna

Loynaz y el Quijote

Talla del Quijote.

Talla del Quijote. / El Día

En septiembre de 2005 tuve la suerte de participar en Almagro, Ciudad Real, tierras del Quijote, en el Congreso Internacional de Escritores de viaje Turismo, Literatura y Globalización, organizado por la Consejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.

Fue el año que conmemoraron el IV Centenario de la publicación de la primera parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, la obra más universal de la literatura española. En la primera parte de mi intervención hablé durante 25 minutos sobre Canarias en la literatura de viajes y desglosé mi charla en cinco apuntes: Las Islas Canarias; El Quijote; Canarias, escala geográfica, Alejandro de Humboldt y Dulce María Loynaz y sus viajes a Canarias.

Del Quijote oí hablar cuando era un chico en el colegio de los salesianos de La Orotava; de Alejandro de Humboldt me enteré de su paso por Canarias cuando escuché al alcalde de mi Villa natal, hablando de la inauguración del mirador de Humboldt sobre el valle de La Orotava, mirando al volcán Teide, cuando celebraban el centenario de su fallecimiento en Berlín (1959); a Dulce María Loynaz, poeta cubana, la conocí personalmente en su casa de El Vedado en La Habana, en diciembre de 1992, cuando recibió el Premio Cervantes de España noventa años más tarde que su nacimiento. Entonces le llevé un ejemplar de su libro Un verano en Tenerife para que me lo firmara pero se quedó con él y un año más tarde, cuando volví a verla en diciembre de 1993, me lo dedicó como viceconsejero del Gobierno de Canarias: «Las inolvidables Islas que inspiraron el libro». Me pidió que lo recibiese con la misma simpatía con que fue escrito.

Siguiendo la filosofía del abogado portuense Luis Rodríguez Figueroa, que apuntó a un periodista orotavense en 1920 que la mejor manera de promover el turismo en el municipio era Adornándolo de Literatura, Dulce María Loynaz le dedicó tres capítulos en su novela de viajes, Un verano en Tenerife: (I) Taoro, (II) Las acuarelas de Bonnin y (III) Puerto de la Cruz. Años más tarde, en 2018, algunos de sus admiradores, como su paisano musical, Othoniel Rodríguez, al igual que los poetas Elsie Ribal, José Javier Hernández y este relator, le ofrecimos un homenaje en el castillo de San Felipe el 10 de diciembre. Y así sucesivamente cada año ante el busto loynaziano en el Parque del Taoro que trajimos de La Habana en 2002. Llegado el mes de abril de cada año la Asociación cultural Alisios organiza en La Orotava las Jornadas Cervantinas y su presidenta, Mariví Martínez, le encargó a este relator que este año de 2024 leyera como Quijote una parte del diálogo en el que expresara lo que le sucedió a don Quijote con un distinguido caballero de La Mancha. Pero no solo fue eso sino que también me comentó que le gustaría escribiese sobre Las Confluencias Cervantinas en Dulce María Loynaz, de las que habíamos hablado recientemente.

Acudí a mis papeles y encontré en el número 1 de la Revista Inclusiones del mes de enero-marzo de 2015 el artículo de la doctora Yolanda Ricardo, profesora titular de la Universidad de La Habana, doctora en Ciencias sobre el Arte y doctora en Filosofía. Miembro de Consejos Científicos regionales que ha ocupado diversas responsabilidades académicas y científicas en Cuba y en el extranjero. Resumió su trabajo cervantino y loynaziano abordando las afinidades literarias entre la producción de Dulce María Loynaz, la escritora cubana Premio Cervantes en 1992, y la de Miguel de Cervantes, a través de la obra loynaziana Un Verano en Tenerife y del clásico cervantino El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Aun identificando nexos en el discurso narrativo de ambos, como el espíritu de creación trascendente que los sostiene, el quiebre de las normas genéricas convencionales y la riqueza de los planos del sistema idiomático, se confirma que cada uno ha pasado a la posteridad en su estilo personal auténtico, articulado a contextos y circunstancias concretos, Cervantes, en una inagotable realidad sociocultural peninsular; Dulce María Loynaz, portadora de una savia insular transfronteriza.

Este texto escrito y resumido por la doctora Yolanda Ricardo es una versión de una conferencia impartida el 3 de abril de 2012 con ocasión del vigésimo aniversario del otorgamiento del Premio Cervantes a Dulce María Loynaz en 1992 que le fue entregado en Alcalá de Henares por el rey de España, Juan Carlos I en 1993. Lo que estaba claro era la relación amistosa de la escritora cubana con Tenerife y Canarias, y con un tinerfeño, su esposo el periodista Pablo Álvarez de Cañas. Ello nos permitió recordar a los escritores cubanos Pablo Armando Fernández, César López, Virgilio López Lemus, Zaida Capote y Marcelo Fajardo, entre otros, así como a los pianistas cubanos Othoniel Rodríguez y Huberal Herrera y por supuesto a los escritores canarios Elsie Ribal y José Javier Hernández, del Puerto de la Cruz.