Sin perder el norte

Verano Azul, en el norte de Tenerife

La costa sauzalera de Rojas tiene una mejora pendiente después de que en 2006 fueran derribadas las casetas que la ocupaban

Panorámica de la costa de Rojas, en El Sauzal.

Panorámica de la costa de Rojas, en El Sauzal. / El Día

Marta Casanova

Para muchos de nosotros, el recuerdo de las vacaciones de verano va asociado a lugares determinados que marcan una de las mejores etapas de la vida. Era cuando colgábamos las mochilas del cole y vivíamos sin reloj, con cholas y sin muchas de esas preocupaciones que asoman en la edad adulta para aniquilar cualquier resquicio de una inocencia que en aquellos momentos nos hacía tan felices. El paisaje de muchos de esos lugares ha cambiado pero su esencia permanece en quienes recordamos cómo fue ese sitio tan especial donde algunos aprendieron a nadar y otros, un poco más mayores, entregaron sus primeros besos en aquellas inolvidables noches de verano. Quienes vivíamos en el Norte solíamos ir al Sur. Era curioso cómo nos encontrábamos los mismos de aquí, pero allí. En Los Cristianos y El Médano, por ejemplo, pasábamos las vacaciones quienes éramos de La Orotava, mientras que a Playa de La Arena, por ejemplo, solía ir la gente de Los Realejos e Icod de los Vinos. 

Entre todos esos lugares de veraneo existe uno en el Norte que resulta muy especial para quienes dejaron allí un trocito de su corazón. En Rojas no había hoteles de lujo, ni apartamentos, ni discotecas, ni restaurantes, pero las personas que pasaban allí los meses de verano lo recuerdan con nostalgia, demostrando que la felicidad se encuentra muchas veces alejada del lujo y de las comodidades. «Me encantaría que mi hija pudiera revivir aquellos veranos descalzos, entre charcos y salitre», nos cuenta Mónica González, que pasó allí largas temporadas junto a su familia. «Nos conocíamos todos. Veníamos principalmente de los municipios de La Matanza y El Sauzal desde que acababa el curso escolar. Mi padre ayudó a su padre a habilitar una de las primeras cuevas, que compartíamos con mis tíos y primos, luego se empezaron a construir casetas de madera y de bloque».

En las cuatro imágenes superiores se puede ver la evolución de la costa de Rojas, que llegó a ser ocupada por casetas (imagen inferior) que fueron retiradas en 1966 por ser ilegales. | e.d.

La costa de Rojas / El Día

El Cangrejillo, Las Monjas...

«En toda esa parte de la costa de El Sauzal había diferentes zonas, a modo de barrios. Estaba El Cangrejillo, Las Monjas o El Puertito, entre otros, y cada familia se solía bañar en los charcos más cercanos a la cueva que había ocupado, aunque nos conocíamos todos», recuerda Mónica. «Los productos de primera necesidad se compraban en la cantina y una vez por semana mi padre traía la gran compra que costaba mucho esfuerzo trasladar hasta la cueva. Por supuesto que no teníamos luz y nos alumbrábamos con velas y camping gas. La nevera era también de gas, aunque algunos vecinos sí que llegaron a utilizar un motor para el suministro eléctrico».

«La jornada transcurría entre charcos que tenían su correspondiente denominación. Estaba el Mar de la Fuente, el Charco de la Fuente, La Caletilla... A medida que íbamos creciendo, ya nos dejaban ir con las colchonetas hasta una playa virgen denominada La Salvaje, a la que solo se podía acceder por mar o bien por las rocas. La capilla era el punto de encuentro de los jóvenes en las noches de verano».

Cada año, antes del inicio de la temporada estival, los mayores realizaban la puesta a punto de las cuevas y se encontraban con los efectos de la dureza del mar del norte en invierno. Era el momento de reponer las puertas que ya no estaban, airear los colchones y otros enseres, encalar las cuevas para que no cayera arenilla del techo y pintar aquellos muebles de hierro más oxidado por el salitre.

José Manuel Martín era otro de los vecinos que pasaba allí los tres meses de verano. En su cueva sí que había luz, gracias a un motor que se encendía en determinadas horas del día para, entre otras cosas, que los mayores pudieran ver la novela cada tarde. José recuerda como vio allí, en un pequeño televisor en blanco y negro, la final de baloncesto de las Olimpiadas de Los Ángeles entre Estados Unidos y España de 1984. Recuerda también los encuentros para jugar al envite o al futbolín en la cantina hasta altas horas de la noche. «Eran unos veranos salvajes pero inolvidables donde se charlaba y se socializaba mucho más que ahora. Mi abuelo ya tenía su cueva con otra zona hecha con bloques y fueron todos los vecinos los que se encargaron de acomodar en entorno, construyendo varias ermitas, plazas y colocando una especie de alumbrado público con bombillas. Hay que tener en cuenta que allí se congregaban en esa época más de 1.500 personas», relata.

El acceso en coche se realizaba a través de una finca privada donde los medianeros se encargaban de realizar el correspondiente cobro a todo aquel que accedía a la costa y que controlaban a través de una especie de sensor a modo de manguera en el suelo que servía para contabilizaba el paso de cada vehículo. El cobro era inicialmente de unas cien pesetas y en la última etapa se llegó a cobrar hasta tres euros.

Verano Azul

Evolución de la costa de Rojas / El Día

Acantilados de Acentejo

La costa de Rojas se encuentra en el paraje protegido de los acantilados de Acentejo pero pertenece al municipio de El Sauzal. Antes de la intervención para la demolición de todas esas edificaciones y la recuperación del dominio público marítimo terrestre, que se produjo en el año 2006, existía allí un asentamiento con más de 200 casetas y cuevas habitadas desde los años cuarenta, aunque fue en los setenta cuando se produjo una mayor proliferación. Se trataba principalmente de segundas residencias para los vecinos de la comarca que bajaban a la costa y que fueron ocupando esas grutas como zona de veraneo. De las cuevas pasaron a construir casetas de madera y bloques, que en algunos casos se llegaron a vender a terceros a través de una especie de código de honor o contrato tácito sin ningún título de propiedad.

A pesar del cariño que aún siente por el lugar y los recuerdos de aquellos años, Mónica reconoce que era necesaria una intervención. «En los últimos años, el deterioro del entorno era evidente, aunque queda mucho por hacer para mantener la belleza natural». José Manuel profundiza aun mas en este sentido y denuncia lo que considera que fue «un abuso de poder» de quien ocupaba la Alcaldía aquellos años, sin dejar de reconocer que «aquello estaba mal pero se podría haber solucionado de otra manera más consensuada». Para José Manuel, «tendrían que haber reunido a los vecinos y explicar la situación para ofrecernos también la oportunidad de mejorar nosotros el entorno, como se ha hecho en otras zonas. Invirtieron 12 millones de euros de dinero europeo en una actuación que no ha conducido a la mejora medioambiental que se pretendía. No hay más que pasear por la zona y ver cómo las cuevas están llenas de porquería, utilizadas muchas de ellas como servicios públicos ante la carencia de los mismos. Por otro lado, el acceso es muy complicado con una vía estrecha de doble sentido y con escasos aparcamientos que complica aún más la situación».

Verano Azul

Verano Azul / Marta Casanova

Intervenir en todo el litoral

José Manuel no niega la necesidad de una intervención, pero en todo el litoral y no solo lo ocurrido en Rojas o Chovito. «¿Qué pasa con otros lugares como Punta Brava o Boca Cangrejo, donde existen por ejemplo otras edificaciones con planchas de uralita o plásticos? Las aberraciones en la costa son evidentes y no se actúa con la misma vara de medir», destaca.

En el Ayuntamiento, su alcalde, Mariano Pérez, confirma que existe una actuación pendiente de adjudicación y autorizada por Costas para la mejora de los charcos con una inversión que supera los 300.000 euros por parte del Cabildo. El resto de mejoras tendrán que esperar al Plan Especial del Paisaje Protegido de la Costa de Acentejo, cuyo borrador fue redactado en abril de 2019, una vez establecidas las competencias al Cabildo para la formulación de este instrumento de ordenación.

Proyecto de recuperación

En dicho documento se reconoce que «las labores de demolición y recuperación de la franja litoral, con un paseo peatonal de 1.500 metros de longitud o zonas recreativas y de estacionamiento no han sido suficientes». «Se observa una infrautilización del espacio, que se debe, probablemente, a la dificultad para acceder a él, con usos desordenados. Esto repercute en su estado de conservación. Este ámbito, además, alberga la única población natural de la especie vegetal endémica de Tenerife denominada Pico de El Sauzal (Lotus maculatus), catalogada como especie en peligro de extinción, y cuyo estado de conservación resulta en la actualidad alarmante. Se han detectado problemas relacionados con el tránsito indebido de vehículos para acceder al embarcadero de El Puertito, al merendero, a zonas de pesca, etc., y de personas fuera de los senderos habilitados. Existe en esta área, por lo tanto, una problemática ambiental y de ordenación del espacio relevante que ha de resolverse a través del Plan».

En este sentido, fuentes de la Corporación insular confirman que se está avanzando en su redacción definitiva, abarcando no solo a este enclave sino a toda la franja costera de los municipios de Tacoronte (zona de Mesa del Mar), El Sauzal, La Matanza de Acentejo, La Victoria de Acentejo, Santa Úrsula y La Orotava (zona de El Rincón), con una extensión superficial aproximada de 401 hectáreas. Gran parte del Paisaje es una zona acantilada y abrupta, con varios barrancos que rompen la línea de los acantilados y se abren al mar.

Un enclave único

Sinceramente, espero y deseo que esta intervención venga a recuperar un enclave único, como lo es toda la costa de nuestro norte de Tenerife y que no se quede en el olvido como los restos de aquel avión Douglas DC-3 de la compañía Spantax hundido en allí desde 1966 a dos millas naúticas del Puertito cuando realizaba el trayecto entre las islas de Tenerife y La Palma.