BARRIO A BARRIO | Anaga

La teleasistencia domiciliaria, ‘ángeles de la guarda’ de los mayores chicharreros

Ciento veinte mayores y algunas personas con discapacidad se benefician de esta prestación

La teleasistencia domiciliaria, ‘ángeles de la guarda’ de los mayores chicharreros

Vídeo: G. T. M. / Imagen: Trino Garriga

Humberto Gonar

Humberto Gonar

Carmen e Imeldo, usuarios del servicio de teleasistencia domiciliaria que presta el Instituto Municipal de Atención Social de Santa Cruz de Tenerife, recibieron la mañana de este martes 14 de noviembre la visita del alcalde chicharrero, José Manuel Bermúdez, y la responsable del área, Charín González, para conocer a pie de calle, en este caso de domicilio, la aceptación de esta prestación.

Este matrimonio nacido en la capital tinerfeña, que emigró en la década de los años cincuenta a Venezuela para regresar a su tierra natal en 2003, encarnan la felicidad y tranquilidad que les repercute contar con estos ángeles de la guarda que desde el IMAS se ponen al servicio de 120 personas, en un mayoría mayores de 65 años, más algunas personas con discapacidad.

En la calle JR Hamilton, Cosme González, el vecino del tercer piso –justo debajo de donde viven Carmen e Imeldo– mostró su sorpresa cuando vio en la puerta de su bloque al mismísimo alcalde de Santa Cruz. Así, cuando se abrió la puerta, no puedo evitar un... «pase usted, las autoridades primero». Bermúdez esquivó el trato por el cargo que ocupa y mostró su preocupación por conocer la aceptación, o no, de la marcha de este servicio que adjudicó un nuevo contrato el 6 de septiembre y que estará en vigor durante los próximos tres años.

La hija de Imeldo y Carmen agradece la calidad de vida que le garantiza a sus padres el ayuntamiento

La frialdad del pliego administrativo de la adjudicación da cuenta de los 284.000 euros que se gasta Santa Cruz en garantizar esta cobertura que garantiza la prestación a los mayores de 65 años y en especial de 80 en adelante, que tendrán un seguimiento específico; tanto es así que la concesionaria del servicio es quien le llama a los usuarios para saber cómo están sin que sea preciso que se active el botón de emergencia; una prestación que pone la tecnología a demanda de los mayores.

De la teoría a la práctica

Después de la salutación entre Cosme González, que fuera ingeniero de DISA y vecino del edificio durante 35 años, y la comitiva del alcalde, Bermúdez y la concejala del IMAS llevan a la vivienda de Carmen e Imeldo, donde es inevitable no caer atrapados por las figuras de porcelanas de Blancanieves y los siete enanitos. Junto a los anfitriones, una de los dos hijos del matrimonio, Carmen Delia, bióloga sanitaria, que no oculta su satisfacción por la tranquilidad que le supone a la familia el servicio de teleasistencia a domicilio.

Este trabajo de campo pone al descubierto la historia humana de Carmen e Imeldo, cuando el alcalde le pregunta por su aceptación con el servicios –que celebran– y su calidad de vida en Residencial Anaga; precisamente minutos antes el regidor había participado en la cercana plaza de Los Delfines en un encuentro con los miembros de la asociación vecinal.

Charín, Carmen y Bermúdez comparten sillón, como si fueran amigos de toda la vida. Y en ese tono coloquial, la hija de estos usuarios no solo agradece la visita sino la prestación del servicio. Y, como quien lo quiere poner en valor y escribir en mayúsculas, le hace una confidencia al alcalde: «Don Bermúdez, mi padre es un milagro andante». Antes Imeldo había dedicado unas palabras de amor eterno a su esposa, su razón de ser, por atenderlo, mientras el alcalde hizo suya el comentario del vecino del tercero, que elogió a Imeldo, porque toca el timple y tiene una voz muy bonita...

En esa complicidad, Carmen Delia recordó cuando en la Navidad de 2016 le diagnosticaron a su padre un tumor cerebral; eso después de que incluso lo operaran de vesícula porque algún médico vinculó su diagnóstico a problemas en el aparato digestivo. Tenía vómitos y había bajado más de veinte kilos. «Parecía un Gandhi», apostilló su hija. La atención de la familia le valió precisamente que en la búsqueda de una nueva valoración le localizaran el turno cerebral por el que fue operado. «Lo operaron de la vesícula y seguía desorientado, se iba para los lados», precisa su hija. El 2 de febrero de 2017 está grabado en esta familia no solo porque sea el día de la Virgen de Candelaria –se celebra la Presentación de Jesús como Luz del Mundo–, sino porque fue cuando fue operado Imeldo, el padre de una familia que se constituyó el 6 de junio de 1964, y donde la enfermedad no le es ajena.

Estos vecinos octagenarios que tienen su domicilio en Residencial Anaga se marcharon a Venezuela antes de casarse. Carmen, con siete años, marchó a la Octava Isla en 1951; Imeldo, con 16, en 1959. Él se apellida Del Castillo López; ella, Hernández delCastillo, lo que delata su parentesco, pues son primos. Sin embargo, se vinieron a conocer Venezuela.

La tristeza sumió en depresión a Carmen; Imeldo sorteó un tumor cerebral; hoy celebran la vida

Ella vivió en la calle Isla de La Gomera, en el barrio de Salamanca, antes de mudarse a la barriada La Victoria y luego partir a Venezuela; él residió en el barrio de Buenos Aires, pegado a la Refinería, apostilla, para luego mudarse a la barriada García Escámez y estudiar en la escuela pública. «Con seis años ya me sabía las cuatro reglas y era capaz de dibujar todo el mapa de España e identificar su capitales de provincias».

Imeldo recuerda la admiración con la que el director de la escuela le contó a su hermana que «era una pulguita y ya sabía dibujar el mapa peninsular», y desarrolló su faceta profesional como mecánico, gracias a la instrucciones que recibió de Demetrio, recuerda, hasta que partió a Caracas.

«Nos conocimos en la avenida principal del cementerio» de la capital venezolana, cuentan Imeldo y Carmen, que estudió secretariado comercial, pero para celebrar la vida. En La Octava Isla nacieron Carmen Delia y Roberto y la familia salió adelante hasta que en 2003, entre el deslave de Vargas, unido a la situación política y social que se vivía en Venezuela sumió en una depresión a Carmen, que tuvo que tomar para su familia la decisión más dura: trasladarse a Santa Cruz, al piso de Residencial Anaga que compraron en los ochenta... pero solos. Ya en 2007 trasladó su residencia a la capital Carmen Delia, que se trasladó con sus dos hijas; hoy una es arquitecto en Granada, y otra es periodista en Tenerife, a la espera de que algún día venga su hermano y su familia.

Mientras, Carmen e Imeldo disfrutan de Santa Cruz, de la calidad de vida, del premio a tantos años de entrega y lucha.