Opinión | EL RECORTE

Un cisne blanco

El periodista y disidente saudí Jamal Khashoggi.

El periodista y disidente saudí Jamal Khashoggi. / EFE

Como bien me recuerda un sabio colega, en este atrabiliario mundo en que vivimos lo normal son los cisnes negros. Es decir, que lo excepcional, lo extraño y lo sorprendente se ha convertido en lo normal. En el pan nuestro de cada día. Mojamos la tostada en el café con leche de las mañanas siguiendo la actualidad de la guerra de Ucrania o los bombardeos de Gaza como el que mira la clasificación de la Liga. Escuchamos las amenazas de guerra atómica de Putin como el que oye llover. Y si nos advierten de un nuevo virus que puede acabar con la humanidad ni nos despeinamos.

Lo extraordinario se ha vuelto cotidiano. Por eso, que la policía de un país como Ecuador entre en la embajada de Méjico para detener a un político refugiado en su interior ni siquiera nos arranca una expresión de sorpresa. ¿Por qué nos va a causar asombro si en el consulado de Arabia Saudí en Turquía fue asesinado el periodista Jamal Khashoggi por un equipo de 15 agentes enviados desde Riad, la capital saudita, que además desmembraron su cuerpo para sacarlo a escondidas? Sí, sí. Arabia Saudí, ese país en donde se va a celebrar el mundial de fútbol dentro de unos años. ¿Qué más da, verdad? ¿No comerciamos con China, con Rusia, con Corea del Norte, con Venezuela, con Cuba y con cualquier otro país donde los ciudadanos padecen la opresión y la falta de libertades?

Se nos ha puesto piel de rinoceronte. Y a pesar de todo, hay noticias que son felices cisnes blancos. El Gobierno de España, por la bocaza de una portavoza, ha asegurado algo contundente: «La prioridad del Gobierno en esta legislatura es garantizar el acceso a una vivienda asequible, para dar respuesta a la ciudadanía y para que ningún ciudadano o ciudadana tenga que destinar más del 30% de sus ingresos para tener un hogar digno, adecuado y de calidad». No se puede hacer otra cosa que aplaudir. Y caer rendido a los pies del compromiso.

¿Y qué decisión se ha tomado para arreglar eso del «hogar digno»? ¿Se van a sacar al mercado las doscientas mil viviendas de la Sareb que prometió Sánchez en la última campaña electoral asegurando que era cuestión de meses? Pues no. De momento –como están haciendo por toda Europa– se van a cargar las golden visa. O sea, la concesión de la residencia a cambio de una inversión inmobiliaria superior a los 500.000 euros. Y es que no hay ministro con chalé que baje del millón de euros. El precio de la visa se ha quedado claramente desfasado.

Es el nuestro un Gobierno valiente, sin duda, que quiere acabar con el secuestro de viviendas por extranjeros. La noticia se lanza con el orgullo de quien quiere construir un mundo mejor. Y mientras se relata la proeza en los telediarios, miles y miles de españoles, españolas y españolos piensan que las cosas están empezando a cambiar y que por fin se abrirá una ventana de oportunidad para conseguir su casa sin que se la levante un chino.

Olvidaba de contarles que en España –cuarenta y ocho millones de almas– se han concedido catorce mil golden visa en la última década. O sea, una media de mil cuatrocientas por año. Qué gran medida la de estos mastuerzos. ¡Al fin habrá viviendas disponibles para todos los ministres!

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