Opinión | EN EL CAMINO DE LA HISTORIA

Irracionalismo

El irracionalismo está de moda. No se piensa, no se discurre, no se determina una propuesta formal desde la razón

Richard Thaler, prestigioso economista distinguido con el Nobel de Economía en 2017 por sus estudios sobre la Economía Conductual y que aún se continúan desarrollando en la búsqueda de aplicar una base científica a los comportamientos sociales y emocionales de las personas. Combina la economía conductual con la psicología para determinar que muchas decisiones que se toman tienen más que ver con las emociones que con los cálculos de rigor.

Esta teoría que sirvió en su momento para subrayar la irracionalidad para determinadas acciones económicas actualmente cobra protagonismo desde las plataformas digitales donde la imitación de comportamientos y actitudes se escapan de la racionalidad; y lo paradójico es que se describen como actitudes bien pensadas pero desde el sentimiento o desde las emociones.

El padre del irracionalismo, Johann Georg Haman, sin olvidarnos de Schopenhauer, Nietzsche, Kierkegaard o Lukáscs en El asalto a la razón promueven un punto de vista que elevan a la sola fe como la única guía del hombre como espécimen inacabado, por lo que niegan que para concluirlo se tenga que recurrir a la razón, al pensamiento y a la ciencia la capacidad de conocer la verdad ya que preconiza la prioridad de la voluntad, del instinto, de la intuición, de las fuerzas ciegas e inconcientes alejándose diametralmente del creador del pensamiento racional, Rene Descartes, que acuñó la expresión «pienso, luego existo».

Ante pantallas que actualmente encandilan reflejan que la acción que domina es más la imitación que la reflexión, que pasa de largo, hasta produce un esfuerzo mental que no se está dispuesta a soportar. Y en momentos de confusión e incertidumbre, como los de ahora, tenga más predicamento la emoción y la irracionalidad para dar con la esencia de las cuestiones. Enrolladas precisamente en una marabunta de irracionalismo.

El irracionalismo está de moda. No se piensa, no se discurre, no se determina una propuesta formal desde la razón, alejándose de sus linderos inacabables para varar el pensamiento en las playas de los mares secos de una retórica insulsa que solo conduce a los roquedales de la nadería.

El irracionalismo, sus mentores siguen erre que erre que lo importante es la imitación, descargar las emociones dejando el pensamiento para los filósofos, que son los que pueden dar profundidad a la razón que debe imperar, pero cuando se nos habla de la tercera guerra mundial, de invasiones territoriales, la amenaza de una destrucción masiva por armas nucleares por los líderes «sesudos» que gobiernan el mundo, cuando aparecen de la noche a la mañana situaciones confusas que llevan gestándose en la sombra, como es la pobreza que hay que «mundializarla» para seguir dominando y poner bajo el paraguas de los que se denominan protectores de la humanidad que contemplan desde sus butacas de mando y oropel como la gente se muere por sus decisiones, como el hambre avanza, como algunas naciones ignoran cual vaya a ser su futuro; quizás los que preconizan el irracionalismo desde sus emociones puedan dar una salida a la realidad actual que se ha gestado, desde una profunda reflexión, dicen.