Opinión | En el camino de la Historia

La gran migración

Los migrantes conversan en Barcelona.

Los migrantes conversan en Barcelona. / Jordi Cotrina

La gran migración es un ensayo de alta enjundia intelectual publicado en 1992 por Hans Magnus Enzensberger, uno de los pensadores alemanes más importantes de la postguerra que sigue marcando la pauta en este fenómeno ininterrumpido promovido por la sociedad en su desarrollo y en la búsqueda de un mejor futuro.

Nadie emigra sin que medie el reclamo de alguna promesa. Tiempo atrás la esperanza se depositaba en ciertas leyendas y rumores que se desplazaban hacia La Tierra de Promisión, la Arcadia feliz, la legendaria Atlántida o el Dorado, que hicieron que fueran motivo suficiente para iniciar la partida hacia lo inesperado.

Hoy, sin embargo, son las comunicaciones que abarcan una mundialización la que es oferta de esperanzas y la que obliga a surcar el cielo o los mares aquellos que desean, simplemente, vivir dignamente como seres humanos.

Pero es interesante reseñar, como lo hace el pensador alemán, que la preocupación de Europa por la emigración e inmigración ha sido una constante por las consecuencias sobreañadidas que bien una u otra conllevan.

Durante mucho tiempo en Europa preocuparon más las consecuencias de la emigración que la inmigración. Así en el pasado se temía que la emigración, el escape de las poblaciones de un país pudiera acarrear una sangría económica, por lo que se procuraba limitarla e incluso prohibirla.

Muchos países se veían obligados a aplicar castigos corporales e incluso la pena de muerte a los emigrantes clandestinos, pero en especial a quienes los reclutaban y a sus encubridores.

Hoy las tornas se han cambiado; a los inmigrantes se les ponen una y mil trabas, legajos y más legajos que hacen que su situación sea muy comprometida y difícil en lo que respecta a su proyecto al menos imaginario que motivó el inicio de la salida.

Lo que no fue así hasta mediados del siglo XIX, donde en Inglaterra estuvo en vigor una ley que prohibía la emigración de mano de obra cualificada. En Alemania existió hasta 1817 la llamada carta de libertad o permiso de partida, que gravaba los bienes de los emigrantes y que funcionaba como un método de confiscación.

En aquel momento la corriente migratoria no fue demonizada sino además se consideraba satisfactoriamente, sobre todo, desde Canarias, donde muchas islas comenzaron su despegue económico y social debido a la aportación que hicieron en un momento de penuria los emigrantes.

En los tiempos de pleno empleo se procedió a reclutar a millones de obreros inmigrantes. A los EEUU llegaron casi diez millones de mexicanos, a Francia tres millones de magrebíes, a Alemania cinco millones de extranjeros, entre ellos cientos de miles de turcos y españoles. Dicha corriente migratoria no solo fue tolerada, sino saludada enfáticamente.

La migración, como refiere el pensador alemán, es un fenómeno inherente al ser humano; además, muchos pueblos, naciones y grandes colectividades se forjaron por los emigrantes, que no solo aportaban fuerza física de trabajo sino conocimientos de toda índole que enriquecieron a los países de llegada.

Sin embargo, Europa, concretamente, que se nutrió de los beneficios de la migración, no tiene el debido respeto actualmente por ellos; ni siquiera ha puesto a punto unas normas de convivencia; así en la ultima reunión en Granada el reglamento de inmigración se quedó en los jardines de la Alhambra para otro día. Llegó ese día y se sigue posponiendo como si no fuera uno de los problemas candentes que tiene la Unión Europea y que las más de las veces mira para otro lado, olvidándose de que la aportación de los extranjeros inmigrantes hizo posible que Europa rompiese el telón de la oscuridad medieval y entrara en la modernidad.

O sea, del aplauso a su llegada se ha pasado al vituperio y al estupor de no saber qué hacer y sin tener claro qué decisión tomar al respecto, mientras que por el Atlántico y el Mediterráneo no solo navegan las ilusiones de muchos sino que sus aguas engullen la vida de otros tantos.

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