Opinión | Gentes y asuntos

Agosto palmero

Este mes está devolviendo algunas sonrisas y optimismo a los palmeros

Los feligreses ayer durante el recorrido hasta el Santuario de Nuestra Señora de Las Nieves. | | E.D.

Los feligreses ayer durante el recorrido hasta el Santuario de Nuestra Señora de Las Nieves. | | E.D. / Ramón Pérez

Con una ocupación hotelera que, con menor oferta, recuerda tiempos previos a la pandemia, los incendios y el volcán, agosto devolvió algunas sonrisas y optimismo a La Palma. La primera semana se abrió con la entusiasta recreación del asalto y saqueo de la entonces rica capital por el pirata François Le Clerc, ocurrido el 4 de agosto de 1553, y de la valiente respuesta popular que expulsó, con muchos daños, a los corsarios. Iniciada tímidamente por un grupo de jóvenes, constituidos hoy en Asociación Cultural, el número moviliza a dos centenares de figurantes y pone en juego la historia y leyenda locales, con dignidad en los atuendos y en las distintas secuencias que representan en distintos enclaves: La Alameda, las plazas de San Francisco y Santo Domingo, y la Calle Real, naturalmente.

El programa religioso –de gran densidad y brillantez en el ecuador del verano– tuvo su hito principal en el Real Santuario de Las Nieves, con la concelebración litúrgica a la que, junto a peregrinos desplazados desde todos los pueblos, asistieron representantes de todas las administraciones y, en esta edición, estrenaron la ofrenda insular a cargo del titular del Cabildo Sergio Rodríguez Fernández; éste invocó a la Patrona, Regidora Mayor y Alcaldesa Perpetua de todos los municipios como fuente de inspiración de la justa y obligada reconstrucción tras la erupción del otoño de 2021, la mayor catástrofe civil de la historia canaria. En representación de El Paso, Los Llanos de Aridane y Tazacorte, los municipios castigados por el suceso, tres niñas portaron ramos de flores blancas que se depositaron a los pies de la venerada imagen.

Dentro del calendario, la 34 Feria Insular de Artesanía en la Villa de Mazo, muestra las primorosas manufacturas que incluyen desde la reliquia de la seda y la finura de los textiles a las incontables variedades de labores de metal, caña y vara que, desde hace siglos, mantienen la fama del buen hacer de los palmeros.

Mediado el mes, la Virgen de Agosto tiene cultos locales en todos los términos y templos donde se venere la Inmaculada Concepción. Pero, por el paisaje y las perspectivas, por el aseo, cuidado y participación en las ceremonias en la Asomada de La Palma, el vistoso Risco de la Concepción acoge una de las fiestas más originales y esperadas y una cita inexcusable para los habitantes de la comarca oriental. El ornato del recinto y los fuegos de la víspera y el día constituyen un espectáculo inolvidable, que se prolonga con notable participación durante un concurrido novenario.

Sin pausa hasta el otoño, el programa incluye prácticas deportivas y atléticas, rallyes y competiciones diversas que se mezclan con actos de gran arraigo y vistosidad como la representación en el término de Barlovento de la Batalla de Lepanto, uno de los números más brillantes del almanaque regional, con escenografías espectaculares e ingenuas en medio del campo y aguerridos grupos de turcos y cristianos que, con realismo y entusiasmo evocan el episodio que, en 1571, cambió el curso de la historia de Europa.

Junto a actos multitudinarios se cuentan encuentros populares en torno a las comidas típicas y los vinos del país en Fuencaliente, las verbenas y la quema de toro de fuego y, para incluir la cuota sacra, la liturgia y procesión de la Virgen de los Baños. En la verde Garafía se cumple un protocolo solemne y popular en honor de la Virgen de la Luz y, en El Socorro, un templo amurallado en la frontera geográfica e histórica de las dos Breñas, se rinde homenaje a la hermosa titular. La visita a este espacio emblemático constituye una sorpresa de primer nivel, adecuado para los espíritus sensibles.

El tinte mágico lo aporta San Mauro, o San Amaro Abad –¿acaso San Borondón?– ,el misterioso fraile viajero que buscó el Paraíso Terrenal, una devoción extendida por los portugueses y los españoles del norte que tiene un rescatado y restaurado templo en un macizo sobre la costa, con un sugestivo horizonte atlántico. Al santo le hace romería y ofrenda hasta la puesta del sol cuando agosto declina, quizás con la esperanza de contemplar algunas de las maravillas que encontró el misionero en sus reales o imaginarias correrías.

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