Dauda arregla el final de curso del Tenerife ante el Zaragoza

El Tenerife completa el calendario de Liga con un empate en La Romareda | Los locales se adelantan aprovechando un regalo de Soriano y el ghanés iguala cerca del final.

Mollejo y Nacho.

Mollejo y Nacho. / LaLiga

Julio Ruiz

Julio Ruiz

Del último partido de la Liga 22/23 se recordará el golazo de Mo Dauda y el inusual error de Soriano en el 1-0. Eso y poco más. Al menos, desde el lado del CD Tenerife. Su rival, el Zaragoza, se había conjurado para dedicarle a Alberto Zapater la mejor despedida posible. Y estuvo cerca de adornar la fiesta con un triunfo. Lo tuvo en sus manos después de que el portero le regalara un tanto a su excompañero Mollejo. Pero cuando menos se esperaba, en el único tiro entre los tres palos del equipo de Ramis, ya en el minuto 87, apareció el ghanés para demostrar un potencial ofensivo que solo pudo exhibir a ratos durante la temporada. Controló un pase largo de José Ángel Jurado, cogió a Lluis López dormido y conectó un zurdazo a la escuadra, imposible para Cristian Álvarez. Dauda marcó y se lesionó. Salió del campo cojeando. Gol y percance justo antes de las vacaciones para un jugador que repetirá en el plantel tinerfeño la próxima campaña.

Hasta ese zarpazo, el Tenerife había competido en La Romareda con el piloto automático, ya con el depósito de combustible picando el rojo después del desgaste acumulado a lo largo de 41 jornadas. Una respuesta natural, común en los equipos que llegan a este punto sin alicientes. El Zaragoza estaba en esa misma situación, pero se vio empujado por un estadio casi lleno y por el emotivo adiós al capitán.

Seguramente habría sido mucho pedir que el Tenerife hubiera firmado en Zaragoza su mejor actuación del curso. Una vez apagada la calculadora, después de ver pasar de lejos el tren del ascenso y ajeno desde hace semanas a la lucha por la salvación, alcanzó el momento cumbre de la postemporada con los homenajes del sábado pasado a Ramis y Carlos Ruiz en la remontada ante el Burgos.A partir de ahí, lo de subir algún puesto en la clasificación por aquello de la mejora de los ingresos procedentes de los derechos audiovisuales sonaba muy bien, pero en el campo es diferente. Y no es que el Tenerife hubiera viajado a Zaragoza con la intención de entregar el partido, pero no tuvo una de sus noches más inspiradas en una campaña que, por cierto, se cerró con solo dos victorias a domicilio, en Burgos y Cartagena.

El ejemplo de esa comprensible frialdad estuvo en el gol local. En el arranque del segundo tiempo, Soriano se confió en un despeje sencillo y su golpeo raso tropezó en Mollejo, que se había arrimado con el propósito de molestar a su excompañero. El arquero andaluz tuvo la mala suerte de que la pelota fue a parar directamente al fondo de la portería. Juan pidió disculpas enseguida. Un borrón aislado y sin consecuencias dentro de una temporada sin reproches, como la anterior. Pudo pasar en cualquier otra jornada, pero ocurrió en la última, en la que la tensión ya no era la misma.

La cuestión es que Soriano había sido protagonista antes por unas cuantas paradas salvadoras. Porque el Real Zaragoza llegó más y con mayor peligro al área, y si no encarriló con comodidad el triunfo fue, en gran medida, por las intervenciones del guardameta.

CD Tenerife genera peligro

De entrada, el dominio por fases fue dando recorrido al partido. Con mecanismos parecidos, Zaragoza y Tenerife se fueron turnando en la cesión de espacios con la intención de recuperar y sorprender en velocidad. Pero fue en los ataques estáticos cuando el encuentro ganó algo de emoción, más en el área visitante que en la local, porque el equipo de Luis Miguel Ramis intentó hacer ancho el campo y generar peligro por las bandas, pero lo hizo a medio gas, sin precisión ni el filo necesario. En cambio, el conjunto local, más conectado, despierto y motivado por el ambiente festivo creado en La Romareda para despedir a Zapater, sí le dio trabajo a Soriano. El portero tuvo que responder en el primer minuto a un remate desde fuera del área de Francho. El nivel de exigencia aumentó al cuarto de hora. Iván Azón saltó más que Mellot para cazar por alto un centro de Larra y dirigió el balón entre los tres palos, pero el sevillano reaccionó con una acción de reflejos. El siguiente en intentarlo fue Bebé. Ya se sabe que lo suyo son las largas distancias. No se lo piensa dos veces, esté donde esté. Si le dejan chutar, arma el cañón. En este caso lo hizo desde unos 30 metros para que Soriano, con algunos apuros, desviara la bola a córner. El goteo de ocasiones locales continuó con un disparo raso, casi sin ángulo, del exblanquiazul Valentín Vada. El cancerbero tuvo que intervenir, una vez más, para despejar un balón que avanzaba amenazante hacia la línea de gol.

En todo este tramo apenas se notó la presencia tinerfeña en el área contraria. El balance de los blanquiazules –en este partido de rosa– se había limitado a un remate a la media vuelta de Dauda –ejerció de delantero en una alineación sin Enric Gallego–, después de un avance de Nacho, y un amago de taconazo de Garcés. El único susto para el Zaragoza, antes del descanso, se produjo en un saque de esquina de Corredera en el que Sergio González, incorporado al ataque, desvió con la frente un balón que salió fuera bajo la mirada impasible de Cristian. Visto lo visto, lo mejor para el Tenerife hasta el intermedio había sido el resultado, un 0-0 que le daba opciones ante un rival superior.

Pero lo primero que ocurrió tras la pausa fue el gol aragonés. Mollejo habría presionado miles de veces a otros porteros sin ningún éxito, pero esta vez le sonrió la suerte, precisamente ante su exequipo.

El 1-0 revolucionó al Zaragoza y dejó igual a un Tenerife plano antes y después del gol. La cosa pudo ser mucho peor, porque los de Fran Escribá aprovecharon el momento para apretar y tratar de ampliar su ventaja. En el minuto 55, Iván Azón remató al palo después de un pase desde la banda izquierda de Nieto. Poco después (59’) fue Iván Azón el que puso en aprietos a la defensa al cabecear un centro de Bebé procedente del costado derecho. Esta última ocasión dio paso a una fase en la que el acoso local fue disminuyendo. El chaparrón había pasado.

Ramis buscó soluciones con la entrada en el campo de Jurado y Elady por Larrea y Teto, y el equipo hizo lo que pudo para domar a un adversario que había empezado a pensar más en proteger su ventaja que en lanzarse a por otro gol. Sí lo buscó Zapater con un potente chut, pero ya de manera aislada.

Con el Tenerife vivo, que ya era mucho, el técnico, en su último partido en el club, tocó las teclas de los canteranos Alassan y Selma. Savia nueva para un equipo algo espeso y sin claridad de ideas para desestabilizar a un Zaragoza que transitaba sin grandes agobios hacia el final. De hecho, solo la maniobra de Dauda sacudió un tramo definitivo que parecía destinado a que Zapater viviera el adiós ideal –lo tuvo, a pesar de ello–. Antes de salir del campo, ovacionado por el público, el veterano futbolista asumió la responsabilidad de lanzar una falta directa (91’), pero no sorprendió a un Juan Soriano bien colocado.

Y así, con el guiño del inesperado del gol del empate, quedó archivada una Liga que se resume con un lo que pudo haber sido y no fue, una temporada en la que el Tenerife entró en escena dispuesto a volver a competir por el ascenso y que, condicionado por el golpe de la final del playoff de 2022, las lesiones o la baja producción a domicilio, entre otros factores, se quedó a medio camino. Se apaga el Tenerife 22/23, se enciende el de la 23/24.

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