Canarismos

¡Ya el burro me enderezó la carga!

Noche de los Burros de La Laguna

Noche de los Burros de La Laguna / Andrés Gutiérrez

Luis Rivero

Luis Rivero

Si hay un animal al que pueda atribuírsele ser objeto de una auténtica versatilidad proverbial, este es, sin lugar a dudas, el burro. Este mamífero —amansado entre el quinto y el tercer milenio a.C.— a lo largo de miles de años desde su domesticación y durante esta convivencia colaborativa con el hombre, podríamos decir, ha sido fuente de inspiración continua y de enseñanzas sobre la base de los modelos de comportamiento animal. «Versatilidad proverbial» adquirida a través de la observación directa, la intuición y el razonamiento deductivo empleados por el vulgo y que han permitido la creación de una gran diversidad de refranes, dichos o decires (que forman parte del refranero y del repertorio fraseológico del español de Canarias).

Este rol de animal de pedagogía versátil en la construcción de proverbios se explica por haber asumido tradicionalmente estereotipos tan dispares como el representar la humildad y la paciencia, ser ejemplo de mansedumbre y docilidad o encarnar el prototipo de animal ridículo y terco, por citar solo algunos aspectos de su «aleccionamiento». Esta última imagen (de animal torpe y terco) ha sido difundida especialmente a través de las fábulas, los dichos y expresiones al uso (come es el recurso a la voz «burro» para referirse a una ‘persona ruda, torpe o ignorante’; figura cuasi arquetípica que no todos comparten ya que hay quienes piensan que se trata de animales muy inteligentes).

El dicho que nos ocupa («¡ya el burro me enderezó la carga!») trátase de una antigualla de origen rural que, recurriendo a la ironía, se inserta en el ámbito de frases que presentan al asno como un animal torpe y, por ende, trasladando la metáfora a las relaciones humanas, se usa para referirse a un individuo ignorante.

«Enderezar la carga» insinúa irónicamente la posesión de cierta capacidad intelectiva y habilidad para aportar soluciones eficaces. Con esta expresión se da a entender algo contrario o diferente a lo que literalmente se dice, como es exaltar una cualidad o una acción positiva, para expresar exactamente lo opuesto; es decir, que la repuesta o solución aportada al problema en cuestión no es válida.

La exclamación «¡ya el burro me enderezó la carga!» pronunciada en su contexto natural, da a entender cuando alguien, «sin saber lo que se trae entre manos», se entromete en un asunto que no es de su competencia y se empeña en darle una solución, pero su respuesta resulta errónea o inadecuada. La frase con su tono burlón es un modo encubierto o disimulado de llamar ignorante, tolete o totorota a una persona. Esta forma de ironía recuerda un uso similar en construcciones afines como: «¡Ya el conejo me enriscó la perra!» que se emplea cuando alguien intenta agredir o doblegar a otro e inesperadamente recibe un escarmiento que lo hace «salir con el rabo entre las patas»; o «¡qué burro se irá a morir!» que expresa sorpresa por un acto o comportamiento totalmente inusual en un sujeto.

En los linderos de la frase comentada se sitúa esta otra que dice: «Burro que piensa, tumba la carga», otro dicho de origen rural que, insinuando de este cuadrúpedo una eventual y rara capacidad de raciocinio, viene a significar que el individuo que no es ignorante («burro que piensa»), no se deja avasallar («tumba la carga»).