Literatura

Sara Torres: «Educamos el deseo; lo domesticamos con rigurosidad y miedo al castigo»

"Es inevitable cambiar, sobre todo por adaptación; es así si queremos seguir viviendo"

Sara Torres.

Sara Torres. / Marta Velasco

Almudena Cruz

Almudena Cruz

Echando la vista atrás hacia su primer libro, que llegó después de haberse dedicado básicamente a la poesía, ¿qué significó para usted?

Pues el cambio fue fundamental y por dos vías. Por un lado, porque con esa primera novela aprendí a escribir distinto, a contar historias desde una longitud, una calma y una proximidad a la que antes quizás no accedía, porque la poesía para mí tenía un poquito que ver con el arrebato. Pero el tiempo de la narrativa es un tiempo distinto, requiere de un trabajo también de fondo. Tiene que haber una esperanza, una paciencia y un cariño capaces de sostener ese trabajo, de no rendirte cuando se presentan dificultades o cuando el ánimo baja. Todas esas cosas las conocía por el ensayo académico, pero no por la escritura creativa. Y, por otro lado, fue un cambio muy significativo por la visibilidad de mi trabajo. Porque a pesar de que yo tuviese ya tantos libros de poesía escritos, la visibilidad de la poesía suele ser muchísimo menor que la visibilidad de la narrativa. 

Los periodistas siempre interrogamos sobre el miedo al fracaso después de conseguir un gran éxito. Es un planteamiento, a priori, injusto, lo sé...

Tienes razón. Esa pregunta se construye en torno a una realidad que quizás no existiría tal cual si no existiese la pregunta antes. He visto a más compañeras que se encuentran en una situación parecida: primeros trabajos narrativos o ensayísticos que funcionan muy bien y como una sensación de parálisis después. Y para mí era muy importante que pasase lo que pasase, no tuviese como consecuencia la parálisis de mi trabajo ni de mi deseo de escribir, porque ha sido lo que me ha sostenido toda la vida, se hayan publicado más ejemplares o menos de lo que yo escribía. Creo que cada escritura es fruto de su momento y mi momento ahora es el momento de este libro. El momento en el que escribí Lo que hay era uno al que no desearía volver pero que tuvo la generosidad de dejarme ese libro, pero vitalmente fue un momento muy duro. Ahora estoy en otro más tranquilo, más dulce y vital. Y esta tranquilidad me ha servido para pensar en otras cosas

Esta nueva historia, que saldrá a la venta el próximo 4 de abril, se llama La seducción y se estructura en torno a dos personajes, una joven fotógrafa y una escritora madura. ¿Se identifica con alguna de ellas?

 Pues me identifico muchísimo con los dos. Ahí está un poco el juego de los desdoblamientos, ¿no? Es algo que también hacemos en la vida, buscarnos en las otras o encontrarnos en las otras. Al final cada una de ellas tiene rasgos que reconozco, que me han atravesado en algún momento y que me han servido para la exploración en profundidad de posiciones distintas. Todas somos muchas distintas a lo largo de la vida.

Sería muy triste y poco práctico quedarse anclado en la misma persona...

Pues sí, pero muchas veces los demás nos piden coherencia. Nos echan en cara que hemos cambiado como si fuese algo negativo. Sin embargo, es inevitable cambiar, sobre todo por adaptación. Si queremos seguir viviendo, pues vamos ajustando cositas. Sin embargo, yo creo que hay una especie de niña que se queda siempre, como que hay una piedra dura que no cambia tanto a lo largo de la vida, pero sí mutan nuestros roles, sobre todo, y nuestras posiciones con respecto a situaciones distintas. Dependiendo de cuándo nos caiga un evento, nos posicionamos en un lado o en otro. Y esas distintas posiciones ofrecen aprendizajes. A mí me sirven mucho estas dos protagonistas para tomar posiciones y aprender con ellas. 

Pero luego aparece un tercer personaje con un rol determinante...

He trabajado mucho con el libro Eros Dulce y Amargo, de Anne Carson, un ensayo que me ha acompañado muchísimo estos últimos años. Ella habla mucho de la triangulación como la estructura fundamental del deseo. Triangulamos todo el rato y esta tercera mujer, desde luego, funciona en la triangulación. Pero también tiene una vida por sí misma que quizás es más real que la vida de las otras dos. 

El escenario, esa casa hermosa en la costa catalana, actúa también como catalizador de la trama.

Me dejan muy marcada los espacios bellos y las casas bellas que atravieso, que generalmente suelen ser de paso. Siempre me quedo como con deseo de haber vivido en otros lugares. La escritura también me sirve para eso, para poder habitar esos lugares y pensar en cómo se disponen los cuerpos cuando el espacio es afín. Porque no siempre se disponen para bien. A veces la belleza también genera pasiones tristes. Sí, es verdad.

¿Se siente activista cuando escribe para traer al foco lo que usted denomina como la subcultura lesbiana?

Pues yo creo que hay que vivir según tus gustos, tus amores y tus potenciales. Cuando eres lesbiana, tienes siempre un poco de combate. Al final, aunque no tengas un enfrentamiento directo con las personas, tienes un enfrentamiento directo con bases culturales, que son normativas y siempre repiten un poco la misma película. Es como si fuese un combate contra el guion heterosexual. Y desde luego yo sí que me he sentido siempre muy activa en la destrucción de este guion para que la vida dentro de la cultura heterosexual que nos han enseñado sea una opción dentro de un mar de opciones y, sobre todo, para que todos los cuerpos sientan que la creatividad puede ser un modo de atravesar sus propias existencias, que no tengan que llegar a repetir el guion de la película conocida lo mejor posible, sino que nos sintamos creadoras de nuestro propio texto. 

Me imagino que en el encuentro con los lectores y las lectoras será eso lo que le transmitan: gratitud por la liberación que sienten a través de sus historias.

Total. Creo que el deseo que viven las otras desde la infancia es libre por naturaleza, es decir, es capaz de muchas historias e imágenes distintas. Pero educamos el deseo, lo domesticamos con rigurosidad y miedo al castigo. Por eso se vuelve un deseo muy poco creativo. Nos quedamos sin imaginación. Para nosotros es más fácil imaginar el castigo que imaginar la recompensa ante la creatividad. Lo que sí que recibo como feedback son personas alegres que han conseguido esa libertad de la mente a la hora de construir escenarios de lo posible.