Inmigración | Fiesta de la inclusión

Fe, color, baile y tradición para honrar a la ‘Candelaria de Bolivia’

La comunidad del país andino en Tenerife saca en procesión a la Virgen de Urkupiña, la patroma de la integración nacional

La de Urkupiña es la fiesta de la Candelaria en Bolivia. Una virgen universal que cada 15 de agosto se celebra en todo el mundo. Ayer reinó, junto a la bandera del país latinoamericano, en el barrio de Salamanca de Santa Cruz de Tenerife, en pleno corazón de la capital chicharrera. Lo hizo como símbolo del encuentro de una comunidad del país andino que suma entre 1.500 y 2.000 personas, aunque censados aparecen 600. Es evidente que son bastantes más. En agosto hace calor, otro factor a tener en cuenta, pero lo de ayer fue otra cosa: el infierno anunciado por la previsión meteorológica. Pero nada pudo frenarlos.

La mañana se presenta tórrida –gracias a la sombra de los árboles de la plaza, un maravilloso refugio– y así lo confirman los vecinos que pasean sus perros por el entorno como cualquier otro sábado. Preguntan los críos a qué obedece este movimiento de personas disfrazadas. No es eso. No se trata de un disfraz, sino del reflejo de una expresión cultural que muestra su vestimenta tradicional, como nuestros trajes de mago. Cada uno aporta lo que puede. Un estandarte, un tocado, una bandera, flores, comida y hasta hojas de coca. Esta fiesta nace del pueblo y vuelve al pueblo. Como cada año, y ya van ocho, la comunidad boliviana residente en la Isla rinde honores a su patrona nacional con actividades en torno a su imagen.

Una veintena de grupos representativos de las danzas folclóricas del país andino muestran lo mejor que tienen. Cada año le corresponde organizar a uno de ellos. Esta vez le toca a Tinkus Waynas de Toco. Sus dirigentes explican que «los bolivianos de Tenerife venimos organizando esta fiesta desde hace siete años, este será el octavo, y ya es una tradición, no solo para los que residimos el barrio, sino para todos los compatriotas en la Isla».

Lourdes Espinosa, ayer, en la puerta de la iglesia de Fátima.

Lourdes Espinosa, ayer, en la puerta de la iglesia de Fátima. / José Domingo Méndez J.D.M.

Caretas, matracas, banderas, fe, tradición, color, comida –picante, por cierto– y, sobre todo baile, mucho baile. Son los elementos que marcan la mañana en el entorno de la iglesia de Nuestra Señora de Fátima, en el barrio chicharrero de Salamanca. Por un día se parece a Cochabamba, la ciudad de Bolivia donde, concretamente en Quillacoco, a 13 kilómetros, la virgen se apareció a finales del siglo XVII a una pastorcilla como en Lourdes o en Fátima. Es la imagen de Urkupiña, patrona de la Integración Nacional del país andino.

Durante los días previos se desarrollaron actividades como prólogo a la fiesta homenaje. Realmente hay dos imágenes de la virgen. Una permanece en la iglesia de Fátima, a la espera de que el Obispo de la Diócesis de el permiso para que permanezca allí definitivamente, aunque ayer se permitió que saliera en procesión. La otra talla pasa de forma itinerante por los hogares de la comunidad.

Fe, color, baile  y tradición para honrar a la ‘Candelaria de Bolivia’

Fe, color, baile y tradición para honrar a la ‘Candelaria de Bolivia’ / José Domingo Méndez J.D.M.

La Candelaria de este rincón de Latinoamérica en Tenerife aglutina a una comunidad que ya la semana anterior, el 5 de agosto, celebró a su patrona, la Virgen de Copacabana. Hace ya ocho años, con el paréntesis de 2020 y 2021 por la pandemia, que los bolivianos también rinden honores a su otra patrona, la que ellos mismos califican como la de la integración nacional patriótica. Los miembros de la comunidad boliviana en la Isla van apareciendo poco a poco. La plaza Francisco Hernández Barroso, junto a la parroquia de Fátima se llena lenta, pero inexorablemente, La gente llega de todas partes de la Isla para converger en este trozo del Altiplano en el Uruguay, la zona alta de Salamanca, un nombre que, como Bolivia, evoca también a Latinoamérica. Ya hay cuatro generaciones de bolivianos en la Isla –padres, hijos, nietos y biznietos–. Llegaron con el inicio del boom de la construcción en la década de los 2000. Muchos se fueron tras la crisis de 2008, que afectó sobre todo al sector donde trabajaban, pero también han vuelto en gran medida para levantar sus casas –muy rápido como corresponde a su fama de buenos trabajadores–, sobre todo terreras, en los barrios populares de Santa Cruz y de La Laguna.

Los bolivianos chicharreros ultimaron todos los preparativos para una fiesta que organizaron a conciencia. Con la complicidad del párroco de Fátima, Juan Francisco Alonso. ¡Viva la Virgen de Urkupiña! grita el locutor, megáfono en mano para animar a todos los presentes. Y sale la virgen del templo para iniciar la procesión por las calles Poeta Tomás Morales, Los Sueños, El Olvido y Febles Campos.

Fe, color, baile  y tradición para honrar a la ‘Candelaria de Bolivia’

Fe, color, baile y tradición para honrar a la ‘Candelaria de Bolivia’ / José Domingo Méndez J.D.M.

Reynaldo Aguilar, presidente, y Nélida Velásquez, vicepresidenta, aclaran, explican e ilustran durante la mañana, con la sabiduría que da el conocimiento, qué está viendo el testigo de esta fiesta. Lo hacen desde el colectivo que forman los migrantes organizados. Este año cuentan con la colaboración y la ayuda de grupos de bolivianos de Las Palmas de Gran Canaria.

El recorrido es una sorprendente explosión de color y movimiento imparables, muy difícil de explicar con palabras. Basta mirar las imágenes que ilustran estas líneas. Hombres, mujeres y niños –hay gente de todas las edades– bailan al son de la música tradicional andina que sale de varias columnas de sonido. Salida y retorno desde y hacia la plaza de la virgen de Fátima. Con una corte tras la de Urkupiña que forma unas doscientas personas. La mayoría, con trajes asfixiantes que, como mínimo, pesan veinte kilos cada uno, se asan de calor, pero siguen adelante. Por la virgen de Urkupiña y por Bolivia. Luego, ya por la tarde, la fiesta sigue en un local de El Centenero, en el término municipal de La Laguna, donde se disfruta y se baila delante de la venerada imagen.

«Vale un Potosí». Eso dice el viejo refrán castellano sobre el oro de los conquistadores, hoy sustituido por el litio de otros. No es la mayor riqueza de Bolivia. Esa hay que buscarla en sus gentes. De La Paz, Sucre, Cochabamba, Tenerife...

Fe, color, baile  y tradición para honrar a la ‘Candelaria de Bolivia’

Lourdes Espinosa, ayer, en la puerta de la iglesia de Fátima. / María Pisaca

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Lourdes Espinosa forma parte de la comunidad afincada en Tenerife. Llegó en 2004 y casi 20 años después –se considera «casi más chicharrera que boliviana»– recuerda cómo antes trabajó en la huerta murciana, desde las seis de la mañana sin parar (Lorca, Jumilla...) o en Madrid, donde vivió «en primera persona» el racismo hasta que alguien le habló de la Isla. Aquí estudió Enfermería y hoy se dedica al Servicio de Atención a Domicilio en el Área Metropolitana (Santa Cruz-Laguna), donde se concentran la mayoría de compatriotas. Lleva catorce años con su compañero Agustín y valora: «Ha habido una evolución, aunque seguimos mayoritariamente en las tareas de servicio doméstico o como cuidadoras, sobre todo de mayores». Los chicos, entiende, «buscan ahora otro camino laboral con las nuevas tecnologías». Lourdes manifiesta su «orgullo» por vestir de chola (campesina) y lucir la pollera (falda) de la mujer rural de su país. Reivindica a su madre, María –ella lo es de Daiana (31), allá en Bolivia, y de Fabián (29), de aquí– quien fue guía y referente. Recuerda: «Nuestra fraternidad –hay veinte– es Fanáticos de la Gran Morenada». Un homenaje a los esclavos negros que llegaron con la colonización. | J. D. M.

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