DÍA DE LA ENFERMERÍA

De las curas de los 'boomers' a la prevención de la Generación Z: dos canarias evidencian cuarenta años de cambios en la enfermería

Inés García y Lúa Sanabria comparten una profesión en constante evolución que en los cuarenta años que las diferencia ha atravesado un abrupto cambio tecnológico, un mayor reconocimiento a sus funciones y un cambio de modelo de cuidados

nés García y Lúa Sanabria comparten una charla en el Hospital de Día del Hospital del Tórax, dependiente del Hospital Universitario de La Candelaria.

nés García y Lúa Sanabria comparten una charla en el Hospital de Día del Hospital del Tórax, dependiente del Hospital Universitario de La Candelaria. / María Pisaca

Verónica Pavés

Verónica Pavés

Les separan cuatro décadas, y sin embargo, a Inés García y Lúa Sanabria ni la edad ni la experiencia les diferencia a la hora de tratar a sus pacientes con ese cariño especial que caracteriza a las enfermeras. García cumplió 61 años a principios de enero. Le quedan tres más para jubilarse, pero su rostro no ha perdido ni un ápice del entusiasmo que tenía cuando inició su carrera. El mismo que hoy ve reflejado en el de Sanabria que con 23 años arrastra en cada palabra una pasión prístina por los cuidados de la población canaria.

Ambas representan hoy dos caras del espejo de una vida dedicada al cuidado. Sanabria empezó hace menos de un año su carrera como enfermera en el área de Neonatos del Hospital Universitario Nuestra Señora de La Candelaria, donde se encarga de sacar adelante a los bebés más frágiles recién llegados al mundo. En el otro extremo se encuentra García que, mientras se acerca al ocaso de su recorrido profesional, ayuda a otras personas frágiles y mayores a afrontar el final de sus vidas. 

Ninguna de las dos entró en la carrera con una vocación clara de ser enfermera, pero cada día que pasan en la profesión, les convence un poco más.

García evoca, con la ternura de quien recuerda el regalo de navidad más preciado de su vida, sus primeros años en la profesión. A principios de los 80, en plena Transición, esta malagueña con inesperado corazón canario,  protagonizó la primera reforma sanitaria de España. "Fui de las primeras generaciones de diplomados en enfermería", afirma García, que recuerda que antes las enfermeras se conocían como ATS.  

Cuando pisó por primera vez un hospital, la profesión se encontraba en un momento colmado por la misma revolución que impregnaba las calles con el movimiento hippie o la movida madrileña. Movimientos que invitaban a avanzar hacia un futuro más próspero y a rearmar el estado del bienestar. "Faltaban muchas enfermeras en aquel momento", rememora García. La incorporación de nuevas profesionales para atender la demanda era, por tanto, indispensable. "Había trabajo en todos lados", sentencia. 

Las enfermeras charlas en el Hospital de Día del Hospital del Tórax, dependiente del Hospital Universitario de La Candelaria.

Las enfermeras charlas en el Hospital de Día del Hospital del Tórax, dependiente del Hospital Universitario de La Candelaria. / María Pisaca

En aquel contexto impregnado de optimismo económico y social, la enfermera aterrizó en Lanzarote junto a otros seis profesionales –y amigos– con los que compartía piso en Cádiz. Allí comenzó lo que sería un largo romance con las Islas Afortunadas. No fue, sin embargo, hasta que se trasladó a Tenerife para estudiar psicología en la Universidad de La Laguna –una carrera que nunca acabaría cursando– cuando encontró su verdadero amor. "Llegué al Hospital de Ofra en 1987, cuando aún estaba destinado a los enfermos con tuberculosis, y aquí hallé mi verdadera vocación enfermera: cuidar de gente mayor", revela. 

Cuatro décadas más tarde y pese a haberse enfrentado a varias crisis económicas –y una pandemia mundial– los pronósticos laborales de la enfermería no han cambiado tanto. Lúa Sanabria y sus compañeros de clase han encontrado trabajo sin pestañear. "Acabé la carrera el 3 de junio del año pasado y el día 15 ya tenía mi primer contrato", explica Sanabria. Sus amigos no tuvieron muchos más impedimentos. De hecho, con esta célere incorporación al mundo laboral, Canarias ha evitado que muchos de ellos acaben emigrando a otros países. Una salida que cada vez se promociona más. Y se hace incluso antes de que los canarios se gradúen. 

Reclutamiento fuera de España

"Antes de acabar la carrera nos contactaron para reclutarnos en otros países, como Londres o en Noruega", explica Sanabria. Las enfermeras canarias reciben información sobre esta oportunidad laboral alternativa antes de culminar su último curso universitario con la promesa de aprender un idioma y ganar experiencia laboral. Sin embargo, lo que suele suscitar la salida de las Islas –aunque a priori sea temporal–, es que los profesionales se acaben asentado allí y no regresen, originando una sangrante fuga de cerebros que, desde que comenzó la pandemia, ningún sistema sanitario se puede permitir. 

De su primer día Sanabria recuerda las dudas y los nervios que le suscitaba el tener una responsabilidad que hasta el momento nunca había desempeñado. Comenzó en la planta quinta norte del Hospital de La Candelaria, en el Servicio de Digestivo a la que nunca había rotado durante las prácticas. "No tenía ni claves para usar el ordenador", rememora. Gracias a la ayuda de sus compañeros, sin embargo, pudo afrontar de forma más resiliente esos primeros días. 

Y es que si algo caracteriza a la profesión es el compañerismo. "Compartimos mucho, nos ayudamos todo el rato", afirma Sanabria que asegura que no es raro encontrar a dos compañeros compartiendo los resultados de una nueva lectura científica. Las palabras de la joven enfermera son ratificadas por Inés García, que asegura que "si no se trabaja en equipo, esto no funcionaría", pues los cuidados se deben realizar las 24 horas al día. 

Ambas comenzaron su andadura profesional en dos contextos muy diferentes. No en vano, en cuatro décadas las enfermeras han pasado de ser consideradas auxiliares de los médicos a verdaderos pilares del estado de bienestar.  Pero también ha influido en sus vidas  el salto tecnológico y científico que ha experimentado la sanidad en los últimos 40 años. "Las camas eran manuales, había que levantarlas a mano con una palanca; y las historias clínicas se atesoraban en grandes tochos escritos a mano", rememora García.

Sanabria ha llegado a la profesión en un momento donde resulta impensable que toda la información que manejan sobre los pacientes no esté a un golpe de click. Además, cada semana "tenemos algún tipo de formación sobre nuevo aparataje o métodos de cuidados", insiste Sanabria. 

En cuarenta años la ciencia ha avanzado lo suficiente como para cambiar por completo el abordaje de los pacientes. "Antes se apostaba más por curar, y ahora trabajamos con un propósito de prevención", revela García. Así, el perfil del paciente que acude a centros de salud u hospitales ya no es el mismo que hace cuarenta años. Lejos queda aquella persona que acude a su médico después de un largo periodo aquejado con alguna dolencia y había empeorado su estado de salud por no tratarla a tiempo. "Ahora la población está muy informada, muchas erróneamente a través de internet, pero se preocupan mucho más", revela Sanabria. 

Inés García y Lúa Sanabria se abrazan y rien.

Inés García y Lúa Sanabria se abrazan y rien. / María Pisaca

La ciencia no solo ha conseguido que la población sea más consciente de su salud, también que sus estancias en los hospitales sean mucho más cortas. "Antes los pacientes se podían quedar hasta 6 meses en el Hospital del Tórax, ahora la recuperación es mucho más rápida y en apenas unos días pueden volver con sus familias", sentencia García. Durante este tiempo, los pacientes también han cambiado su concepción de la enfermería y de la sanidad en general. "Éramos como dioses, y eso tampoco puede ser", insiste García. 

Sentadas una frente a la otra, Sanabria y García, Lúa e Inés, comparten la alegría y el entusiasmo de una profesión que aseguran "tiene mucho futuro por delante". Pese a su diferencia de edad, hay pocas cosas que no compartan cuando se trata de hablar de enfermería y en las miradas que se dedican cada tanto en cuanto destaca la admiración. De sus labios se repite la misma frase: aprendizaje. Y es que si tuvieran que quedarse con algo que la enfermería les haya regalado sería precisamente eso,  la capacidad para seguir aprendiendo de sus compañeros y sus pacientes. Por eso ninguna se sonroja al afirmar sin dudar que "la enfermería es una profesión preciosa". 

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