¿Quién no ha situado o relacionado alguna vez el mito de la Atlántida en las coordenadas en las que se ubican las Islas Canarias? Homero fue quien relató la historia de esa tierra insular y fortificada que albergaba una civilización superadelantada para el tiempo en el que le tocó vivir y la situó más allá de las Columnas de Hércules, es decir al oeste del Estrecho de Gibraltar. Puede que le llegara a sus oídos la existencia de unas islas ricas en materias primas y tesoros, las Islas Afortunadas que albergaban el Jardín de las Hespérides y puede que esas islas fueran las que forman el Archipiélago canario.

Las Islas Canarias fueron un territorio conocido no solo por los griegos, los fenicios y los romanos pues venían a estos peñascos a recolectar un tipo de molusco o múrex del que se obtenía el color púrpura para teñir los ropajes más selectos de las élites. Tal era el valor de esa mercancía que no desdeñaban en correr el riesgo de ir más allá del Mare Nostrum. Alrededor de la púrpura todas estas civilizaciones establecieron un circuito comercial que salió del Mediterráneo y exploró tierras atlánticas en una navegación de cabotaje por las costas africanas y las Islas Canarias desde al menos el siglo VII a. C.

Desde entonces, las Islas Afortunadas fueron identificadas también como el lugar en el que se encontraba el Jardín de Las Hespérides, un paraíso en el que crecían árboles tan maravillosos como el que daba frutos de oro, en concreto manzanas.

Este mito, el del Jardín de las Hespérides, tiene como protagonista a Ladón, el dragón de 100 cabezas, al que se identificará luego con el origen mitológico del drago, el fabuloso árbol que crece por buena parte de la geografía canaria y cuya savia es de color rojo como la sangre.

El mito griego

En la mitología griega, Ladón (en griego Δρακον ΛάδωνDrakon Ladôn) era un dragón de cien cabezas -cada una de ellas hablaba una lengua diferente- que guardaba el Jardín de las Hespérides, por lo que también se le conocía como Dragón de las Hespérides (en latín Draco Hesperidum). Era hijo de Forcis y Ceto o de Tifón y Equidna, según distintas versiones.

"El Jardín de las Hespérides", de Néstor Fernández de la Torre.

Ladón fue enviado por Hera para proteger las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides y Heracles lo mató en uno de sus doce trabajos, cuando el héroe griego vino a por las manzanas de oro. Para agradecer los leales servicios de Ladón, Hera subió sus restos al cielo, donde desde entonces forma la Constelación del Dragón. Ladón es descrito como un dragón aterrador y enorme, con un centenar de cabezas, como si "cien pitones se hubieran fusionado". Su cuerpo serpentino es más grueso que un cohete, y sus escamas brillan como el cobre. Su hedor es similar al de una rata muerta, pero "cien veces más fuerte".

La sabia del drago es de un rojo intenso, y la forma retorcida de sus ramas, semejantes a un conjunto de cabezas sujetas a un grueso tronco. Ambos elementos son los que dieron lugar a que los autores clásicos vieran en cada drago un descendiente directo de aquel extraordinario dragón que guardaba las frutas de oro que crecían en Tenerife -vale, en el Jardín de las Hespérides-.

Drago milenario de Icod de los Vinos. El Día

Los dragos son capaces de vivir durante cientos de años y fueron objeto de veneración por parte de los antiguos habitantes de Tenerife, los guanches. El más famoso y longevo ejemplar de esta especie vegetal es el conocido como de Icod de los Vinos, al norte de Tenerife, que se ha convertido en una atracción turística de primer orden.