Hace cientos de años, un comerciante desembarcó por la playa de San Marcos (Icod), en busca de un líquido milagroso que poseía grandes propiedades. Ya en tierra, descubrió unas infantas que plácidamente se bañaban desnudas y solas en el mar. Corrió tras ellas y capturó a una que ofreció al navegante suculentos frutos que comió a placer. En un descuido, la bella dama saltó hacia un bosque, y el mercader intentó recuperarla sin éxito porque un extraño árbol, cual enorme serpiente, ocultó a la doncella entre sus ramas. El intruso lanzó un dardo contra el árbol, del que goteó líquido de intenso color rojo, con lo que, despavorido, regresó a su barca y desapareció convencido de que el árbol era el dragón que protegía en su jardín a una de sus ninfas.

Con el tiempo, surgió la idea de proteger aquel dragón-árbol de 18 metros de altura, un perímetro en la base de su tronco de 20 metros, y más de 300 ramas principales, para convertirlo en símbolo de Icod y Tenerife, siendo declarado Monumento Nacional en 1917, y actualmente es el más grande y longevo que de su especie se conoce en el mundo. El entorno del drago fue diseñado, tras un concurso de ideas convocado en 1984, por los arquitectos Felipe Artengo, Fernando Menis y José María Rodríguez-Pastrana. El tronco del drago tiene una enorme cavidad que se eleva hasta 6 metros de altura, a la que se accede por una puerta, y en 1985 se practicó un profundo saneamiento, instalándose en su interior un ventilador para facilitar la circulación del aire y evitar la proliferación de hongos.

En 1993, el Ayuntamiento de Icod desvió la carretera que pasaba a pocos metros del drago, con lo que este símbolo vegetal de Canarias ya no corre peligro, siendo convertido el entorno del drago en el “Parque del Drago”, que exhibe distintas especies vegetales endémicas de Tenerife. Entre 1997 y 2000, los profesores de la Universidad de La Laguna Wolfredo Wildpret y Victoria Eugenia Martín colaboraron con los arquitectos en la selección de la flora, repoblándose terrenos próximos con especies autóctonas.

Hace unos días recorrí el parque a placer, contemplando una muestra de bosque termófilo, con especies como sabina, acebuche, tajinaste, palmera y drago, resultando llamativo la “Guardería de Dragos”, formada por dragos de pequeño tamaño acompañados de blancos tajinastes. El Parque ofrece una muestra del ecosistema de cardones y tabaibas, unas especies que disponen de látex en su interior, un líquido pegajoso y espeso. Por el interior del Parque discurre el Barranco de Caforiño, formado desde hace millones de años por el desgaste que produce el paso del agua por la superficie del terreno.

Se encuentra también un lagar, elemento representativo de la cultura del vino en Canarias e Icod, que, construido con maderas nobles y piedras de origen volcánico, techumbre vegetal o tejas de barro, en él se pisa y se prensa la uva hasta obtener el mosto que será transformado en exquisito vino, que es probado en la víspera de San Andrés, junto con otros manjares como castaña, batata y mojo.

Las carboneras son una recreación de leña apilada que se usan para obtener carbón vegetal, consistente en la acumulación de trozos de madera mezclados con tierra en una estructura de forma cónica, de tal forma que la combustión lenta de la pila, con escaso oxígeno, va generando carbón durante varios días en función del tipo de madera y técnica empleada.

No pude acceder por cierre temporal a una cueva volcánica en la que en tiempos prehispánicos se enterraban las momias guanches, pero resultó espectacular contemplar desde un mirador la ciudad de Icod, los campos de alrededor, el Teide, el mar y el colorido malva de las siemprevivas.

Especial atención merece una zona del parque dedicada a huerto medicinal en el que encontramos canela (aromática), salvia (anticatarral), menta poleo (expectorante), toronjil (estomacal), hierba luisa (antihistamínica), curry (diurético), aloe vera y lavándula (cosméticas), ruda (depurativa), algodón (apósito), duraznero (laxante), aguacatero (caída del pelo) y guayabo (antidiarreico).

Pero sin duda la máxima atracción del Parque es el Drago Milenario a pesar de los achaques propios de su avanzada edad, 800 años, llamando la atención que la savia que contiene, al contacto con el aire, se vuelve roja obscura. Una visita reconfortante en tiempos de pandemia.

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