Canarias en general, y Tenerife en particular, han estado siempre ligadas a todo tipo de ritos, rituales, creencias y leyendas, desde antes de la conquista de la Corona de Castilla como posteriormente. Los guanches ya bailaban antes de que llegaran en barcos de vela los adelantados en la zona que hoy conocemos como el Bailadero de Anaga. Lo hacían entonces para propiciar las lluvias y que fueran abundantes las cosechas del escaso y primitivo cereal que daba la tierra y con el que, una vez tostado y molido, hacían su gofio. Una zona como el Macizo de Anaga, con sus bosques de eucaliptos, laurisilva y zonas de fayal-brezal así como los cardones que se entremezcal según la altura a la que estemos, encierra también leyendas que a pesar de la oscuridad de los tiempos pasados han llegado hasta nuestros días envueltas en un halo de misterio y de curiosidad por parte de aquellos que no las conocen.

A pesar de que esa tradición aborigen está atestiguada, bien es cierto que no son pocos los lugares que hay en Canarias que se llaman "bailadero" termino que deriva del "baladero" que es adonde se llevaba el ganado para darle resguardo y hacerle "balar". Pero quizás, el del Macizo de Anaga sea el menos propicio para llevar el ganado, por lo escarpado del lugar.

Las costumbres de los aborígenes pronto se entremezclaron y fusionaron con otras de origen extranjero durante la conquista castellana, lo que dio lugar al nacimiento de nuevas tradiciones sincréticas a partir de la llegada de la fe católica, transformaciones de otras antiguas que aún se conservarían durante los años posteriores al asentamiento de castellanos y portugueses. Otras en cambio desaparecieron, pero son recordadas por los historiadores especializados en el mundo mágico de nuestros aborígenes los guanches.

Panorámica de El Bailadero, en Anaga.

Sin embargo, tras la cristianización de la Isla -y aunque no queden restos escritos, la tradición oral lo atestigua- algunos de aquellos ritos ancestrales pronto fueron cambiados por otros de corte más europeo. Quienes llegaban a las islas y ocultaban a la iglesia sus creencias místicas, pronto averiguaron cuáles habían sido los lugares que tenían por mágicos los antiguos pobladores y fueron reutilizados para con nuevos ritos aprovechara el magnetismo que desprendían.

Así fue lo que ocurrió en el Bailadero de Anaga, que pasó de ser testigo mudo de los bailes y danzas de los guanches, al de grupos de mujeres que bailaban en narcotizantes y embriagadores aquelarres alrededor de una hoguera.

Las llamadas brujas de Anaga, ataviadas con largos y densos ropajes negros, ascendían hasta la llanura superior del Macizo, adentrándose en el espesor del bosque termófilo. Antaño la zona estaba muy escasamente poblada, muchísimo menos que ahora, por lo que fue un lugar en el que realizar prácticas oscuras alejadas de las miradas de la iglesia, la inquisición y vecinos comunes que podrían denunciarlas para ser juzgadas en un auto de fe.

Las leyendas populares de la zona relatan que un intenso brillo fatuo dejaba adivinar el vaivén de las sombras de cuerpos que danzaban y bailaban alrededor del calor, naciendo de ahí el sobrenombre de bailadero de las brujas.

Aunque estas prácticas rituales se conservan en el acervo popular tras transmitirse de forma oral entre generaciones, las leyendas no han revelado nunca si en este paraje de Tenerife se diera el caso de sacrificios de animales o incluso humanos, como bien se sabe que sucedía en otras zonas del territorio canario. No obstante el lugar siempre se ha considerado como un enclave de poder donde se pudieron llevar a cabo prácticas y rituales de toda índole, muchos de ellos tachados de brujería aunque la mayoría de ellos pudieran ser considerados como ritos "paganos" de difícil comprensión para una mentalidad fuertemente influenciada por la religión católica de otras épocas.

Algunos de esos ritos o costumbres son en realidad verdaderas joyas etnográficas ya que han pervivido hasta nuestros días.

Sendero en el Macizo de Anaga.

Las Maguadas

El rico patrimonio folclórico en torno a los bailes de brujas, es una manifestación de las danzas realizadas por las sacerdotisas nativas y que ya fue motivo de interés de estudiosos del folclore canario, como Lothar Siemens Hernández, que apunta a una vinculación de los bailes brujeriles con ritos de los antiguos canarios. Las danzas y cantos ejecutados por las Maguadas son, curiosamente, repetidos posteriormente por las brujas. Los zapateos y palmas son el elemento más común en estos bailes, que acompañados por canciones, sirven para el cometido de las brujas y en casi todos, tiene una gran carga erótica, disimulado en las letras.

La mayoría de estos bailes eran ejecutados por mujeres, pero hay testimonios que algunos hombres también tomaron parte en ellos.

La tradición oral se dice que la reunión de las brujas en los lugares donde preparan sus fechoría y su posterior baile, presidido por el diablo se realiza a las doce en punto de la noche y que el baile se realiza después de que llegue el ángel de las tinieblas, a las tres y media de la mañana.

En algunos de estos lugares para recibir al diablo se le saludaba así: “Seas Bienvenido Reverendo macho de cuerno torcido, cuantos jaramagos te habrás comido” .

El Baile del gorgojo

Uno de los bailes que se atribuyen a las brujas es el Baile del gorgojo, que tiene su origen en las danzas aborígenes dedicadas a la fertilidad.

Este baile consistía en que las mujeres, "una vez que torcían las dos puntas de sus enaguas entre las piernas en forma de pantalón, se colocaban en fila y de cuclillas frente a otra hilera de hombres en igual postura, cuya finalidad era la de terminar, hombres y mujeres revueltos en el suelo al perder el equilibrio por el aumento frenético del compas que imprimían al baile los músicos". Con las primeras notas de estos, comenzaban los danzantes a dar saltos en cuclillas, mientras se cantaban las siguientes estrofas que constituyen la canción del baile del gorgojo:

“El gorgojo está en la peña donde está me jase señas, que me vaya, que me vaya, que me vaya a dar con ella. El baile del gorgojito, se baila de cuclillas, doblándose las rodillas y de brinquito en brinquito. Anoche te picó un grillo, yo creí que era un gorgojo, anoche no lo cogí, pero esta noche si lo cojo. Mi gorgojo está entre peñas, desde allí me jase señas, que vaya de aquí a un poquito a bailar con mi gorgojito”, según recoge Fernando Hernández González.

Lothar Siemens refiere sobre este baile del gorgojo que se practicaba en determinados sitios de Tenerife, Gran Canaria y Fuerteventura, cuyo recuerdo perdura aún como una cierta danza ocultista, primitivamente relacionada también con prácticas brujeriles, llama el baile del gorgojo. Esta danza se bailaba de noche en lugares apartados, en cuclillas y dando saltos, y algunas veces aparecían los danzantes completamente desnudos.