Opinión | A BABOR

Les gusta la fruta. O la odian

Sánchez ha convertido las Europeas en una película de superhéroes contra el imperio facha

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, durante el último pleno del Congreso.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, durante el último pleno del Congreso. / José Luis Roca

Es casi como en un juego de niños, lo importante al final es quién gana, y han ganadlo –por goleada– los amantes de la fruta, frente a los que directamente no la tragan. La Delegación del Gobierno de Madrid, la misma que certificó 12.000 participantes en la manifa de Ferraz a favor de que Sánchez no se fuera, ha dado la cifra de 20.000 a ésta de Alcalá, para que se vaya. Por supuesto, los convocantes multiplican por cuatro esa cifra: siempre ocurre, creo recordar que después de lo de Ferraz, algún medio amigo llegó a hablar de cien mil socialistas pidiendo a Sánchez que volviera. Pero lo que cuenta es la comparativa de la Delegación del Gobierno, que ha preferido no hacerse un Tezanos: 12.000 por Sánchez, 20.000 contra Sánchez. Porque no se engañen, esto no iba de otra cosa más que de ganar la calle para poder decirle al país que son más.

Como era de esperar, el PSOE ha amagado con que la concentración convocada por Feijóo (la quinta desde las elecciones) ha sido un rotundo fiasco, un fracaso: las cifras del pasado no cuentan, lo que fue un éxito con doce puede ser un pinchazo con veinte. En la contabilidad creativa del discurso político, lo único que sirve es lo que se quiere decir, lo que se dice. La verdad no tiene la menor importancia. Vale mucho más acertar con la ocurrencia.

La de Vox, por ejemplo, calificando de «romería» la cita del PP, y anunciando –vienen curvas– la «gran coalición» entre el PP y el PSOE para después de las Europeas. La yenka izquierda-derecha-izquierda-derecha. Sinceramente, de entre las boutades de esta campaña, ninguna será capaz de superar la del porteño Milei, pero esta de la «gran coalición» bien podría pasar también a la antología de los éxitos fake de la temporada. No existe ninguna posibilidad de un acuerdo, ni siquiera uno pequeñito, para sacar adelante una ley como la del Suelo, que necesitan los alcaldes de este país (y hay más del PP). El PSOE ha achicharrado cualquier posibilidad de entendimiento, buscando de forma constante y permanente la confrontación, la única trinchera desde la que puede seguir Sánchez en Moncloa. Después de delicias turcas como la acusación personal a Feijóo de pasados concubineos con el narcotráfico, o las operaciones –también personales– de acoso y derribo contra Ayuso vía hermano primero y novio después, las opciones de entendimiento se han evaporado: la presidenta Ayuso lo dejó claro antes de la manifa en la madre de todas las entrevistas: «el PP no puede ser la tabla de salvación de este Gobierno solo y roto cuando se está ahogando», dijo ayer en portada. Lo dijo el mismo día que todos y cada uno de los suyos rescataban el himno de la movida y de la vieja izquierda madrileña –¡Mirala, Mirala!– para convertirlo en coro de los amantes de la fruta. Tuvieron al menos el detalle de no usar la versión de Ana Belén y Víctor Manuel, sino una adaptación más movidita, la de Aleks Syntek, un mexicano coleguilla de Laura Pausini, Ana Torroja o David Bisbal.

Entre músicas y cifras, la duda razonable, en un país definitivamente enfangado hasta el tuétano… ¿Sería tan mala idea una coalición de amantes y enemigos de la fruta? Podría servir para resolver de una vez los grandes problemas, sí. Si no fuera porque –precisamente– el mayor de los problemas para esa gran coalición que Vox se saca tramposamente de la manga para espantar el voto útil al PP es la imposibilidad manifiesta de llegar a ningún tipo de acuerdo entre la izquierda y la derecha. La última vez que se intentó, lo que parió el intento fue la consolidación del liderazgo del resistente Sánchez en el PSOE y el inicio de la etapa más convulsa y desquiciada de la democracia española desde el golpe de Tejero en 1981.

La romería dio de sí –al menos– para disparar el inicio de campaña del PP por la mayoría: se trata de una apuesta a todo o nada, que forzará el análisis del voto provincia a provincia, para disponer –sin aliños del CIS– de la radiografía electoral del país. Dependiendo de lo que ocurra, y algunas de las cosas que pueden ocurrir son la transferencia de una parte del voto de Sumar al PSOE, si le vuelven a salir las cuentas con vascos, catalanes y lo que quede de sus operaciones de línea blanca, Sánchez es capaz de volver a convocarnos otras elecciones este año. OTRA MÁS. Porque así, con el Gobierno fraccionado e incapaz de ponerse de acuerdo para votar ni leyes ni presupuestos, Puigdemont cabreado, Esquerra medio muerta, y los vascos cada uno a lo suyo, el tinglado no se aguanta.

Por eso Sánchez ha convertido las Europeas en una película de superhéroes contra el imperio facha. La guerra es en casa, y las elecciones en Europa, pero Sánchez se ha buscado al enemigo lo más lejos posible, en Argentina e Israel. La sangre no va a llegar al río, pero Milei y Netanyahu sirven para llamar a rebato a los que odian. La fruta.

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