Opinión

Elecciones vascas y Athletic de Bilbao: monoteísmo y comunión papal

Celebración de la del Athletic Club de Bilbao por el título de la Copa del Rey

Celebración de la del Athletic Club de Bilbao por el título de la Copa del Rey / Luis Tejido

Euskadi celebrará elecciones al poco del triunfo del Athletic de Bilbao en la Copa del Rey, con la apoteosis de masas encandiladas, nunca vistas, y la plena satisfacción general. La gran puja bilbaína gracias al Athletic siempre ha sido granjearse la admiración mundial o, al menos, española. En ese afán, en términos estrictamente futbolísticos y resultados, batallan todo el mundo. En ser de la misma región los futbolistas, ninguno. Aunque el Athletic sea casi un equipo navarro. Por tanto, que se milite bajo una condición sin competencia, no sirve si en más de 40 años, no se ha ganado nada. Por eso el trofeo perseguido ha de ser uno secundario, que prime la suerte, la contingencia, la posibilidad. De hecho, en el ranking, el mejor equipo vasco es la Real Sociedad, por la participación en competiciones continentales.

La movilización de masas, su fervor, en perfecta y arrebatada comunión y en algún caso éxtasis, no tiene mejor parangón y antecedente que las vibrantes concentraciones religiosas en general: marianas o chiitas. Lo del Athletic no es lo de la Cibeles: una gran celebración, pero sin el gran espíritu del “pueblo” que festejar, sin ritos espectaculares que cumplir. Sin Virgen de Begoña que ofrendar la Copa.

Sin duda el mérito del Athletic es su distingo del mundo como únicos, especiales y distintos. Algo que hemos heredado fundamentalmente de Sabino Arana. La reducción futbolística sería insuficiente para un fenómeno de masas de tal calibre. No podemos disociar de este fenómeno tan ardiente y embriagador las próximas elecciones vascas, en las que parece van a ganar los herederos del nacionalismo cruento y montaraz. La geografía carlista impositiva.

Se van a dar dos grandes fenómenos de aglutinación y unidad, integración y monolitismo. El otro y relacionado, es el auge total de los partidos nacionalistas, con el sanchismo perfectamente de insumo sumiso de ellos, sin molestarse en dar batalla o gesto de diferenciación. No tan figuradamente se podría hablar de monoteísmo nacionalista. Habida cuenta de que para los grandes teóricos internacionales y referentes mundiales el nacionalismo es una religión de sustitución. Desde que Sabino Arana inventara el nacionalismo, nunca hubo en el País vasco esa homogeneidad tan compacta y dominante, sino diversidad y pluralismo, ahora erradicados en este trance monoteísta sin precedentes. La verdadera memoria era la del carlismo en Euskadi, Navarra y Cataluña, el culto a la Patria y la evangelización fuerte de la lengua. Tanto fervor que abarque a toda la sociedad en comunión compartida, es envidiada por aquellos que les seduce el escalofrío de los absolutos. Como se ha visto con la gabarra de Hollywood. ¿Qué fútbol…?