Opinión

Dimitir, absurdo; romper con el novio, facultativo

Isabel Díaz Ayuso junto a su pareja, Alberto González.

Isabel Díaz Ayuso junto a su pareja, Alberto González. / EP

De todo lo que se le pueda acusar a ella es de sus andanzas particulares y propios latidos del corazón (visceral politización literal, en tiempos insospechados, como es esta fase superior de politización/control rampante de la justicia, hasta donde pueden). Que las parejas estén al tanto de las declaraciones fiscales del otro es realmente anómalo –hay que ser muy contable para ello–, no así los asesores que las hacen. Sería intolerable si son novios, sin hijos, hipotecas, ni historia convivencial. El código penal exime a cónyuges y parejas de declarar en contra del otro, quien puede lo más (ante tribunal) puede lo menos (adagio jurídico). Incluso para el caso, imposible por fechas, que lo pudiera saber, sospechar, ser cuchicheada por Hacienda.

El novio carece de toda relación comercial con la Administración que preside Isabel Diaz Ayuso, desprovisto de todo vínculo profesional él; y, en consecuencia, sin la más remota responsabilidad política ella. ¿Podríamos imaginar que la tuviera, únicamente posible con Stalin o la mafia? Lo saben, sin ley que les de amparo contra ella, erotizan su vida sentimental con novio con derecho a roce (X), según declaración ministerial (vía X) al pueblo español. Pero en el marco de férrea politización ética y estética del Estado y la sociedad y del mismo «ser novios»; tenemos al contribuyente de Hacienda, un particular, uno de los 2 millones con problemas o indagaciones de Hacienda (con cifra alta de juicios perdidos). Singularizado y acosado el novio por vulneraciones de la ley, mucho más graves por parte de la ministra de Hacienda y fiscal general, que las de él, ya que es muy plausible que salgan peor parados aquellos, excrecencias de Sánchez (peonaje), que el novio. Ahí está el caso de aquel paladín de la justicia universal, con una jueza argentina como él, que ya se veían administrándola, y ahora por las herriko taberna del grupo de Puebla y la narcoizquierda, léase Garzón prevaricador, para barruntar las consecuencias. El novio, a lo más, tendría que pagar, si no se anula el juicio (no ha dispuesto de la posibilidad de avenirse o no –abortada– a una conformidad) de llegar a él, pero la ministra y Fiscal general podrían acabar en la calle. Está en mucha mejor posición el novio, sin duda. Como no le pueden pedir la dimisión a él se lo piden a ella, dimisión que solo podría ser de novia, lo que resultaría muy poco romántico y pasional por su parte. El fraudulento cum laude Sánchez, aboliendo también de facto la función esencial de control del Congreso, se desgañitaba como un orate por la dimisión de Ayuso. ¡Y en Bruselas! ¡España eterna!