Opinión | EL RECORTE

A la oveja o a su pareja

Ayuso le pone mucho a la izquierda. No lo pueden evitar. Por eso entran al trapo una y otra vez dándole tantísima relevancia mediática

Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid.

Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid. / EP

La vicepresidenta y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, es vidente. Y no le hace falta echar las cartas o consultar la cabeza de Miguel Tellado, que es su bola de cristal favorita. Es capaz de ir caminando por los pasillos del Parlamento y comentarle a los periodistas unos datos sobre el novio de Isabel Díaz Ayuso que todavía no se han publicado en los medios de comunicación, pero que ella cita poniéndolos como fuente. Eso sí es anticipación.

Como hay gente escéptica, que no cree en la adivinación, se ha liado un pequeño escándalo. Dicen que se han filtrado datos confidenciales que maneja la Agencia Tributaria y que afectan a las propiedades y bienes de la pareja de Ayuso y a los que solo han podido acceder legalmente los inspectores de Hacienda y la Fiscalía. Y la señora Montero a través de la quiromancia, claro.

El artículo 95 de la Ley General Tributaria establece la reserva absoluta de los datos y las comunicaciones a terceros. Pero cuando hay sangre en el agua, los tiburones se disparatan. Y hasta los chanquetes andaluces, con dientes como escarpias, lanzan dentelladas con las comunicaciones, protegidas por ley, entre el abogado del novio de Ayuso con el fiscal y datos confidenciales sobre su patrimonio y sus deudas con el fisco.

Ayuso le pone mucho a la izquierda. No lo pueden evitar. Por eso entran al trapo una y otra vez dándole tantísima relevancia mediática. Alguien debió pensar, en su día, que si la entronizaban como la líder verdadera del Partido Popular provocarían un cisma en el partido. Al difunto Pablo Casado incluso lo convencieron. Pero el paso del tiempo parece demostrar que Ayuso no pica. Hoy por hoy parece muy desinteresada en hacerse con el poder del PP. Parece disfrutar de su papel de icónico pararrayos del odio africano de la izquierda, oscureciendo incluso a Alberto Núñez Feijóo, al que solo atacan, en momentos de apuro, con la manoseada foto de sus jóvenes devaneos con un capo de la droga gallego, allá por los años noventa. Es mejor que una amarillenta foto del colegio, sacándose un moco en el pupitre, pero solo un poco mejor.

La pareja de Ayuso, si engañó al fisco, tendrá que pagarlo. Es lo que toca y lo que ya han hecho antes que él muchos otros ciudadanos. Pero hay un detalle importante: no es Ayuso. Cuando los socialistas en Madrid detonaron el escándalo de la compra de mascarillas en la Comunidad, acusando al hermano de la presidenta, estaban jugando con fuego. Porque abrieron la veda para poner el foco en las compras de material sanitario, algo en lo que todos los partidos habían cometido chapuzas y consentido enjuagues impresentables. Lo de Madrid acabó investigado por la justicia, que no encontró delito en las actividades del hermano. Pero después vinieron los demás cañonazos. Y ya saben ustedes cómo está el patio.

La estrategia del Gobierno vuelve a estar marcada por su indisimulada fobia contra la Marquesa de las Cañas. Quieren implicarla a toda costa en una trama parecida a la de Koldo y demostrar que en todas partes cuecen fétidas habas. Pero acaba de cruzarse otra línea roja. Se ha puesto en la diana a las parejas de los políticos. Ayuso es una populista extrema y altamente venenosa, que carece de piedad con sus adversarios. Si alguien cree que va a dejar lo suyo sin venganza es que no la conocen. Ella no es una begoña rizomatosa, es una planta carnívora de la ribera del Manzanares.

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