Opinión | Vuelva usted mañana

Música y músicos

Nebulossa interpreta 'Zorra' en el Benidorm Fest.

Nebulossa interpreta 'Zorra' en el Benidorm Fest. / EP

Que España vaya a ser representada en Eurovisión por una canción intitulada Zorra, me ha hecho pensar; que la hayan votado para ser el paradigma de nuestra cultura en ese ámbito hermoso, sensible, espiritual y reflejo del país y sus sentimientos por los ciudadanos, mucho más, pues decantarse por una melodía estridente, acompañada de una letra con escasa poesía y excesivo artificio panfletario de nulo gusto, revela que algo se ha hecho mal y se sigue haciendo en este ámbito de la esencia humana, al menos antes de que la música sea invadida por la inteligencia artificial y las composiciones sean fruto de la predictibilidad y del orden establecido que mate la creatividad y el ingenio humano.

No existe en España cultura musical, siendo deficiente la poca que se cultiva, desde el colegio o instituto, hasta la Universidad e, incluso, en determinados conservatorios a los que les falta la vida, el espíritu y en los que la disciplina funcionarial se impone sobre el carácter propio de la enseñanza musical. La rigidez del funcionariado es tan opuesta a ser músico, artista y al aprendizaje de la música, que someterlo estrictamente a este régimen es un ataque frontal a la belleza, a la vocación y a la promoción de jóvenes a los que se debe impregnar del espíritu, no del sistema.

Los músicos, otrora los creadores de las más bellas sinfonías que cautivaban el ánima de sociedades mucho más elevadas, las de los poderosos que las promovieron y las del pueblo llano, que las asumió como elemento de su desarrollo personal, salvo quienes destacan en un universo que confunde la música con el ruido a veces huero de armonía y ritmo, son hoy un cuerpo al que se presta escaso o nulo cuidado, aunque ellos estén siempre prestos, por convicción y vocación, a ir de escenario en escenario por una escasa y casi nula soldada. Lo público, que es de todos, se emplea en empeños banales y quienes rigen nuestras haciendas, por ignorancia propia de lo no enseñado o huérfano de lo elemental que sirve para comprender lo básico, insisten en perpetuar ese abandono que es una tragedia para la formación intelectual e integral del ser humano que quiere serlo.

A salvo quienes tienen la suerte de formar parte de las pocas orquestas estables profesionales o son profesores de conservatorio, los demás pugnan día a día por ejercer su magisterio a precio de miseria, con mucho esfuerzo y, a pesar de eso, sembrando la semilla de lo que es poesía en estado puro.

La inversión pública es escasa y el desinterés por la música, evidente, solo tapado o disfrazado de limosnas en forma de subvenciones que no alcanzan el mínimo de la dignidad de quienes integran las orquestas.

Florecen por doquier orquestas de jóvenes, alumnos, que son convocadas sin coste, en lugar de promocionar a los profesionales y, a la vez, en muchos conservatorios sin alma, regidos por criterios funcionariales, se omite la labor de dar a esos jóvenes la oportunidad de ofrecer actuaciones conformes con su preparación y experiencia incipiente. Meros centros de enseñanza que se equiparan a otros sin atender a sus peculiares características. Torpeza, en sentido de ignorancia, dejadez o simple falta de espíritu.

Nuestra Diputación, que debe ser elogiada por el impulso al ADDA y a su orquesta, decidió hace tiempo que los conciertos que se llevaban a los pueblos de la provincia, poco sufragados, perdieran su finalidad de llevar la cultura musical a los mismos y, de hecho, se vincularan al turismo y a las fiestas populares, no a la cultura. Una visión que confirma lo antes dicho. La campaña Música de orquestas se extiende desde el 1 de octubre de 2023, al 31 de agosto de 2024. Pero, curiosamente, la convocatoria se publica el 29 de enero de 2024 y el plazo de los pueblos para demandar las actividades, concluye el 29 de febrero. Falta de seriedad, de rigor o de interés. Fácil sería que la campaña fuera anual y se convocara antes de comenzar su vigencia. Alguien tendrá que explicar este desaguisado y, sobre todo, el motivo por el cual, de hecho, todo queda reducido a la primavera y el verano, de lo cual podría deducirse que la finalidad de la convocatoria no es llevar la música a lugares donde no llega, sino la de servir a quienes nos visitan. Ignoran que en los pueblos pequeños o medianos, se completan los aforos con los del pueblo y que las campañas más largas posibilitan mayores posibilidades de cumplir con los objetivos que deberían pretenderse, no siempre vinculados a los económicos. No todo es sol y playa y quien rige la institución provincial debe rectificar y retornar a lo que fue y lo que nunca debió perderse o transformarse. Y digo esto sin entrar a considerar la escasa cuantía de la subvención provincial y global que, además, debe repartirse entre orquestas, de profesionales y jóvenes, todo mezclado, rondallas, corales y grupos de dolçaina.

Los músicos son poco dados a la protesta y a la queja pública. Viven en un universo ajeno a la mediocridad. Pero deberían, por el bien de ese algo superior a ellos que es la música, salir de su letargo o silencio, de sus partituras y ensoñación permanente y reivindicar lo que es un bien de la humanidad, no permitiendo que su arte, en mayúsculas, siga siendo devorado por espectáculos como los que vamos a representar en Eurovisión.

Un mundo entre cuerdas, maderas y metales sería un mundo mucho mejor y todos, seguramente, estaríamos más cerca de la paz que concede la armonía del acorde. Pudiera ser que la confrontación diera paso a la conjunción de lo diverso en una sola voz, que todas las notas e instrumentos, tan distintos, abrieran la puerta a la unidad y el acuerdo. Una gran orquesta que no distinguiera de razas, sexo o ideología, como sucede en este ámbito y que tuviera un mismo guion interpretado por iguales y libres.