Opinión

Juan Jesús González Afonso

Tijarafe y La Aldea: los Fuenteovejunas canarios

Panorámica del municipio de Tijarafe.

Panorámica del municipio de Tijarafe. / El Día

«(…) Que desde tiempo casi inmemorial, los pequeños y modestos agricultores de Tijarafe, han vivido en la opresión de un régimen feudal del medievo, por virtud de la dependencia esclavizante a que les han sometido dos o tres propietarios exclusivistas de aguas (…)»

Con esas angustiosas palabras se dirigían los 153 miembros de la cooperativa agrícola La Prosperidad, nada menos que en apogeo del Franquismo, a finales de marzo de 1968, a las autoridades en un extenso escrito firmado de puño y letra por todos ellos en el que mostraban su desesperación y desasosiego ante el intento de precintar el pozo que representaba sus últimas esperanzas para salvar las tierras de cultivo, en regadío, en la Punta de Tijarafe.

El 25 de marzo de 1968 se produjo el primer intento de precinto del pozo Subida de Las Angustias mediante el cual los cooperativistas intentaban librarse de la bota malaya de los propietarios del agua que les habían impuesto condiciones ciertamente leoninas, hasta de una calabaza sembrada en medio de las plataneras se les llegó a exigir la mitad, según documenta el libro El agua cautiva, presentado estos días tanto en Tijarafe como en Los Llanos, del autor Marcelino Rodríguez Martín.

Al día siguiente, 26 de marzo, un segundo intento se llevó a cabo bajo la atenta mirada de la Guardia Civil así como la de 111 cooperativistas que, de forma totalmente pacífica pero firme, se plantaron frente a esta pretensión que ponía literalmente en riesgo su supervivencia. Especialmente en el municipio palmero más maltratado por la escasez de agua por razones tanto geológicas como climáticas.

Las autoridades no se atrevieron y sólo un grito se oyó entre los allí concentrados, además de la intervención del presidente de la Cooperativa argumentando la gravedad de lo que allí estaba sucediendo. «¡Más vale morir de pie que vivir arrodillado!», se escuchó decir a uno de los cooperativistas y el precinto no se llevó a efecto ni hubo detenciones en ese momento, lo que no evitó que en días posteriores la Guardia Civil se personara en casa del presidente, don Eloy Cándido García Brito, y del agricultor que mostró su disgusto a voz en grito para llevárselos detenidos nada menos que hasta Madrid.

Lo de Tijarafe, efectivamente, se trató de un pleito histórico por el agua y por la tierra que al final se resolvió, con intervención de significativas personalidades del régimen a nivel de Madrid, de una forma favorable para los campesinos puesto que alguien, y por motivos varios que no vienen al caso analizar ahora, entendió que el oligopolio del agua no podía enterrar para siempre en la miseria a las tierras de Tijarafe propicias para cultivos de exportación como el plátano o el tomate. Máxime cuando desde la administración pública no se propició ni la construcción de una triste aljibe para atajar la sequía y, por ende, el hambre que obligó en varias ocasiones a buena parte de la población de Tijarafe a trasladar temporalmente su residencia a cuevas en el barranco de Las Angustias para estar más cerca del agua. Porque ojo, la carretera no llegó hasta 1943, antes de ayer como quien dice.

Y cuando hablamos de estas vicisitudes históricas sufridas por los tijaraferos, en parte producto de la incomunicación y de los repartos de aguas y tierras que proceden de la propia conquista del Archipiélago en favor de unas cuantas familias, tenemos que echar una mirada hacia el municipio grancanario más incomunicado y más avasallado, quizás en eso se hermana con Tijarafe, que no es otro que el municipio de La Aldea de San Nicolás y su tres veces centenario Pleito de La Aldea, lucha del pueblo por los derechos sobre el agua y sobre la tierra desde la época en que fueron dominio de la Casa de Nava-Grimón, donde se propició a principios del último cuarto del s. XIX un vergonzoso desahucio colectivo no de 153 cooperarivistas, como en Tijarafe a los que se pretendió dejar sin suministro de agua para sus cultivos, sino de 168 medianeros.

Porque sí, el pleito socioagrario de La Aldea tiene ese paralelismo con la dura historia de Tijarafe y tanto la dictadura franquista, en el caso de Tijarafe, como algunos años antes la de Primo de Rivera tuvieron de alguna manera que dar su brazo a torcer y en el caso grancanario la búsqueda de soluciones obligó al ministro plenipotenciario, de Gracia y Justicia, Galo Ponte y Escartín, a visitar La Aldea a bordo del vapor La Palma el 14 de febrero de 1927.

Poco tiempo después de la visita, el 15 de marzo de 1927, ve la luz el histórico Decreto-Ley que pone fin al conflicto Pleito de La Aldea. Se vislumbra una nueva época de progreso con la expropiación por parte del Estado de la histórica Hacienda Aldea de San Nicolás entregando la parte en disputa a varios centenares de colonos en proporción a lo que venían cultivando y, fundamental también, el agua de la cuenca Tejeda-La Aldea correspondiente.

La situación límite a la que se llegó en La Aldea, donde la hambruna de 1847 había provocado más de un centenar de fallecidos, propició episodios de violencia en forma de sabotajes y hasta el asesinato del secretario municipal, lo que originó detenciones y la militarización del municipio. A esos extremos no se llegó en Tijarafe y acaso la decisión de no proceder al precintado del pozo el día que los cooperativistas se plantaron en el barranco de Las Angustias al estilo Fuenteovejuna, de Lope de Vega, fue la causa de que aquella situación no acabara de forma trágica.