Opinión

Juan Jesús González Afonso

Las papas y el siroco

Agricultor mostrando papas de consumo.

Agricultor mostrando papas de consumo.

Éstos dos últimos días, desde este jueves quizás, parece que en parte ha pasado el susto de la ausencia del alisio pero no así las consecuencias de estas últimas semanas de siroco y el daño sufrido por la todavía importante cosecha de papas del norte de Tenerife, principalmente en áreas del tradicional secano entre San Juan de la Rambla y La Orotava (Benijos, Camino de Chasna, Las Llanadas), Icod el Alto, Tierras de Mesa…

La cultura agraria canaria le debe mucho, en cierto modo casi todo, a los alisios ya que los campesinos isleños han convivido manejando aspectos básicos en un territorio situado al borde de un desierto en el que la frecuencia de un régimen de vientos húmedos del Norte o Noreste, frenados en la cara norte de las islas por las montañas, han creado un paisaje con niveles de humedad que nos permiten sostener una vegetación propia de zonas húmedas: monte verde, frutales, posibilidad de cultivos de secano en medianías… De este modo se ha ido generando un paisaje agrario muy rico en los barloventos de las islas destacando las papas, cereales, frutales… localizándose en los sotaventos los regadíos, caso de Telde, Tazacorte, Valle Gran Rey o Adeje. Especial mención merecen también las gavias en Fuerteventura o los cultivos de jable en Lanzarote, Vilaflor o viñas al sur de La Palma o Las Manchas.

Sin duda hay que reconocer, sin embargo, que el barlovento de las islas bañadas por el alisio alimentó en buena parte a la población hasta la expansión del turismo hace 60 años, donde los sotaventos se potenciaron con agua de pozos o galerías permitiendo tanto el desarrollo turístico en Gran Canaria, Tenerife o sur de Fuerteventura como la agricultura de exportación representada por los tomates y el plátano.

El otro «siroco» para el campo canario, vivido en los últimos años, tiene que ver también con una expansión del comercio de alimentos ya que las producciones y la coyuntura internacional permiten excedentes agrarios de cereales, frutas... La mecanización, las semillas transgénicas, el espejismo de una sociedad de servicios –caso del turismo en Canarias– nos han llevado a entender la cultura campesina como una especie de sueño romántico. El campo como sinónimo del pasado y la consiguiente devaluación de la cultura agraria y de lo local (de lo pequeño), valorando más las modas y modos importados.

Hasta hace unos años, como es sabido, nos autoabastecíamos de papas –y exportábamos– con un consumo por habitante comparable con el de los ucranianos, máximos consumidores a nivel mundial; con un arraigo de dicho tubérculo desde el siglo XVI, por lo que sin duda tenemos la obligación de hacer una lectura social y ambiental de este cultivo y su importancia sobre el territorio. También (o sobre todo) por parte de la administración ante la agresividad del siroco (el que nos trae calima, vientos secos y calor) de los últimos días porque su dureza ha generado una situación de ruina en buena parte de los cultivos, sobre todo aquellos que no han tenido oportunidad de disponer de algún riego de refuerzo, con lo que se requiere de ayudas para evitar el desánimo y pérdidas inasumibles por la ausencia de seguros realmente eficaces ante estas situaciones.

Estamos hablando de agricultores, todavía relativamente jóvenes, que han sembrado en Icod el Alto unas 40 hectáreas y también en Benijos-Camino de Chasna donde quizás podamos encontrar más hectáreas sembradas que, tristemente, todas las que podemos encontrar en una isla de referencia en estos cultivos como es La Palma.

Para hacer frente a los incendios de Los Campeches, e incluso en otras partes de Tenerife, en su día optamos por construir pequeñas balsas también para favorecer la posibilidad de redes de riego que ayudaran al agricultor en situaciones de emergencia hídrica como la que vivimos estos pasados días, alguna de ellas destruida por la tormenta Delta (que la encontró vacía) y que a día de hoy no han sido repuestas. Es más, estos días vemos cómo estamos optando por balsas hinchables –de quita y pon– que en ningún caso van a permitir respuestas rápidas ante los conatos y más bien podrían formar parte de una literatura del que vive de espaldas a una realidad territorial que debe contar, como elemento fundamental para nuestra seguridad alimentaria y ambiental; con la limpieza de la tan cacareada interfaz y lo que para ello representa el mantenimiento de estos cultivos tradicionales, fundamentalmente en lo que tiene que ver con la papa de verano.

Además de intentar garantizar unos riegos de refuerzo, con la dificultad añadida, ante la ausencia de bancos de tierra, de los pseudo arrendamientos sin contrato de medianería para agricultores jóvenes que quieran incorporarse o ampliar superficies cultivadas; nos encontramos con los inconvenientes que tiene extender redes de riego o instalar contadores con estas condiciones de precariedad y se necesita de una intervención al respecto con depósitos (existen galerías a cota suficiente para hacerse cargo de esta demanda), incluso desde La Guancha, El Palmar, El Tanque y llegando a La Esperanza, con lo que probablemente nos encontraríamos ante la zona más importante de cultivo de papas de Canarias. Junto con lo que se cultiva en la zona de Vilaflor, San Miguel y Granadilla, territorio del jable que se cosechan en diciembre-marzo.

Pero todo ese esfuerzo, por el que debíamos apostar como elemento fundamental para fijar población y mantener una zona protegida frente a los incendios y que nos garantice cierto nivel de autosuficiencia alimentaria, caería en saco roto si no se acomete con urgencia un sistema, entiéndase por medio de la Mesa de la Papa ya desaparecida o similar, que garantice un mínimo respeto por los meses de producción de papa local frente a la importación masiva de terceros países (Chipre, Egipto, Israel, Bélgica, Reino Unido…). No se puede importar papas en estas épocas de producción local sin control, incluso con el fraude que representa vender papas arrugadas –como producto de la tierra y en una supuesta revalorización de la cocina canaria con productos de la tierra– con papas importadas, pagadas en el plato a precio de oro y de discutible calidad porque en muchos casos estamos consumiendo en abril papas cavadas en septiembre en otras latitudes o «papas arrugadas» de Egipto. Hagámonoslo mirar.