Opinión

Juan Jesús González Afonso

Retos de la emergencia hídrica (II)

Según don Francisco Trujillo, en referencia a las condiciones de vida en el sur de Tenerife antes de los primeros alumbramientos de agua (y puesto que se disponía de muy pocos manantiales), de cada diez cosechas se lograba una, dos daban la mitad de lo que deberían y el resto o bien eran malas o se perdían básicamente por falta de agua para regar. Y si hablamos, no sólo en el Sur sino en toda la Isla, el simple gesto de abrir un grifo en casa y que salga agua es un acontecimiento relativamente reciente, de pocas décadas hablamos en muchos casos, aunque nos pueda dar la impresión de que ha sido así de toda la vida. Antes de los alumbramientos de agua, fundamentalmente con la llegada de la galería convencional en perforación casi horizontal (apenas un siglo de historia), lo que conocíamos eran algunas fuentes y manantiales, aljibes, lavaderos comunitarios muchas veces en los barrancos y poco más. La poca agua que se conseguía (y cuando se conseguía) había que cargarla en mulos, camellos o a la cabeza.

En Tenerife sobrevivíamos a principios del siglo pasado con apenas 20 hm³ (634 litros/segundo) que medio siglo después, a mediados de los sesenta, se habían convertido en más de 252 hm³ (7.990 l/s) a base de perforar la tierra a razón probablemente de más de 60-70 metros diarios de excavación los 365 días del año, hasta llegar nada menos que a 1.700 kilómetros entre pozos y galerías. Un agujero más o menos de 2x2 desde Tenerife a Madrid aproximadamente. Hasta 80 metros al día se llegaron a perforar algunos años, una media en un siglo de unos 50 metros/día que hoy deben ser cero o próximo a cero. Como probablemente deba ser, dado el agotamiento del acuífero, pero sin que eso deba significar en absoluto el abandono de tanto esfuerzo ¡y conocimiento!, que es lo que está ocurriendo en la inmensa mayoría de los casos.

El aprovechamiento de las aguas subterráneas del multiacuífero de Tenerife (interdiques, en cubeta…) ha sido fundamental para el aprovisionamiento de este recurso esencial para su uso tanto urbano-turístico, como agrícola (el industrial en nuestro caso ha representado lamentablemente un porcentaje pequeño) y, aunque ha sido casi dramático el descenso de caudales y reservas desde el pico de 7.000 l/s que se alcanzó hace ahora 60 años hasta los menos de 3.000 l/s de hoy día, también hay que reconocer que el consumo total ha descendido por la drástica disminución del uso agrícola (disminución de superficie cultivada pero fundamentalmente por mejora en técnicas de riego) y entre pozos y galerías se pudo cubrir la demanda hasta la explosión demográfica y turística de finales de los 90, donde otras alternativas como la desalación tuvieron que venir al rescate de una situación ya insostenible.

Por todo ello, en el caso de Tenerife, las galerías (también los pozos) se nos presentan como una alternativa que no conviene discriminar no sólo por el peso específico, importante, que mantienen respecto a la generación total (el triple de la que desalamos entre pozos y galerías) sino, sobre todo, porque en muchos casos hablamos de aguas afloradas a cotas importantes, por gravedad, y sin consumo energético, a diferencia de pozos, desalación y demás, con las elevaciones necesarias para alcanzar esas mismas cotas y lo que ello representa en coste económico y ambiental. Entre cuatro y cinco kWh/m³ poner agua desalada en La Laguna en el mejor de los casos y con las tecnologías más punteras, independientemente de los efectos de la salmuera, inversión y demás.

Según los datos con los que se trabaja respecto al ciclo hidrológico de Tenerife, de media, hablamos de que sobre esta isla precipitan anualmente unos 859 hm³ de los cuales más de la mitad, 541 hm, son retenidos por el suelo edáfico y/o vuelven a la atmósfera en forma de evapotranspiración. Unos 15 hm³ van por escorrentía al mar, y sólo un hectómetro aproximadamente se aprovecha mediante almacenamiento. Del resto, unos 302 hm³, ocho se ocupan de recargar los llamados acuíferos colgados (pequeños y próximos a la superficie) y los 294 hm³ restantes pasan al acuífero profundo o basal. Y sí, efectivamente, nos encontramos con periodos más o menos largos de ausencia de nevadas importantes, fundamentales en la recuperación de parte de los recursos subterráneos, o de lluvias persistentes que contribuyan a la recarga del acuífero, pero quizás sea un error considerar que estas situaciones de intensas precipitaciones no vayan a volver a darse aún con el cambio climático en ciernes. Por muchas razones, incluso por nuestra propia seguridad frente a riadas, no nos convendría considerar que el futuro va a ser seco, sin más.

Hace dos semanas que el municipio de Fasnia comenzaba a tomar medidas ante la crisis hídrica y, sin embargo, desde Fasnia salió una parte importante del agua que cambió las condiciones de vida en el Sur, el llamado Canal del Sur (o del Estado) que desde una cota de 1.100 metros y hasta los 400 en Fañabé se comenzó a construir a lo largo de más de 70 kilómetros incluso antes de la Guerra Civil, y ahí sigue prestando servicios como mucho menos de esas 3.000 pipas por hora (unos 400 l/s) que llegó a llevar, hoy probablemente no superen las 1.000 con unas pérdidas que no estamos en condiciones de concretar teniendo en cuenta que mantiene sus características originales de cielo abierto y demás. Por eso no debemos olvidar que, pese al abandono general de estas infraestructuras, la mayoría de las galerías ya sin gestión alguna, Aguas de Fasnia sigue produciendo unas 350 pp/h (pipas por hora) y entre otras galerías como Río la Fuente, Honduras, Nilo, Tenazo, Gambueza… hay que hablar de unas 700 pp/h más.

Tampoco debemos olvidar que desde los altos de San Juan de La Rambla-La Guancha se canaliza agua hasta La Laguna, por infraestructuras francamente mejorables y que últimamente nos mantienen con el alma en vilo, y también hacia el Sur hasta Fañabé también. Todo ello fruto de un esfuerzo descomunal en perforaciones pero también en canalizaciones extremas como el propio sifón de barranco de Ruiz que ayudó a regar el Valle de La Orotava con aguas también procedentes de esta zona.

Pues bien, en el conjunto de galerías de esa zona de la Isla, que sepamos, sólo se llevan a cabo trabajos de limpieza y mejora en Vergara mientras El Bucio, Los Mesa (muy buena calidad de agua), Obispo Rabasa, Fuente Pedro, La Esperanza, Aguas de Bilbao… y el resto no se lleva a cabo gestión de mantenimiento alguna pese a que conservan caudales que permiten, al menos, el abastecimiento de esas partes altas sin necesidad, por el momento, de elevar agua desalada con lo que ello representa.

Ocurre lo mismo en Arico, y en el resto de la Isla, con numerosas galerías con caudales por debajo de 50 pp/h que no se han limpiado ni se ha entrado en ellas en los últimos 30 años, destacando El Contador, las Ranas, el Naranjo, Madre del Agua… y hay que decir que estamos hablando del abandono de una cultura del agua con sus sombras, evidentemente, pero con claras ventajas desde el punto de vista de la sostenibilidad y de la racionalidad en el empleo de recursos. Se hace necesario, por tanto, una colaboración público-privada de cara a invertir esta situación y no embarcarnos simplemente en cambiar lo que, efectivamente, presenta dificultades por lo que nos hace directa e inexorablemente más dependientes y vulnerables.