Opinión | SANGRE DE DRAGO

La foto

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Una foto es un trozo de historia, un instante de vida paralizada, algo que ocurrió y que alguien dejó que se grabara. Todos tenemos alguna foto a la que volvemos para resucitar esa zona de la historia que no nos permitimos olvidar. Alguna foto tiene la virtualidad de no aburrirnos. Sabe despertar sentires y emociones que duermen en nuestro subconsciente permanentemente. Si lo piensas un poco, estoy seguro, tienes esa foto en ese rincón al que acudes sin ser llamado.

Yo la tengo a la vista, en la sala, en el quinto estante de una biblioteca, delante de algunas biografías históricas. Es la foto en la que estoy sentado en la mesa del profesor de aquella aula, con un jarrón de flores plásticas y un perro plástico al otro lado. Delante de una pizarra y medio mapamundi que se resistió a esconderse al fotógrafo. En un cartel puesto a la vista se lee «Icod de los Vinos, Primer Curso, 26 de marzo de 1974».

Me gusta hasta la camisa azul de rayas horizontales blancas. Un polo de tres botones al cuello que recuerdo abrocharme y desabrocharme para ponérmelo y para quitármelo. En la foto, el niño tiene un pelo negro que añoro. Estuvo alguna vez sobre la piel de esta calva que visto ahora. ¡Qué foto esa foto! Todos guardamos alguna foto que es, de alguna manera «la foto».

Luego vendrían otras muchas, pero aquella fue la foto. Ahora, incluso, podemos tener la memoria del teléfono móvil cargada de fotos de lugares, personas, situaciones, etc., pero aquella foto que todos guardamos en la caja de los recuerdos o en la memoria de lo que no se puede perder es la foto de verdad. En ella se ve más de lo que aparece y el único que la puede ver de verdad es uno mismo. Nadie la puede mirar como la miramos nosotros. Incluye olores y colores de una realidad que es verdadera.

Pasa lo mismo que con los libros en papel o digitales. El contenido es el mismo, incluso hay cierta facilidad de traslado o de lectura cuando es digital, pero el tacto del papel, o el marco de una foto, incluye aspectos intangibles que no caben en otros contenedores.

No estaría mal que diéramos el honor que se merece esa foto perdida en el fondo de la gaveta o en el álbum que no abrimos hace tanto tiempo. Porque la memoria es un don que, como la salud, solo se valora cuando se pierde. Y aunque se pierda la memoria, una foto hace posible que ocurra el milagro de revivir emociones que no se pierden.

San Agustín vinculaba la memoria, la inteligencia y la voluntad a las tres personas de la Santísima Trinidad. La memoria, la palabra y el amor que nos mueven a hacer las cosas. Dios Padre es la Memoria enorme e infinita de lo que la realidad manifiesta. Una foto eterna de cada detalle de lo que existe. Una fotografía infinita.

Me gusta esa foto divina; como me gusta la foto del estante quinto de mi biblioteca personal.

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