Opinión

Luces largas para la economía

Billetes de euro, dinero

Billetes de euro, dinero / EUROPA PRESS - Archivo

Para correr es necesario aprender previamente a caminar. Para decidir, indudablemente, hay que aprender a escuchar. Si solo existiera un ser humano sobre la tierra, el diálogo estaría sobrevalorado, incluso consigo mismo.

Pero cuando nuestras decisiones afectan a varios sectores y múltiples generaciones, se convierte en un ejercicio de responsabilidad.

Los que peinamos canas, íbamos al cine pagando una entrada de 10 pesetas y recordamos tomarnos un café justo antes de la introducción del euro, a 50 pesetas.

Hoy una entrada de cine cuesta 6,90 euros (1.150 pesetas) y un café 1,20 euros (200 pesetas).

El problema no es que el establecimiento quiera ganar más dinero especulando con el precio, sino que la cadena de valor desde que se graba la película hasta que llega a los cines también le han subido sus costes.

Lo mismo pasa con el café, o los productos de consumo. Cuando la inflación y los precios en origen sube, los productos suben en la cesta de la compra.

Si, además, suben los impuestos, las cargas regulatorias, las obligaciones en prevención de riesgos, sanitarios, marketing, logística, energía, cadenas de mantenimiento, costes de personal, mermas o normas de caducidad, estamos consumiendo con mayor seguridad y por consiguiente con un encarecimiento del producto o los servicios.

Una vez que los sobrecostes se hacen permanentes en la empresa es muy difícil que vuelvan a bajar y, por lo tanto, los nuevos precios tienden a estabilizarse.

No es lo mismo consumir un producto cogido directamente del huerto que del supermercado, ni económica, ni sanitariamente hablando, independientemente del precio de coste actualizado de cada proceso.

Las luces del progreso deben se largas y encadenadas a la productividad.

No debemos dormirnos en los laureles pues, en caso contrario, estamos abonando un campo de reducción de la capacidad de gasto de las familias y las empresas, cuyos efectos pueden ser más nocivos que virtuosos, vacíos de esperanza.

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