Opinión | En el camino de la Historia

¿Canarias es una nación? (II)

¿Canarias es una nación? (II)

¿Canarias es una nación? (II) / La Provincia

La nación canaria no se construye de la nada, no es un invento sino el resultado de un proceso histórico, material y moral en permanente cambio y transformación social.

Por lo tanto hay factores que son determinantes para considerar si un territorio concreto puede o no considerarse nación. Miquel Caminal, catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona, considera cuatro factores imprescindibles:

a) Unas precondiciones étnicas diferenciales.

b) Unas precondiciones sociales que favorezcan la existencia de una nación.

c) Una estructura de oportunidad política propicia.

d) Una movilización política eficaz que consiga movilizar la existencia de una nación como una categoría política indiscutible.

Si analizamos la situación del nacionalismo canario se podrá llegar a la conclusión de que existe una voluntad política atomizada que cree que Canarias es una nación sin más, así porque sí.

¿En qué tramo estamos dentro de esos factores?

Tendremos que decir que el primer factor se da; el segundo, el de las precondiciones sociales que favorezcan una nación, están atenazadas, pero sí hay que decir que los nacionalistas tenemos un amplio campo donde operar para cambiar el rumbo de las cosas.

El tercer factor se dio cuando en el Parlamento de Canarias se obtuvieron 31 diputados nacionalistas. Por lo que, de momento habrá , al menos, que esperar una oportunidad similar.

Y sobre el cuarto factor, si el espectro nacionalista de Canarias se acercara de forma definitiva a conformar una mayoría al romperse las capillitas insularistas y se abandonaran liderazgos sempiternos que se creen indiscutibles e imprescindibles, podríamos decir que se ha logrado la construcción nacional de Canarias, donde el imaginario ha cedido el puesto a una realidad deseable.

Pero la nación sin Estado es un cuerpo endeble que tirita de frío y necesita de su arropamiento e institucionalidad.

La nación y el Estado son contingentes, uno no se entiende sin el otro. Y viceversa. En llegando a esta situación habría que hablar de federalismo asimétrico o no. Quizá más bien de una confederación de Estados, lo que supondría una situación contractual, un nuevo contrato político y competencial entre Canarias y el Estado que fije determinados limites en el ámbito de cada parte.

Hegel ya lo manifestó en su momento: «Es posible que las naciones tengan que recorrer una larga historia antes de llegar finalmente a su destino: el constituirse en Estado».

Por eso es obligación del nacionalismo canario acortar los tiempos, dado que una persona sin sombra es una persona sin nación. Una persona que vaga por Canarias ensimismada en las vicisitudes de su existencia, ya sean económicas o lúdicas ,y no sea capaz de ir más allá, de comprometerse políticamente, será una persona ajena a la consecuencia nacionalista.

Y las preguntas que suenan como un aldabonazo en la conciencia de la construcción de la nación canaria son: ¿ por qué no se sobrepasa el insularismo?¿Por qué no rompemos las capillitas que han crecido en las diferentes islas y que funcionan como diques de contención para llegar a la costrucción nacional canaria? Y, sobre todo, entendiendo que la categoría que hay que manejar en el nacionalismo no es la clase sino la categoría de nación, tenemos que dejarnos de monsergas, como que si somos de centro derecha, de derechas o de izquierdas , lo que supone romper el circulo donde el nacionalismo se escapa de su conceptualización .Y más aun titularse progresista, como si fuera una diferencia ostensible, cuando progresista en el nacionalismo es aquel que progresa hacia su objetivo final, cual es la construcción nacional de este pueblo. Lo demás son pamplinas, retóricas que conducen al nacionalismo a ninguna parte.

Son preguntas que deberíamos contestar tajantemente o dejarlas sin respuesta, lo que motivará que el nacionalismo canario continúe desenfocado, como si fuera testigo mudo de una historia mal contada, mientras otros evolucionan con firmeza y decisión en todo aquello que concierne a su territorio.

Estamos en un tiempo político en el que es necesario fomentar el debate para lograr una mejor disposición en el ámbito estatal y no quedarnos, como hasta ahora, siendo unos convidados de piedra, situándonos en el melancólico recodo de «a verlas venir».

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