El Tenerife rescata un punto ante el Espanyol con un gol en el minuto 89 (1-1)

El equipo de Asier Garitano suma en el Stage Front gracias a un tanto de Sergio González en la recta final, poco después de que los locales se adelantaran con un remate de Gragera

Julio Ruiz

Julio Ruiz

Sumar en el campo del Espanyol no suena nada mal (1-1). Sobre todo, cuando el empate se produce con un gol en el minuto 89, de Sergio González. Queda eso, la sensación reconfortante del desenlace, similar a la de un triunfo. En otro contexto, con los dos equipos metidos de lleno en la carrera por el ascenso, habría sido un paso firme, la confirmación de una aspiración a falta de diez jornadas para el cierre del calendario. Pero solo los barceloneses están en esa etapa. A trompicones, pero están. El punto rescatado en el Stage Front solo le vale al Tenerife para acercarse un poco más a una permanencia que no corre peligro.

El reclamo en los minutos previos estuvo en la alineación, en concreto, en la coincidencia en el once de dos delanteros: Ángel Rodríguez y Enric Gallego. En las 31 jornadas de Liga anteriores, solo había pasado dos veces, en las visitas al Mirandés y el Amorebieta. Había llovido desde entonces. De hecho, poco más de cuatro meses.

El arranque estuvo a la altura del escenario y del ambiente, un entorno de Primera para un partido de Segunda, el plato fuerte de una noche de sábado carente de la habitual oferta de la máxima categoría. Ritmo alto y propuesta ofensiva de los dos equipos, con el Espanyol ansioso por de dar continuidad al triunfo en La Romareda con el debutante Manolo González en el banquillo, y el Tenerife, dispuesto a demostrar que sí puede estar a la altura de un verdadero candidato a lograr el ascenso. No debe ser igual jugar en Lezama que en el Stage Front Stadium, aunque los puntos valgan lo mismo.

El balón circulaba a toda prisa, de un área a otra –o será que nos habíamos acostumbrado a otra cosa–. Los de Asier Garitano aceptaron el reto con valentía, como si se estuvieran sintiendo realmente cómodos en el campo. Waldo Rubio ensayó el primer remate en el minuto 2. A continuación, Álvaro Aguado contestó con una acción que había salido mejor en su imaginación. Su lejana vaselina llegó mansa a las manos de Soriano.

No había tregua. El Espanyol no se cortaba a la hora de frenar con faltas a un Tenerife canchero y sujeto al riesgo de propiciar algún contragolpe, como el que anuló Soriano a tiro de Pol Lozano (12’). El gol podía caer en cualquier momento. Para cualquiera. Al menos, esa era la sensación que estaba dejando un encuentro eléctrico.

Poco a poco, pasada el cuarto de hora, los locales empezaron a tener más el balón y a comer terreno. El intercambio perdió frecuencia. Pero el Tenerife tampoco necesitaba mucho para inquietar. Lo demostró Luismi con un pase medido a Nacho, que estampó su volea contra el lateral de la red (18’).

El aviso no enfrió a un Espanyol que se aplicó en darle trabajo a Soriano. En un rato, tercera parada del sevillano. Esta vez, a tiro de Jofre. Cruzado por bajo. Fácil (22’). A renglón seguido, el mismo jugador insistió tras una falta lateral ejecutada desde la pizarra. El muro defensivo protegió al portero.

La dinámica se fue trabando por momentos. El Tenerife engrasó la presión para que el Espanyol no progresara con tanta fluidez ni hiciera daño con un fútbol directo. Las interrupciones volvieron a entrar en juego. Una falta aquí y otra allá. Pero también se compite así. Y si no, estaba Soriano. Paradón de los suyos en el minuto 36 tras un saque de esquina que propició un remate claro de Víctor Ruiz. El rebote dio paso al disparo de Puado, demasiado alto.

La exigencia iba creciendo a ráfagas. Resistir así ya estaba teniendo un mérito notable, porque el Tenerife apenas tenía el balón y cada vez se asomaba menos al área contraria. Una tendencia peligrosa de camino al descanso. Y tanto. De hecho, el 1-0 no se produjo antes del intermedio gracias a un enorme Soriano. Sí, otra vez él. El guardameta arregló una perdida en el medio de Bodiger que desencadenó una transición que finalizó Puado con un sutil toque dirigido a la escuadra. Juan voló salvador para garantizar la pausa con un 0-0 que no estaba mal. A vestuarios con un 60 por ciento de posesión de los locales.

El telón se volvió a abrir con los mismos ingredientes. Un Espanyol decidido, vertical y que finalizaba cada vez que se le presentaba la ocasión –Aguado en el 47’–, y un Tenerife enchufado y que se estiraba de vez en cuando. En la fase ofensiva, se estableció la primera asociación entre Ángel y Gallego en el 49’. Dejada de cabeza del lagunero y chut raso del barcelonés, sin la puntería necesaria.

Chispazos aparte, el Tenerife logró domar a su ponente en el inicio del segundo tiempo. La fórmula de Manolo González se estaba quedando a medias, y el técnico no dudó en añadir talento con la entrada de Melamed en el 58’. Las prisas y la desesperación podían empezar a palparse en los de casa. El Tenerife olió el desorden y se animó a adelantar líneas, a tener un poco más de paciencia en la elaboración. Tampoco mucha. Fue entonces cuando Garitano optó por quitar a Gallego y poner a Buñuel. A Enric no pareció gustarle el cambio. ¿Un lateral por un delantero? Reseteo en el 66’. El Tenerife pasó a defender con una línea de cinco:Mellot como central.

El efecto fue inmediato. El Tenerife entendió el mensaje: nada de valentía. Perdió filo y se armó atrás. El punto había adquirido un valor incalculable, como si pudiera servir para algo, más allá que para dar otro pasito hacia la permanencia. Por unas cosas o por otras, el partido se fue estropeando. El Espanyol quería y no sabía, y el representativo vivía relativamente cómodo, mirando de reojo un cronómetro que corría hacia el 90’. El tramo final empezó a sobrar, nada que ver con casi todo lo anterior.

Al Espanyol no le quedó otra que buscar el gol por acumulación, por pesadez. En un rebote lo tuvo en sus manos, pero el remate de Gastón en el punto de penalti salió desviado a córner. Precisamente, en un saque de esquina consiguió su objetivo. Soriano no acertó en la salida y la pelota quedó suelta para que Gragera la empujara a la red (84’) tras la un centro de Víctor. Premio merecido.

Pero los resultados cortos tienen lo que tienen. El Tenerife recuperó el empate con la misma medicina. Generó lo justo para poder lanzar un saque de esquina y marcó. Nacho puso el balón en la frontal del área pequeña y ahí emergió Sergio González, libre de marca, para batir a Joan García. Impecable golpeo de cabeza (89’).

Las cosas del fútbol. El Espanyol, encantado con su fiesta y con la oportunidad de enlazar dos victorias y lanzarse, por fin, a los puestos de ascenso directo, terminó desconcertado, sin capacidad para encajar el golpe recibido. Y pudo ser peor, porque la última ocasión fue blanquiazul –rosa, en realidad–, un falta colgada al área que se consumió con un chut forzado de Sergio González. No hubo tiempo para más. Decepción espanyolista y refuerzo anímico del Tenerife por impedir una derrota que estuvo a punto de producirse.