CANARISMOS

Toda albarda tiene su moledura

Una mujer habla delante de un espejo.

Una mujer habla delante de un espejo. / Shutterstock

Luis Rivero

Luis Rivero

Buena parte de los dichos y modismos que se pueden escuchar en las islas están construidos —por así decirlo— sobre la base de la «norma del habla rural», la cual recurre a menudo a elementos de la tradición campesina, en particular, a animales, oficios, actividades tradicionales e instrumentos de la cultura material como atarecos (o tarecos), aperos de labranza y aparejos. Es el caso de esta sencilla frase proverbial que forma parte del repertorio fraseológico que se caracteriza por el recurso a ese gerontolenguaje, muchas veces en desuso o que se reduce a una antigualla léxica en vías de desaparición.

La «albarda» (a veces pronunciado albalda) es una voz proveniente del árabe hispánico albárda’ah que designa al arreo necesario para aparejar el burro y otras bestias de carga, como la yegua o la mula. Esta guarnición que sirve como montura y para transportar la carga consta de una arpillera rellena de paja, reforzada con cuero por algunas partes (la badana), y que va fijada al lomo del animal con unas correas de cuero o esparto llamadas tajarrias (o tajarras). En el imaginario rural, la «albarda» se asocia por automatismo a estos animales de carga, y no tanto al caballo que se le identifica más con la silla de montar. («Mejor pasar de albarda para silla», dice otra locución para referirse al mejoramiento de la condición económica o posición social de alguien. La expresión se explica porque la silla, aparejo de montura del caballo, se considera más preciada que la albarda del burro).

La «moledura» es, en el español de Canarias, una ‘ampolla de sangre en la piel’ que, en este caso, sería provocada por la rozadura de la albarda en el pellejo del animal. Y por ello el verbo «tener» observa aquí el valor de consecuencia: «lleva aparejado» [esta locución se relaciona con ‘aparejar’: poner aparejo a una caballería, lo que puede parecer una sincronicidad del lenguaje(?)] provocar «las llagas», las moleduras. Una metáfora que traslada la imagen del jumento cargado con la albarda que «acarrea» —valga la expresión— con sus consecuencias como mismo cada situación en la vida tiene implícitos aspectos negativos. Así, pues, a través del sustantivo «albarda» se deduce la existencia de este animal, como mismo las «moleduras» son las consecuencias que sufre el ungulado que lleva el peso de la carga, aunque la frase no lo explicite. Pero el valor figurado de la albarda en otras expresiones periféricas a esta no es siempre el mismo. A modo de ejemplo de esta versatilidad simbólica, podemos escuchar las siguientes expresiones afines: «Hay que hacer por la vida como el burro con la albarda»: para expresar que en la vida no hay que darse por vencido. Donde la albarda representa el aliciente de toda existencia. «Al quitar la albarda es cuando se ven las mataduras»: se emplea para expresar que a las personas no se les conoce bien hasta que no revelan su auténtica condición. La albarda se identifica aquí con el motivo que impedía ver la realidad. «Según la albarda, se echa la sudadera»: conforme a lo que se tiene, se gasta; y donde la albarda simboliza la disponibilidad dineraria o condición económica; o este viejo refrán castellano que dice: «La culpa del asno no se ha de echar a la albarda»: se refiere y reprende a quienes tratan de justificar sus propios errores excusándose en circunstancias ajenas. En la que la albarda nos sugiere lo que se pone como excusa, una suerte de chivo expiatorio. «Al burro viejo no le pesa la albarda»: cuando se está acostumbrado a mostrar cierta apariencia externa o a determinadas circunstancias, estas no molestan. Aquí la albarda se identifica con los hábitos y apariencia externa que para otros pueden ser poco elegantes. Mientras que en la frase «toda albarda tiene su moledura», la «albarda» representa «cualquier situación o circunstancia» que, como todo, tiene sus inconvenientes. Estos obstáculos son las «moleduras», las cargas o lastres que encontramos en cada situación en la vida. El dicho puede usarse en un contexto en el que alguien se lamenta o se siente abrumado ante los obstáculos que surgen en la empresa que acomete, y su interlocutor le incita: «Oiga, nadie le dijo que era fácil, toda albarda tiene su moledura».

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