Juan José Braojos Ruiz | Ingeniero de obras públicas e hidrólogo

"El acuífero de Tenerife ha disminuido. La entrada principal es la lluvia y si no llueve..."

Juan José Braojos es un ingeniero de Obras Públicas y experto en obras hidráulicas

Juan José Braojos

Juan José Braojos / María Pisaca

¿Cómo valora la declaración de emergencia en la Isla por la sequía? ¿Podría llegar a afectar al consumo humano o decretar restricciones como en Fasnia, Arico y, hace unos días, Icod?

Previsiblemente, Vilaflor también. En la zona alta de la Isla, en el sur, las galerías están conectadas directamente con la superficie a través de fracturas. Cuando llueve cogen el agua y se mantiene durante un tiempo. Si no llueve, se quedan vacías. Efectivamente, habrá que tomar medidas. Estoy muy preocupado con Vilaflor, porque lo conozco muy bien, sé que prácticamente el agua que usan para abasto y suministro procede de galerías que se nutren directamente de la lluvia.

Resuma esos 175 años de aguas subterráneas en la Isla que glosa en su libro de nombre sugerente: Alumbramientos, agotamientos y fracasos.

Me gustaría agradecerlo, antes que nada, a mis editores, el Consejo Insular de Aguas de Tenerife, el Colegio de Ingenieros de Obras Públicas y la Cámara Insular de Aguas. Hace 175 años porque es de 2020 y la primera galería data de 1845, por una cuestión coyuntural y circunstancial. La falta de agua para el proyecto de lavaderos de Santa Cruz llevó a buscarla de cualquier forma. El Ayuntamiento se propuso incrementar el caudal de los nacientes de Aguirre (Anaga) con el uso de un barreno para perforar pozos artesianos traído de Inglaterra, pero las primeras experiencias no dieron resultado. Unos particulares, previo permiso municipal, lo pusieron en manos de un súbdito francés que sabía utilizarlo y surgió la primera perforación horizontal del subsuelo en Tenerife en busca de agua: la galería naciente La Cueva del Francés. Se alumbraron apenas 10 o 20 pipas a la hora, pero supuso el punto de partida para más perforaciones y la creación de sociedades o empresas de investigación, explotación, canalización y aprovechamiento de agua subterránea. En 1915 ya existían un centenar de esas sociedades y 300 galerías, la mayoría pequeñas.

¿No se entendería la historia de Tenerife sin conocer la del ciclo del agua y su gestión?

Claramente, no. Me voy a referir a mi querido amigo Adolfo Hoyos-Limón, ya fallecido. Fue mi jefe –director general de Aguas– y un referente. Venía a resumirlo con una interrogante y su respuesta: ¿Qué habría sido de Tenerife sin las galerías? Pues gracias a ellas, tenemos agua y bebemos. Debe ponerse en valor lo que ha significado para la Isla la extracción y puesta en uso de los recursos subterráneos. Adolfo Hoyos invita a admirar las obras de alumbramiento y aprovechamiento del agua que han permitido vivir y prosperar a Tenerife desde finales del siglo XIX y han acabado cristalizando en algo digno de admiración por sus dimensiones globales y por lo que deja adivinar de iniciativa, perseverancia y sacrificio de sus promotores. La labor tinerfeña en materia de aguas ha funcionado, y no tan mal como algunos piensan, desde hace más de un siglo.

Data en 1913 un episodio clave en Anaga y otro, en 1925, en Arafo. Detalle ambos.

En 1913, la súbita aparición de un imponente chorro de agua cuando en Anaga se perforaba un túnel para trasvasar el agua de los nacientes de Roque Negro, en la vertiente Norte, hasta Catalanes, en la Sur, evidenció la existencia de aguas más profundas y en mayor cantidad que las aportadas por los nacientes naturales. Se trataba de las contenidas en el, hasta esas fechas desconocido, acuífero basal. A los 600 metros de la boca surge un imponente caudal, un permanente chorro de agua. Frente a las 200 pipas a la hora de media se alumbran entre 1.500 y 2.000. Lo peor fue que una avalancha mató a cinco operarios, pero en el acervo popular quedo que en Anaga había un río de agua que no cesaba de manar. A partir de 1915, las nuevas galerías ya no se emplazaron en el entorno de nacientes naturales, pues se perseguía la obtención de aguas más profundas. Sus trazas se prolongaban lo necesario para contactar con el mentado acuífero basal, dando lugar a las denominadas galerías convencionales. En 1925, la de Los Huecos, en Arafo, contactó con el acuífero basal; fue el inicio oficial de su explotación por las galerías; explotación que secundaron nuevas galerías, tanto en el Norte como en el Sur. La actividad perforadora, incentivada por los grandes caudales alumbrados, fue en aumento durante el resto del siglo XX.

«Alumbramientos, agotamientos y fracasos». ¿Lo puede explicar?

El libro está estructurado en varios bloques y dos enfoques. El primero, a modo de inventario cronológico, describe, por zonas, el proceso de implantación de las galerías en la Isla, desde la década de los cuarenta del siglo XIX hasta 2020. El segundo enfoque pone en relación el histórico con el sistema hidrogeológico insular. Al principio no había un criterio definido, no se sabía cuál era la estructura del acuífero y el conocimiento técnico era escaso. Hubo, como ocurrió con la famosa fiebre del oro, galerías que se comían literalmente a otras en busca del preciado acuífero. El agua fue mermando con las perforaciones, las galerías más altas se agotaron y solo se mantuvieron las situadas más abajo, más cerca del acuífero. En cuanto a los fracasos, hubo obras en sitios equivocados, donde no había agua en el acuífero, o estaba ya explotado.

¿Cuántas galerías y pozos hay en Tenerife?

Inventariadas hay 1.159 galerías –unos 390 pozos–, pero más de 300 son socavones abandonados. Realmente, las convencionales, las que han pretendido llegar a explorar el acuífero son unas 550. Estamos muy lejos de la fiebre del agua, a principios del siglo XX, cuando se crean comunidades de manera artificial.

En su trabajo hace referencia a la experiencia personal. Relate alguna anécdota.

Escribí dos libros anteriores y mi familia me decía: «Estamos orgullosos de ti y de lo que has escrito, pero no entendemos nada». Prometí que en este tercero incluiría algo que pudieran leer. Ahí entra el recordatorio y agradecimiento a personas con las que conviví, así como el relato de hechos en los que participé. Pensé en incluir algunas anécdotas y me alegra que me pregunte por ellas. La última de mi trayectoria profesional ocurrió en la galería de Hoya del Cedro, en Icod de los Vinos, donde lo pasé muy mal. Daba más de dos mil pipas, pero no tenía canalización para poner el agua en consumo y corría por los barrancos. Se obligó al dueño a levantar un muro de cierre para eliminar esa pérdida de caudal. Mi compañero Óscar Hernández y yo comprobábamos el muro, empezó a salir agua y la persona que lo construyó gritó que iba a estallar y había que correr. Salimos a escape en un vagón con idea de que el torrente venía detrás. Media hora después volvimos a la superficie. Pensamos en el final. El agua salía de un falso muro porque detrás había uno de contención muy bien hecho y no se filtraba

La frase es suya. «Hace 30 años, el 99% del agua que se consumía en Tenerife era subterránea y hoy supone el 75%. ¿Estamos ante un recurso finito? ¿Se agota el agua en el acuífero de Tenerife?

El acuífero ha disminuido y en algunas zonas se ha dado una saturación de galerías. La entrada principal es la lluvia y si no llueve... En la estación pluviométrica de Izaña, en los últimos trece años solo se ha superado una vez la media y eso significa que prácticamente no llega agua. Y hablamos del principal acuífero de Tenerife, el reservorio de Las Cañadas. Antes había picos en los gráficos de la pluviometría y desde 2012 el descenso es continuado. Serán equivalentes las entradas, es decir, el agua de lluvia, a las salidas, lo que se pueda perder hacia el mar. Nos vamos a quedar con una especie de caudal base que va a durar toda la vida; yo lo había calculado en unos 100 hectómetros cúbicos –unos 1.000 millones de litros, equivalente al consumo de una población de 15.000 habitantes–, pero siempre y cuando llueva. Si seguimos así, espero que no, ese caudal va a ser menor en diez años. El acuífero estará ahí siempre, porque llegará un momento en el que el nivel se estacionará y quedará para toda la vida gracias a las galerías, que actuarán como tomaderos en el interior y gastarán parte de esa agua de lluvia.

¿Cuánta agua calcula usted que se pierde en la Isla?

Hay municipios cuyas redes están perdiendo el 60%, pero los más importantes y poblados como Santa Cruz o La Laguna han llevado a cabo obras de mejoras y han bajado los niveles hasta un 10%. Eso compensa lo otro. En cuanto al agua que se pierde de la lluvia, basta un dato: la Isla recibía hasta 2014, el último balance, unos 850 hectómetros cúbicos de agua de lluvia y apenas se perdían 15. Pero la sequía en estos 10 últimos años reduce el cálculo hasta 600 hectómetros cúbicos al año.

¿Existen los aguatenientes o es una leyenda urbana?

Puede que en los primeros años de la fiebre del agua, porque es un negocio y seguro que alguna fortuna se ha hecho gracias a ella, pero hoy no recomendaría a nadie que comprara una acción.