Los vigilantes del Teide: un sentimiento más allá del volcán

El vulcanólogo Nemesio Pérez y su equipo de Medio Ambiente del ITER regresan a las instalaciones del Taoro de Puerto de la Cruz

Arriba, Nemesio Pérez en una rueda de prensa en la sede del Cabildo

Arriba, Nemesio Pérez en una rueda de prensa en la sede del Cabildo / Marta Casanova

Marta Casanova

«Para muchas de las personas que hemos nacido o vivimos en Canarias, el Teide no solo es un volcán, es también un sentimiento». Con estas palabras felicitaba el nuevo año Nemesio Pérez, portuense y vulcanólogo de referencia. El padre Teide vigila desde lo más alto todo el Valle de La Orotava, pero realmente ¿quién lo vigila a él?

En las instalaciones del antiguo colegio Yeoward, en la entrada del Taoro, se desembalan las cajas con los archivos, ordenadores y todo el material de trabajo de las personas que conforman el equipo del área de Medioambiente del ITER (Instituto Tecnológico y de Energías Renovables), con Nemesio al frente desde hace 26 años. Por fin regresan al Puerto de la Cruz, lugar de donde nunca debieron marcharse, en una tercera mudanza que quizás tampoco será la definitiva.

Allí, en un despacho repleto de papeles y bajo una fotografía del Teide me reencuentro con un viejo amigo con el que compartí muchas batallas sobre todo mediáticas. Nemesio es una persona peculiar que se caracteriza por su sinceridad. No tiene pelos en la lengua y eso nos causó más de un disgusto. Me recibe vestido con un polo negro mucho más discreto que la famosa camisa hawaiana con la que recibió a los reyes de España en los días de la erupción del volcán de La Palma.

Lo conocí cuando llegó al Cabildo de la mano de Ricardo Melchior, que decidió impulsar la vigilancia volcánica que, en un territorio como el nuestro, era paradójicamente tercermundista. Cuando Nemesio abandonó el Puerto de la Cruz para estudiar Ciencias Químicas en la Universidad Autónoma de Madrid no pensaba en regresar a la Isla. Realizó su Tesis Doctoral en Louisiana (Estados Unidos) sobre geoquímica de gases volcánicos de la caldera de Rabaul en Papúa Nueva Guinea. Al finalizar su tesis doctoral en 1992, obtiene un contrato postdoctoral Fullbright de intercambio científico para continuar realizando investigaciones en esa misma universidad sobre geoquímica aplicada al estudio de la hidrogeología de islas volcánicas oceánicas.

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Los reyes de España en su visita a La Palma junto a Nemesio Pérez / E. D.

Una vez finaliza su periodo de investigación en los EEUU se traslada a Japón en 1995 para realizar trabajos de investigación sobre predicción de terremotos y erupciones volcánicas utilizando métodos geoquímicos en el laboratorio de Química de Terremotos de la Universidad de Tokio gracias a un contrato de Unión Europea, cuya finalidad era fortalecer la colaboración científica entre Japón y la Unión Europea. Durante su estancia en la Universidad de Tokio (1995-1996) asume también funciones de asesor científico del Ausaid (Organismo de la Cooperación Internacional del Gobierno Australia) para mejorar y optimizar el programa de vigilancia volcánica en Papúa Nueva Guinea.

Dos años más tarde, coincide con Ricardo Melchior en un encuentro de vulcanología celebrado en Japón y éste, como vicepresidente del Cabildo, le ofrece volver a su tierra para contribuir a la mejora de la vigilancia volcánica en Canarias, incorporándose al Instituto Tecnológico y de Energías Renovables (ITER) como director del Área de Medio Ambiente, función que ejerce desde entonces. A partir del año 2010 realiza además funciones de coordinador científico del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), organismo creado ese mismo año de manera unánime por el Cabildo de Tenerife ante la dejadez del resto de administraciones que durante casi veinte años han pasado por alto decisiones aprobadas de manera unánime tanto por parte del Senado (2005), Parlamento de Canarias (2006) y Congreso de los diputados (2008) para la coordinación de esfuerzos económicos y medios técnicos en la prevención y estudio de la realidad volcánica a través de este organismo.

Cuando ocurren episodios como en el del Tajogaite en La Palma es cuando realmente somos conscientes de la realidad volcánica en la que vivimos y fue entonces cuando el Gobierno de Canarias anunció su interés por asumir la titularidad y gestión del citado Instituto en cuyo consejo de administración participarían los siete cabildos, pero a día de hoy la situación no ha cambiado.

En 2022, la Administración General del Estado también anuncia públicamente la puesta en marcha del Centro Nacional de Volcanología en Canarias, como una entidad que aglutinaría todos los recursos humanos y técnicos destinados por la gestión científica del riesgo volcánico, y que dicho centro estaría en Canarias. Ante este anuncio, Nemesio considera que lo más coherente sería quizás que la AGE entrara a formar parte del Instituto Volcanológico de Canarias, tal y como el mismo propone en un documento que, bajo el título Estrategia Canaria para la Reducción del Riesgo Volcánico, plantea un marco de actuación para afrontar y dar respuesta a los retos a los que nos enfrentamos bajo tres principios o pilares fundamentales, que son el conocimiento científico, la participación ciudadana y el consenso.

Este informe, que surge tras la erupción del volcán de La Palma para «aprender de los errores», tal y como le expresó el propio Nemesio a los presidentes Sánchez y Torres, recoge que «Canarias es la única zona volcánicamente activa del territorio nacional expuesto al riesgo volcánico, con 18 erupciones durante los últimos 600 años». «Por lo tanto, y a pesar de que Canarias se encuentra expuesta a diversos riesgos naturales, el volcánico es el riesgo natural bandera de esta Comunidad. La erupción de La Palma, la más importante ocurrida en Europa en los últimos 75 años, ha puesto de manifiesto la exposición y la vulnerabilidad de nuestra sociedad ante el peligro volcánico por lo que debemos marcar un antes y un después respecto a nuestra gestión del riesgo volcánico», añade.

El riesgo aumenta no porque en la actualidad los volcanes estén cocinando más en el subsuelo de Canarias, sino porque el desarrollo socioeconómico de nuestra región es ahora mayor que hace 50 años y muy probablemente será mayor en el futuro. Para hacernos una idea, Nemesio pone un claro ejemplo: «Si el coste del riesgo volcánico de La Palma ha alcanzado los 1.000 millones de euros, de ocurrir en Tenerife alcanzaríamos los 4.000 millones».

Nadie puede discutir ni la capacidad de trabajo de Nemesio al frente de Involcan ni su interés por acercarnos esta realidad. Al margen de los trabajos de campo y del estudio del comportamiento de nuestros volcanes a nivel científico, me gustaría resaltar su empeño por trasladar a la población los fenómenos volcánicos en Canarias con la finalidad de reducir en todo momento esos riesgos. El interés que despiertan estos temas, sobre todo cuando nos ha tocado cerca se ve reflejado en redes sociales como X –antiguo Twitter– que en el caso de la cuenta de Involcan pasó de 3.000 a 104.000 seguidores durante la erupción de La Palma.

Este empeño divulgativo se ha visto reflejado en su continua participación no solo en medios de comunicación a través de programas científicos y de concienciación pública, sino también a través de una iniciativa denominada Canarias: Una ventana volcánica en el Atlántico, que ha viajado desde el 2008 por todos los municipios de Canarias con el firme propósito de informar y educar sobre el fenómeno volcánico y la gestión del riesgo entre los residentes en Canarias.

Comienza ahora una nueva etapa de Involcan en su nueva sede de Puerto de la Cruz y Nemesio vuelve a casa con una sensación agridulce que se atreve a confesarme cuando le pregunto si se arrepiente de haber aceptado la invitación que aquel día le hizo Ricardo Melchior: «Si hubiera visto por un agujerito los años que me esperaban no hubiera venido ni borracho, pero por el simple hecho de la poca cultura de I+D que hay en España. Para un científico mover la rueda 360 grados supone un gasto de energía diez veces mayor que si estuviera en EEUU. Por otra parte, desde el punto de vista profesional hay que reconocer que hemos hecho cosas importantes que en cierta medida han hecho que otras instituciones también se pongan las pilas en esta materia. Hemos formado un equipo con grandes profesionales y con cierta reputación internacional a pesar de todas las adversidades vividas por parte del propio sistema y de la propia comunidad científica española. En el ámbito personal y por lo que supone estar cerca de la familia ha sido un periodo satisfactorio, pero no cabe duda de quizás fuera hubiera tenido quizás un mayor desarrollo profesional, aunque estoy muy orgulloso del trabajo de I+D que este equipo ha hecho desde Canarias con proyección internacional».