Maestras y maestros de ayer

Teresa Acosta encontró la vocación temprana de la docencia

Cursó sus estudios de Magisterio en la Escuela Universitaria María Auxiliadora de Santa cruz

Tere Acosta con algunos de sus alumnos

Tere Acosta con algunos de sus alumnos / E. D.

Domingo J. Jorge

En la página de Maestras y maestros de ayer, hoy nos acercamos a una mujer que ha sido una de las impulsoras de la búsqueda de nuevas metodologías para la enseñanza de la Lengua y la Literatura. Se trata de una docente enamorada de la literariedad y el amor por los textos y la dicción. Esta pasión la supo transmitir a sus alumnos durante toda su trayectoria educativa.

María Teresa Acosta Tejera, nació en el pueblo sureño de Fasnia en 1961. En esa tierra a la que Maccanti dedicó estas palabras “… de una tierra que no es metáfora, ni prestidigitación, sino que se presenta con el limpio, modesto y austero ropaje de su aridez… porque las tierras del sur son de hondura…El Sur, el hondo Sur…Cada día me digo que si de alguna parte soy, de aquí soy”.

Buscando en sus inicios, Tere Acosta encuentra recuerdos de aquellos primeros años de formación en Primaria y BUP. «Cursé mis primeros años en el Colegio Público de Fasnia y en 6º de Primaria mis padres decidieron matricularme en el Colegio Nazaret de Güímar, allí permanecí hasta 1º de BUP, luego me trasladé al IES Mencey Acaymo de la misma localidad donde terminé mis estudios no universitarios».

Recuerdos con nostalgia

Recuerda con afecto y nostalgia su época de primaria en Fasnia. «En particular, a mis maestros: Rosarito quien me enseñó a leer; Veremundo Martín quien intentaba enseñarnos francés, idioma completamente desconocido y por ello me resultaba difícil». Detrás de una buena docente, primero hubo siempre otros que plantaron la semilla. «Mi madre, mientras cosía por las tardes, solía ayudarme con mis estudios, aunque ella también desconocía el idioma, se esforzaba por escucharme pronunciar en voz alta el vocabulario. Asimismo, tengo recuerdos de la clase de la maestra Concha Doris, allí recibíamos botellas de leche Iltesa con chocolate», recuerda. «A veces, llevados por la emoción pueril, perforábamos la tapa de algunas botellas para beberlas sin ser vistos por la maestra, por supuesto, con el consiguiente castigo de permanecer un rato de rodillas. Debido a que mis hermanos mayores ya estaban estudiando en Santa Cruz, me encontraba a menudo sola y con mucho tiempo libre, así que lo pasaba sumergida en la lectura de novelas gráficas, novelas que mi madre tenía, tebeos o colorines nombre que usábamos entonces».

En BUP, le llegó la vocación temprana por el estudio y la enseñanza de la Lengua. «Durante mis años de BUP, tuve dificultades con las Matemáticas, lo que me llevó a elegir la rama de letras, donde logré buenos resultados académicos. En este período conté con el privilegio de tener como profesora de Lengua Castellana y Literatura a Rosa Bello, la que previamente me había dado clase en Nazaret. Creo que su influencia fue determinante en mi decisión de estudiar Lengua».

El gusto por la lectura

A lo largo de esta etapa, se sumergió por completo en la lectura, convirtiéndose en una ávida lectora. «Mis preferencias abarcaban desde la colección Los Cinco de Enid Blyton, libros de Salgari, Campos de Castilla de Machado hasta obras de Miguel Hernández, dejando en mí mucha huella “Nanas de la cebolla”; leí y sigo releyendo De Fuerteventura a París de Unamuno… Pero cuando evoco este tiempo, no puedo dejar de recordar la lectura de El Lazarillo de Tormes. Nuestro profesor de Lengua y literatura, Castellano, nos propuso la lectura en voz alta de esta obra, y cuando llegó mi turno, me tocó el fragmento en el que Lázaro le dice al ciego que salte, y al leer: “¡Sus, salta todo lo que podáis, porque deis deste cabo del agua!” imaginé al ciego dándose un gran golpe en la cabeza contra el poste y cayendo hacia detrás. No pude contener la risa; tantas veces tuve que leerlo, tantas veces me reí», comenta.

También contó con la fortuna de adentrarse en la lectura de clásicos franceses en su lengua. «De este período preuniversitario, tuvimos el privilegio de que nos diera clase de francés Luz, una profesora catalana que nos introdujo en la lectura de obras en versión original, recuerdo especialmente L´ ètranger de Camus. Fue durante el COU cuando descubrí la literatura hispanoamericana, un descubrimiento que me cautivó. Creo recordar que la primera obra que leí fue La Hojarasca de García Márquez, una obra que sembró la semilla y me acompañó hasta el momento en el que retomé los estudios de Filología años más tarde», aclara. «Durante el último curso de la licenciatura, nuestra profesora, Petra Iraides, nos introdujo de manera excepcional en el mundo de la Literatura Hispanoamericana. Sus métodos de evaluación, basados en conversaciones individuales, nos permitieron establecer diálogos profundos sobre las obras, sus contextos y los autores. Fue en este período cuando me cautivó especialmente el movimiento del indigenismo, lo que me llevó a realizar un análisis detallado de las tres ediciones de Huasipungo de Icaza. Mi fascinación fue tal que incluso conseguí que me enviaran desde Ecuador la primera edición de esta obra».

Estudiar para maestra

Ya en su casa había habido un referente dentro del Magisterio. «Mi hermana mayor, Mercedes; estudió Magisterio y yo creo que mis padres quisieron que yo estudiara lo mismo», explica. «Realicé tres pruebas de ingreso a la Universidad: una para la Escuela Normal de La Laguna, otra para la Escuela Universitaria María Auxiliadora de Santa cruz y la Selectividad. Finalmente, cursé Magisterio en esta escuela. Aunque mi preferencia era estudiar la licenciatura en Lengua, mi padre había estado bastante enfermo y me dijo que no sabía si podría costear una carrera de cinco años», comenta con cierta tristeza. «Me sugirió que optara por una de tres años y luego, si deseaba, podría continuar con la licenciatura. De esta manera, me encaminé hacia la carrera de Magisterio, culminando con la obtención de la Diplomatura en Lengua Española e Idiomas Modernos. Fueron los períodos de prácticas los que me permitieron comprender la intensidad de la profesión docente, así como la valiosa contribución que hacemos a la sociedad».