La 'conquista' del cielo canario: cien años del primer avión que aterrizó en Tenerife

Una expedición militar liderada por el comandante Delgado Backembury completó la hazaña en enero de 1924

Esta misión cambió la historia de la aviación en España

Imagen tomada desde el hidroavión Melilla en la que aparecen las tripulaciones del Archipiélago canario, Gran Canaria y Tenerife en enero de 1924.

Imagen tomada desde el hidroavión Melilla en la que aparecen las tripulaciones del Archipiélago canario, Gran Canaria y Tenerife en enero de 1924. / Leopoldo Alfonso

«A las 12 y 13 minutos de ayer (30 de enero) volaban, por primera vez sobre la capital de Canarias, los intrépidos aviadores del Ejército español que ha realizado el raid Larache-Canarias». Este fragmento forma parte de la crónica que La Prensa ofreció a sus lectores hace un siglo para festejar la primera gran hazaña aérea registrada en las Islas. Aquel día las tripulaciones militares de dos Breguet XIV-A-2, bautizados con los nombres Archipiélago canario y Tenerife, y del hidroavión Dornier Wall-W-3, con la inscripción Melilla grabada en su fuselaje, culminaron un desafío de más de 1.500 kilómetros y casi un mes de duración.

La emoción con la que se recogió en las páginas del diario republicano lo acontecido refleja la importancia de un hito que acabó siendo clave en el desarrollo de la aviación comercial entre Canarias y la Península. «Sobre un fondo de nubes [en la edición original de escribe nuves] blancas, radiantes por viva luz solar, los tres aparatos se destacan gallardamente, en un avance vertiginoso que los agrandaba por segundos a los ojos de la ávida curiosidad de las gentes», relata el autor de un texto en el que se menciona a los buques fondeados en el muelle de Santa Cruz que hicieron sonar sus bocina, los cohetes que se lanzaron y los ciudadanos que agitaron cientos de pañuelos al aire para dar la bienvenida a los héroes del Ejército español.

En el mismo periódico en el que apareció la muerte de Lenin (21 de enero de 1924) era algo común encontrar referencias a las conquistas que el mundo de la aviación seguía acumulando en toda Europa, hazañas que en el caso de Canarias tenían un enemigo difícil de salvar: el Atlántico. La complejidad de tener que esquivar una superficie oceánica interminable no mermaba la curiosidad de los ciudadanos que leían en La Prensa noticias internacionales protagonizadas por aeroplanos y zeppelines. De hecho, antes de que estallara la Primera Guerra Mundial [1914-1918] ya se había celebrado la primera gran exhibición aeronáutica en la Isla (1913).

Por Tenerife también se dio una vuelta un habilidoso piloto francés llamado Garnier, quien aprovechó una visita a Las Palmas para actuar –sus piruetas en el airea tenían fama internacional– en unas fiestas y embarcó su aeroplano de un solo motor con rumbo a la capital santacrucera. Había sido contratado para realizar varias pasadas rasantes sobre unos campos abandonados en Geneto y un puñado de casas que sobresalían en Santa Cruz tras despegar de un improvisado campo de vuelo que se creó en La Cuesta. El gabacho no pudo completar su demostración por un fallo mecánico e hizo un aterrizaje de emergencia. El avión volvió en barco a Las Palmas, se aguardó sin éxito la llegada de unas piezas de recambio y prosiguió su travesía marítima hasta tierras peninsulares: conquistar el cielo de Canarias [a gran escala] continuaba siendo una asignatura pendiente para aventureos, ingenieros y pilotos como Mauricio Poumet, que en 1913 cruzó de lado a lado el Barranco de San Felipe de Puerto de la Cruz dejando «boquiabiertos», según cuentan los textos de la época, a los portuenses por su habilidad para volar tan cerca del suelo.

Unir Canarias con la Península

Poder unir todo el territorio español por aire aún era un gran sueño en las primeras décadas del pasado siglo, pero en la estación de otoño de 1923 se dio un hecho que sirvió para activar el raid Casablanca-Canarias. Los expertos trazaron un recorrido con unos tintes históricos que tenía como puntos estratégicos Casablanca, Agadir, Cabo Juby, Las Palmas y Tenerife, siendo las etapas más complejas las que unirían a Cabo Juby con Las Palmas y Gando con Tenerife. De nuevo, el mar se convertía en incómodo enemigo que había que sortear apelando a la pericia de las tripulaciones, las lentas pero seguras novedades que ya se estaban incorporando a la aviación y, por supuesto, a un factor suerte ligado siempre con unas buenas condiciones meteorológicas y unos cálculos muy exactos en el suministro de combustible.

Canarias no contaba aún con aeródromos y, por lo tanto, era necesario improvisar la construcción de unos campos de vuelo en los que pudieran operar los aviones Breguets del Ejército español. Madrid encargó al capitán de Infantería Felipe Díaz Sandido que viajara a las Islas [era la avanzadilla de un equipo que llegaría dos semanas más tarde] para que inspeccionara unos terrenos en Gando (Las Palmas). El especialista también navegó hasta Tenerife para realizar la misma misión: descartó los terrenos localizados en La Cuesta por la poca uniformidad del suelo y la existencia de unos vientos cruzados-laterales y siguió buscando hasta que encontró una explanada interesante en la zona de El Bailadero (Arico). Su legítimo propietario, don Martín Rodríguez y Díaz Llanos, no puso impedimentos para que el piso se empezara a aplanar. El oficial Sandino comunica a Madrid que los preparativos en Las Palmas y Tenerife estaban avanzados y recibe como respuesta que el raid Casablanca-Canarias ya está en el punto de mira del dictador Primo de Rivera.

Las tripulaciones

El comandante Guillermo Delgado Backembury recibió el encargo de completar la misión y fue el responsable de reclutar a las tripulaciones. Una de sus primeras decisiones fue enviar, en los últimos días del mes de noviembre de 1923, un falucho [barco de pequeñas dimensiones y que tiene un mástil muy inclinado hacia proa] con herramientas, repuestos y combustible a Las Palmas y Tenerife.

Los modelos elegidos para llevar a cabo el raid Casablanca-Canarias fueron tres Breguet XIX-A-2 y un hidroavión Dornier Wall-W-3. Tanto en Tenerife como en Las Palmas se realizaron suscripciones populares (donaciones) para colaborar con las Juntas Patrióticas en la adquisición de unos aviones que se «bautizaron» en Sevilla en presencia de la reina María Victoria y los infantes Carlos y Luis de Borbón, en el caso de los Breguets Archipiélago Canario y Tenerife, mientras que una tercera aeronave con las mismas características técnicas fue bendecida en la Base Aérea de Cuatro Vientos (Madrid) por el obispo Marquino, con el nombre de Gran Canaria. Las tres despegaron el 6 de enero desde Casablanca para culminar la conquista del cielo de canario 24 días después.