Abusos en la Iglesia

El protocolo del Arzobispado de València contra los abusos sexuales prohíbe quedarse a solas con un menor

Aboga por una política de 'puerta nunca cerrada' que obliga a "ser siempre visibles para los demás" adultos en presencia del alumnado

Incluye un decálogo de 10 conductas "estrictamente prohibidas" que evitan "situaciones de riesgo" como entrar en vestuarios en los que haya menores

El Arzobispado de València, en una imagen de archivo.

El Arzobispado de València, en una imagen de archivo. / MIGUEL ANGEL MONTESINOS

Rafel Montaner

"Un solo abuso ya son muchos, una sola víctima lo es todo". Esta máxima del arzobispo de València, Enrique Benavent, es la piedra sobre la que el arzobispado ha construido su nueva política de tolerancia cero ante los abusos sexuales a menores y que se plasma en un protocolo de prevención y actuación propio de la archidiócesis con más de un centenar de páginas que va mucho más lejos de las directrices marco elaboradas por la Conferencia Episcopal Española.

Este protocolo de prevención y actuación en casos de abusos sexuales, aunque está muy centrado en la protección de los menores de edad también aborda el acoso a personas en situación de vulnerabilidad y al alumnado de más de 18 años. Ha sido redactado por la Oficina de Protección al Menor (OPM) de la archidiócesis que dirige el sacerdote Daniel Juan y según fuentes del arzobispado el protocolo está adaptado a la realidad de la Archidiócesis de València, que es la que más colegios diocesanos gestiona en toda Europa con un total de 65, y además dispone de una universidad propia: la Universidad Católica de València (UCV).

Diez conductas "estrictamente prohibidas"

Incluye un decálogo de conductas "estrictamente prohibidas" en la interacción con menores por parte de sacerdotes, profesores y laicos de la archidiócesis entre las que destacan "quedarse a solas con un menor". Con el fin de evitar estas situaciones se considera "necesario llevar a cabo una política de 'puerta nunca cerrada'". Es decir, que cuando haya que hablar en privado con un menor se haga siempre en un entorno visible y accesible para otros adultos, y nunca "con la puerta cerrada".

Se prohíbe también "ponerse en situación de riesgo o claramente ambigua"como entrar en los vestuarios, baños o duchas mientras estén los menores, compartir habitación o tienda de campaña durante las excursiones o incluso subir a un menor a solas en un coche. Además, tampoco se tolerará "pedir a un menor que guarde un secreto o darle regalos discriminando al resto".

No se podrá igualmente fotografiar o grabar a un menor, ni tampoco difundir sus imágenes a través de las redes sociales, sin el consentimiento de sus padres. Esto solo estará permitido para el caso de actividades escolares y parroquiales, siempre con la autorización de las familias, y usando preferiblemente cámaras y dispositivos de toma de imágenes de la parroquia o del colegio diocesano, quienes serán los encargados de custodiar las imágenes.

También se prohíbe tajantemente, y será motivo de "cese inmediato de la actividad pastoral", establecer "cualquier relación sentimental, consentida o no, de una persona adulta con otra menor de edad".

Enviado a 700 parroquias y 65 colegios diocesanos

El arzobispado comenzó el pasado septiembre a remitir y presentar el nuevo protocolo de prevención y actuación ante los abusos sexuales a las más de 700 parroquias de la archidiócesis valenciana, a Cáritas, a sus centros educativos, a la UCV, al seminario y a los movimientos diocesanos como Juniors, con el fin de que comiencen a implementarlo.

Está obligado a cumplir este nuevo protocolo todo el personal de la Archidiócesis de Valencia que en el ejercicio de sus funciones estén en contacto con menores. Esto incluye no solo a sacerdotes sino también a todo el personal docente dependiente del arzobispado y a los agentes pastorales. Este último colectivo engloba a todas las personas que se ven involucradas y comprometidas en las acciones de cada parroquia y en la que cumplen diferentes funciones en la comunidad cristiana. Es decir, catequistas, formadores, monitores de actividades pastorales, voluntarios, entrenadores, acompañantes e incluso al personal administrativo y de servicio de los centros educativos.

"Se evitará estar a solas con menores"

El protocolo desarrolla todo un catálogo de buenas prácticas para crear "ambiente sanos y seguros" en la Iglesia, que subraya que "está llamada a ser un espacio protegido para la infancia y un espacio peligroso e inseguro para el abusador". Así, entre "las pautas positivas y límites que se deben tomar" en la relación de todo el personal de la archidiócesis con los menores, destaca el uso de "la prudencia y el respeto" en cualquier muestra física de afecto con el alumnado con el fin de que se realicen "con mesura y respeto, de manera que nunca puedan parecer desproporcionadas y respetar la integridad física del menor, permitiéndole rechazar las muestras de afecto, incluso en el caso de que sean bienintencionadas".

Otra de las pautas que se fijan es "ser siempre visibles para los demás en presencia de menores". Por tanto, añade el protocolo, "se evitará estar a solas con menores en despachos, sacristías, aulas, salas de catequesis, procurando siempre que las puertas estén abiertas, facilitando la escucha y visión a otros". Incluso, subraya este código de buenas prácticas, "si se ha de examinar a un menor enfermo o herido, siempre se hará en presencia de otro adulto". 

El decálogo

El protocolo incorpora un decálogo de comportamientos "estrictamente prohibidos" para los agentes de pastoral y docentes en su relación con los menores de edad.

  1.   Infligir castigos corporales de cualquier tipo. Dada esta prohibición, no puede justificarse en ningún caso contacto físico por este motivo.
  2.   Establecer una relación preferencial con un menor de edad. Es motivo de cese inmediato de la actividad pastoral cualquier relación sentimental, consentida o no, de un adulto con un menor de edad. Los sentimientos de afecto y/o enamoramiento hacia sacerdotes, catequistas, profesores o monitores a menudo responden a la consideración del adulto como un ídolo. La persona adulta ha de ser consciente siempre de su propia responsabilidad, si se evidencian estas situaciones. En ningún momento debe responder o insinuarse positivamente a este tipo de afecto, sino establecer de forma inequívoca y con buenas maneras los límites adecuados de comportamiento, relación y aprecio.
  3.   Dejar a un menor en una situación potencialmente peligrosa dada su situación mental o física.
  4.   Recurrir a un menor de manera ofensiva o involucrarse en conductas inapropiadas o sexualmente sugestivas. Están absolutamente prohibidos juegos, bromas o castigos que puedan tener connotación sexual, evitando cualquier tipo de conductas que impliquen o sugieran desnudarse, besarse o tener contacto físico sugestivo o dado a malinterpretaciones.
  5.   Discriminar a un menor o un grupo de menores. Están totalmente prohibidas las novatadas y otras dinámicas y juegos que puedan llevar consigo actos vejatorios, denigrantes o sexistas.
  6.   Pedir a un menor que guarde un secreto o darle regalos discriminando al resto del grupo.
  7.   Fotografiar o grabar a un menor sin el consentimiento por escrito de sus padres o tutores. Si se hace en el desarrollo de actividades pastorales, se llevarán a cabo, a ser posible, con dispositivos técnicos de la parroquia o centro educativo (cámaras de fotos, de video, etc.), mejor que con material personal (teléfonos móviles, tablets, ordenadores, etc.) de la toma de estas imágenes se informará a los padres, no se hará exhibición ni difusión pública o privada sin el consentimiento de éstos y se guardarán en un archivo único, del que será responsable la parroquia o centro educativo diocesano.
  8.   Publicar o difundir, a través de la red o redes sociales, imágenes que reconozcan a un menor de una manera reconocible sin el consentimiento de los padres o tutores.
  9.   Ponerse en situación de riesgo o claramente ambigua: entrar en los vestuarios, baños o duchas mientras estén los menores, compartir habitación de hotel o tienda de campaña, o subir a un menor a solas en un coche. En el caso de tener que entrar en vestuarios, baños o duchas mientras estén los menores conviene que entren al menos dos adultos y del mismo sexo que los menores presentes. En las convivencias, acampadas o viajes es siempre oportuno invitar a que vayan algunos padres, incluso que sean parte activa de la organización. En caso de que haya que llevar algunos menores en el coche, se hará siempre con el consentimiento de los padres y, a ser posible, acompañado por otro adulto
  10.   Quedarse a solas mucho tiempo con un menor, por ejemplo, en la sacristía de la iglesia, o en una sala o dependencia parroquial, y con la puerta cerrada. Si hubiera que examinar a un menor enfermo o herido se hará siempre en presencia de otro adulto. Cuando haya que hablar en privado con un menor, hacerlo en un entorno visible y accesible a los demás. Una buena sugerencia es que haya puertas de cristales transparentes o cristaleras en despachos de sacerdotes, directores, formadores y animadores, tanto de menores como de jóvenes. Cuando se habla con un menor en un despacho o habitación se debe dejar la puerta abierta, o hablar con él en un lugar donde otros adultos puedan ser testigos del encuentro. Es decir, es necesario llevar a cabo una política de “puerta nunca cerrada”. Si, por una razón inusual, se ha estado o se va a estar a solas con un menor, o cuando se va a tener o se ha tenido un contacto físico relevante con el mismo por razones sanitarias o disciplinarias, se debe informar a los padres.

Amonestación, expediente, despido y denuncia

El protocolo exige a las personas responsables de las actividades pastorales y educativas (párrocos y equipos de directivos de centros educativos) y a la propia archidiócesis a actuar "con rapidez y diligencia" ante el incumplimiento de alguna de estas 10 normas. "En función de la gravedad del incumplimiento", explica, la actuación irá "desde la observación del suceso y la sugerencia de mejora, a la amonestación, apertura de expediente, alejamiento de la actividad educativa, pastoral o ministerial, despido y comunicación a las autoridades civiles en los casos más graves".

Por último, el protocolo obliga a que todas las personas de la archidiócesis, tanto sacerdotes, como religiosos y laicos, que participen en actividades que incluyan a menores de edad cursen una formación inicial sobre la prevención, detección y actuación en caso de abusos sexuales. Igualmente, en cumplimiento de la Ley de Protección del Menor, toda persona que vaya a tener responsabilidad profesional o voluntaria con menores en el ámbito de las instituciones y actividades diocesanas y todos aquellos que, de forma inmediata, tengan contacto con menores, será obligatorio que aporten un certificado negativo del Registro Central de Delincuentes Sexuales y Trata de Seres Humanos.

Declaración responsable contra el maltrato

Además, sacerdotes, profesores y laicos "firmarán voluntariamente" un documento de responsabilidad personal en el que ratifica "su rechazo personal a todo tipo de maltrato o abuso sea físico, psicológico o sexual" y declara "que conoce la doctrina de la Iglesia y las normas diocesanas sobre el trato con menores y que, por tanto, la persona que no cumple con las normas incurre en un delito que atenta gravemente contra la Ley de Dios, las normas eclesiales y la legislación civil".

Con la firma de dicha declaración se manifiesta también "que ha sido informado/a sobre todas estas leyes y el compromiso de los Organismos Diocesanos de informar a las autoridades eclesiásticas y civiles de su incumplimiento", así como "que, si cometieran cualquier acto de este tipo, lo harían engañando y traicionando la voluntad de la Iglesia, siendo responsable de sus actos y asumiendo sus consecuencias".

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