Efeméride | 22 años de la riada

Riadas del 31 de marzo: el Domingo de Resurrección en el que Santa Cruz se convirtió en un infierno

El Ayuntamiento mantiene veintidós años después a dieciséis familias realojadas de alquiler para evitar su desarraigo; 159 casas resultaron afectadas y se dieron 1.241 ayudas

El barrio de El Rosarito, en el Suroeste, quedó convertido en un lago por la lluvia de la riada del 31 de marzo de 2002.

El barrio de El Rosarito, en el Suroeste, quedó convertido en un lago por la lluvia de la riada del 31 de marzo de 2002. / Javier Rivero

Humberto Gonar

Humberto Gonar

«Falo, por Dios, mira para el cielo». Casi como una plegaria encomienda Beatriz Reyes a su esposo, Rafael Pérez, –propietarios de la Finca la Alegría de la Huerta, en el Barrio de La Alegría– que verifique que mientras recuerdan lo que ocurrió hace 22 años tal día como hoy no se vuelva a repetir. Esta vecina recuerda que aquel día ella se encontraba con sus dos hijas en su domicilio familiar y su marido estaba de regreso de Francia y ya en Barajas, gracias a un amigo que sabía donde vivía, le advirtió que en su casa se estaban inundando por las noticias que conocía, a la vez que echó manos de su móvil para que llamara a su familia.

«En casa estábamos incomunicado por vía telefónica, pero tenía otro teléfono que sí funcionó, y le expliqué la situación, advirtiéndole que no viniera aquí cuando llegara a Tenerife porque era imposible, como así hizo y se quedó con su hermana hasta que al día siguiente nos encontramos. Llegó entre muros rotos y montaña de tres metros de fango que había tragado literalmente a los coches». Lo peor, el trágico balance de ocho víctimas en Santa Cruz, una de ellas en el Barrio de La Alegría: un conserje de Casino de Tenerife que era un referente en las fiestas del barrio, tan pronto enramaba como hacía el belén. Fue a abrir para que saliera el agua y se lo llevó la barranquera, siendo localizado días después junto donde está una instalación de la eléctrica.

Beatriz se lamenta de que estas situaciones afectan a los más desafortunados, al explicar que ellos, al día siguiente de la riada, pudieron trasladarse a una casa familiar en Guamasa, mientras más de un centenar de familias se refugiaron en el recinto ferial hasta recuperar la normalidad.

Como una demostración de la tragedia que supuso aquella riada, recuerda la intervención durante una semana y sin tregua de los zapadores del Ejército. 

Este 31 de marzo coincide también como Domingo de Resurrección, por segunda vez desde 2002, cuando la riada convirtió a Santa Cruz en un infierno porque el agua no paraba, como recuerda Javier Rivero. Tenía 12 años y casi estrenó la cámara de fotos que le dejaron los Reyes Magos meses antes en inmortalizar los desperfectos que sufrieron sus vecinos del barrio de El Rosario que le permitió documentar la solicitud de ayudas que ayuntamiento y cabildo dieron casi de forma inmediata a los damnificados. Aquellas lluvias anegaron el barranco del Muerto a su paso por El Rosarito y lo convirtió en un lago que, entre el lodo, sumergió los vehículos. 

«Entonces no estábamos preparado para un hecho de esas características», cuenta Javier Rivero en referencia a las infraestructura y pone de ejemplo la canalización del propio barranco del Muerto que se hizo por vía de emergencia, entre otras intervenciones. Cabe recordar que en el Carnaval 2001, siendo alcalde de Santa Cruz Miguel Zerolo e Hilario Rodríguez, concejal de Seguridad se puso en servicio a Protección Civil, de la mano de once efectivos, y once días antes de la riada del 31M se había aprobado el Plan de Emergencia Municipal (PEMU).

Doce años después, aquel niño que fue con su madre a rebelar los rollos de su cámara a Foto Socas, en el Centro Comercial Concorde, es concejal, en su segundo mandato como miembro de la Corporación, al frente de Infraestructura y Obras del Ayuntamiento de Santa Cruz, si bien reconoce que la riada sembró en él la vocación de servicio por implicarse en la asociación de vecinos de El Rosarito, entonces presidida por Pancho Sosa, que en la actualidad suma 90 años.Un ejemplo de la vocación de servicio a sus conciudadanos. 

Aquel 31M se cobró ocho víctimas mortales y provocó daños en 647 casas y 423 locales en El Rosarito, en el Suroeste, Los Lavaderos, en el centro de la capital, así como en zonas de Anaga como barrio de La Alegría, Valleseco María Jiménez y San Andrés

En Los Lavaderos, junto a la Rambla de Santa Cruz, el matrimonio formado por Rafaela –Fela– Rodríguez y Óscar Ramos mantienen imborrable el recuerdo del 31M de hace 22 años, también Domingo de Resurrección. Ella estaba en La Salud, achicando como podía el agua porque el sumidero del patio no daba avío y la sacaba para la puerta de la calle. Había comenzado a llover sobre las dos de la tarde, pero entre las tres y las cuatro fue el momento de mayor intensidad, cuando se registraron en unas dos horas y media más de 232,6 litros por metro cuadrado en la capital tinerfeña, según los datos oficiales. Un hecho insólito.

«Cuando salimos el coche ya se estaba llenando de agua. No se veía el verde de las montañas sino una cortina de agua», que mantiene vivo el recuerdo de los coches arrastrados por el agua. «Aquí –en Los Lavaderos– bajó toda el agua de Los Campitos y entuyó todo». «Un amigo mío que es instructor de la Unipol, que ha ganado cuatro campeonatos de tiro, pudo salvar la vida porque se pudo coger a un poste mientras el agua arrastraba coches y todo lo que se encontraba por el camino». Se hace un silencio en la conversación con Óscar. «De los ocho fallecidos, aquí murieron una niña y un chico que podría hoy tener la edad de mi hijo –42 años en la actualidad– que logró salvar la vida a su madre pero que lo encontraron días después entre escombros».

Aquel 31 de marzo de 2002 antes de las tres de la tarde el ingeniero Juan Alfredo Amigó llamó por teléfono al entonces concejal de Infraestructuras y Obras del Ayuntamiento, Norberto Plasencia, para advertirle de la virulencia de las precipitaciones, y se comunica la alerta al Zerolo, ante su incredulidad porque disfrutaba de un día soleado en su residencia en Tacoronte frente al palo de agua que se concentró de Santa Cruz, como le explicó su incondicional concejal de Infraestructuras, Norberto Plasencia, y que motivó que desde la sede de la Policía, en Tres de Mayo, se activara el PEMU, con la participación de Hilario Rodríguez, y el responsable de la Gerencia de Urbanismo, Manuel Parejo. Papel fundamental jugó también Sebastián Martín y el recordado Carmelo García del Castillo o Santiago Carlos Martín, hoy al frente de Protección Civil, en la atención a los damnificados, o el subcomisario ya jubilado de la Policía Local Blas Hernández, que se jugó la vida el servicio más duro que recuerda.

Desde el área de Viviendas Municipales, su responsable Ana Belén Mesa precisa que 159 familias fueron realojadas. De ellas, a 98 se les garantizó un piso de alquiler hasta que se garantizó una vivienda en edificaciones que se levantaron en las zonas afectadas (21 en San Andrés, 4 y 7 en sendas construcciónes de Valleseco, 57 en La Alegría, 17 en La Salud y 11 en Barranco Grande), a otras –en el menor de los casos– se reparó su casa, mientras que dieciséis familias siguen realojadas de alquiler en sus barrios de referencia –varias en Los Lavaderos– hasta que una nueva construcción evite su desarraigo.