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El día que Hoya Fría estuvo en la playa de Las Teresitas

Mayores usuarios del programa Santa Cruz Vital cambiaron velas por fotografías para conmemorar los 50 años de la playa

Chicha –a la derecha– y Mariseli –izquierda– cuentan a la concejal del Instituto Municipal de Atención Social (IMAS), Charín González, cómo eran Las Teresitas de arena negra.

Chicha –a la derecha– y Mariseli –izquierda– cuentan a la concejal del Instituto Municipal de Atención Social (IMAS), Charín González, cómo eran Las Teresitas de arena negra. / Pedro Smole

Humberto Gonar

Humberto Gonar

Las Teresitas en primera persona. «Esta zona era El Cabezo, porque era un cabo que se adentraba en el mar, al que también llamábamos Hoya Fría. Los vecinos veníamos con cubos a tirar las aguas negras aquí. Y allí estaba Traslarena y allá el barranquillo de Teresa». Los mayores recuerda cuando la playa era de arena negra.

«El programa Santa Cruz Vital busca el envejecimiento activo y favorecer la imagen de nuestros mayores. Para ello, aprovechamos sus vivencias y recuerdos». Así define la concejala del Instituto Municipal de Atención Social (IMAS), Charín González, el proyecto que se desarrolla para las personas con más de 65 años que residen en Santa Cruz y que, entre otras actividades, se acogen a las actividades que desde hace ya dos años se desarrollan desde marzo en la playa de Las Teresitas, que combina el baño con gimnasia al ritmo de canciones del verano.

Charín predica con el ejemplo y no deja en palabrería la memoria del proyecto. Prueba de ello, aprovechando que esta semana la zona de baño más importante de Santa Cruz conmemora el 50 aniversario de su puesta en servicio con arena rubia traída del Sáhara Occidental, desde el IMAS se puso en marcha una iniciativa para que los participantes en el programa Santa Cruz Vital recuperaran imágenes de hace medio siglo.

«Ha sido una semana de recuerdos, vivencias, anécdotas...», puso en valor ayer la concejala del IMAS, enfundada con un pareo propio del Pride del 28 de junio y descalza sobre la arena, mientras hacía partícipe a los participantes del trabajo de documentación realizado. Como una chiquilla con zapatos nuevos en el día de Reyes, Charín requiere la presencia de dos de las mayores que este viernes participan en el grupo del segundo turno que disfruta de la playa. Con una carpeta que atesora numerosas fotografías, Chicha y Mariseli recuerdan cómo era Las Teresitas cuando tenía arena negra. Con una fotografía panorámica de la playa tamaño folio en las manos, Mariseli define las tres zonas principales de la zona de baile: «Eso era El Cabezo», cuenta mientras señala la parte de piedras que a la altura del antiguo campo de fútbol de San Andrés se adentra en el mar. «También lo llamábamos Hoya Fría, que era el sitio donde veníamos los vecinos desde San Andrés con cubos o baldes con las aguas sucias de las casas; entonces en las viviendas solo habían pozos y los baños eran un agujero en el suelo», añaden.

490 mayores de los cinco distritos disfrutan desde marzo de dos o tres días en la playa

La parte de la playa en sí se conocía como Traslarena hasta el barranquillo Teresas, y desde ahí, hasta el final de la playa, donde acaba con Los Morros. «¿Y por qué la playa se llama Las Teresitas?», plantea la concejala del IMAS, para dejar entrever que obedece a que toma el nombre del barranquillo. Chicha y Mariseli se muestran dubitativas y vincular el nombre de la playa al barranco, mientras Mariseli va más allá. «Ahí había una casa de gente bien con una piscina». «Igual el nombre de la zona era porque decían que había una chica que se llamaba Teresita, que era natural del Sáhara». En ese momento interviene en la conversación Mary Carmen de León, escritora, profesora y defensora del Semáforo de Igueste y su patrimonio. 

Con tanta prudencia como solemnidad, Mary Carmen sentencia el debate sobre el origen del nombre de la playa con un: «cuando saque el libro en el que estoy trabajando sobre El Balayo se contará todo eso».

Mariseli reivindica su protagonismo para San Andrés y pone en valor tanto la playa como las huertas que se localizaban desde el barranquillo. «Había unos mamey deliciosos», cuenta como quien acaba de paladear ese manjar. «Ese sería el segundo mamey, porque el primero llegó a Igueste», reivindica Mary Carmen. Como quien intenta poner orden para tomar el hilo de la conversación, Charín pregunta. «¿Qué era un mamey?». «Una fruta roja». Y de nuevo Mariseli reivindica para las huertas del valle de San Andrés frutos tropicales como mangos, guayabos, aguacates... «Si te quieres comer un mamey, avísame y quedamos en Igueste», emplaza a Mary Carmen, la estudiosa del Semáforo, que no da puntada sin hilo y, aprovechando que ahora se está en la votación de los proyectos de presupuestos participativos, confía que la iniciativa de tener un aula en el colegio de Igueste para abundar en los atractivos del semáforo no caiga en saco roto». Charín acepta la invitación, le pide el teléfono y quedan emplazadas a una próxima visita.

Grupo de mayores que disfruta de una jornada de playa dentro del programa Santa Cruz Vital.

Grupo de mayores que disfruta de una jornada de playa dentro del programa Santa Cruz Vital. / Pablo Peñate

Chicha retoma los recuerdos de aquel San Andrés anterior a cuando Las Teresitas no era rubia. «Las casitas eran pequeñas y en un mismo cuarto dormían los padres con los hijos». Y da un salto al Balneario, donde un hombre se encargaba de su cuidado, o cuando era joven y se encontró unos militares de buen ver en Las Teresitas. Como si de una sorpresa se hubiera tratado, justo en ese momento entran en la playa, en el mediodía de ayer, unos soldados que culminaban una excursión por el barranco de San Andrés...

Fue un día diferente donde los mayores disfrutaron las virtudes de Las Teresitas con la experiencia de quien ha visto el tránsito del pueblo marinero a uno de los destinos turísticos de Santa Cruz.