Opinión | EL RECORTE

Nadie lo dirá

Macron, en Francia, tiene las calles incendiadas porque les ha dicho a sus ciudadanos una cruda verdad

Disturbios en las calles de París tras las protestas contra la reforma de las pensiones de Macron

Vídeo: EFE / Foto: Reuters

Esta cosa que llamamos España, nación de repúblicas independientes agrupadas a punta de bayoneta en una monarquía federal, cerró el año pasado gastando 63.800 millones más de lo que ingresó. Es decir, que por un lado entraron 255.000 millones de euros y por el otro se pulieron 319.000 millones.

Que sigamos gastando por encima de lo que podemos es un disparate. Corremos como un pollo sin cabeza rumbo al mismo barranco por el que cayó Grecia, solo que nosotros somos una de las economías más importantes de Europa. Pero desde que la Unión Europea decretó barra libre, los del Sur nos hemos bebido medio bar, como si no hubiera mañana.

Macron, en Francia, tiene las calles incendiadas porque les ha dicho a sus ciudadanos una cruda verdad: hay contener el gasto público y los franceses no pueden condenar a a sus hijos a ser pobres de por vida para pagar los excesos de ahora. Aquí a nadie se le ocurriría decirle la verdad a un pueblo que no quiere oírla. El lema español es pan para hoy y hambre para mañana. Así edificamos un imperio. Y luego lo perdimos.

Lo inquietante no es el agujero de la deuda pública que sigue creciendo. Ni que nuestra riqueza nacional siga tocada del ala. Ni que al sistema de la Seguridad Social hayamos tenido que enchufarle el año pasado casi veinte mil millones para sostenerlo de pie. Lo inquietante es que a nadie le preocupe. Y que nadie entienda que no se puede seguir apretándole el cogote a la gente.

El año pasado este país recaudó más que nunca gracias a la inflación. Le soplaron 110.000 millones a los trabajadores, por el IRPF. Y 32.000 millones a los beneficios empresariales, por el Impuesto de Sociedades. Más de 20.000 millones en impuestos «especiales» y 83.000 millones en IVA. Si suman bien verán que 193.000 millones (IRPF e IVA), salarios y consumo, salieron de los mismos bolsillos de la clase media trabajadora. ¿Cuánto más creen que se puede exprimir ese limón?

Los señores feudales de Bruselas, esos genios que decidieron imprimir tres billones de euros para que los gobiernos europeos nadaran en dinero público y mantuvieran el gigantesco tinglado del que viven todos ellos, han decidido que a partir del año que viene hay que empezar a pagar ese gigantesco pufo. Regresaremos a eso que llaman «disciplina fiscal». O sea, recortes y más impuestos. Cuando la gran ola de la inflación retroceda, el tsunami nos habrá dejado más pobres. Pero la garrapata fiscal de la burocracia necesitará mantener los mismos niveles de ingresos. Y recuerden de dónde salen: de los salarios de los trabajadores y del consumo. Nadie nos lo dirá, porque en este país a los que dan malas noticias les cortamos la cabeza. Pero va a ser así, como que no hay dios.

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