Opinión | Elecciones en Catalunya

Juan Soto Ivars

Cómo castigar duramente al PSOE

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante la colocación de la primera piedra de las obras del primer subtramo del tramo norte de la línea tres del metro en el barrio de Pino Montano, a 8 de abril de 2024 en Sevilla (Andalucía, España). El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno; el ministro de Transportes, Óscar Puente; la ministra de Vivienda y Agenda Urbana, Isabel Rodríguez; y el presidente del Parlamento, Jesús Aguirre, participan en la colocación de la primera piedra de las obras del primer subtramo del tramo norte de la línea tres del metro de Sevilla. 08 ABRIL 2024 Francisco J. Olmo / Europa Press 08/04/2024 / PEDRO SANCHEZ;Francisco J. Olmo;category_code_new

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante la colocación de la primera piedra de las obras del primer subtramo del tramo norte de la línea tres del metro en el barrio de Pino Montano, a 8 de abril de 2024 en Sevilla (Andalucía, España). El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno; el ministro de Transportes, Óscar Puente; la ministra de Vivienda y Agenda Urbana, Isabel Rodríguez; y el presidente del Parlamento, Jesús Aguirre, participan en la colocación de la primera piedra de las obras del primer subtramo del tramo norte de la línea tres del metro de Sevilla. 08 ABRIL 2024 Francisco J. Olmo / Europa Press 08/04/2024 / PEDRO SANCHEZ;Francisco J. Olmo;category_code_new / Francisco J. Olmo

Oh, voy a escribir un artículo terrible, pero las circunstancias me empujan a ello. Me imagino también que, por cuestiones ideológicas, entre los lectores de este diario habrá más personas en mi situación. Resulta que en las próximas elecciones catalanas quiero castigar duramente al PSOE. Mi único objetivo es este: hacerle daño y que lo sepan. Para que nos situemos, soy el típico que solía votar al PSOE cuando no sabía qué votar. Siempre consideraba que votar PSOE era hacerlo por inercia, sin mucho daño. Para mí el PSOE era la casilla en blanco, lugar de regreso desde el voto a partidos redentores y fraudulentos, un barbecho. Como a todo votante medianamente alfabetizado del PSOE, nunca me gustó demasiado el PSOE, pero trajeron el matrimonio gay, la ley de dependencia, una tibia socialdemocracia redistributiva, etcétera.

Pero entonces llegó Pedro Sánchez. Admito que le voté en 2019, cuando prometía que los indultos eran impensables y que con Bildu ni a la puerta del retrete. Cuando indultó a los independentistas y entregó Navarra a Bildu me sentí, no tengo otra forma de decirlo, como una furcia barata. La trola que Sánchez había lanzado contra sus votantes solo se ha recrudecido tras el 23J, con la amnistía a delincuentes a cambio de siete sucios escaños para su propia investidura. Tanto es así que, si votar costase dinero, pienso que a Sánchez ya lo habrían condenado por estafa, como al vendedor de una nevera que calienta o de un submarino que flota.

Me dirán que todos los políticos mienten y es verdad, pero no se ha visto en democracia que un político mienta como lo ha hecho Pedro Sánchez. Para mí ha pulverizado el récord anterior, que era Aznar con las armas de destrucción masiva de Irak. Mayor fraude hay en Sánchez, quien se presentó como vector de regeneración interna en un PSOE corrupto y dijo que «políticos indultando a políticos» era la corrupción máxima. Yo estaba de acuerdo con eso, pero en 2019 constaté que Sánchez ya no.

Cuando, dos días antes de las elecciones del 23J, Sánchez le dijo a Silvia Intxaurrondo en toda la cara que la amnistía estaba fuera de la Constitución y era imposible, aunque yo ya tenía claro que no volvía a votar a este PSOE ni muerto, supe que habría amnistía y volví a sentir la efervescencia de la estafa por más que ahora se la comieran otros. Empezaron entonces a justificarse desde el PSOE con el cuento de «pasar página» y «reconciliarse» mientras los agresores de la mitad de los catalanes, desde Waterloo o el Congreso, hablaban de humillación al Estado y reincidencia. ¡Yo no quiero reconciliarme!, pensaba. ¡No, al menos, sin que Carles Puigdemont me haya pedido perdón! ¿Cómo puede existir reconciliación con quien proclama que volverá a pegarte? Que el PSOE haya terminado pidiendo perdón en nombre del Estado debiera ser, como ha dicho Arcadi Espada en su pódcast, la tumba del PSC.

Yo quiero contribuir a excavarla. ¿Cómo puede vengarse un votante? Mi intención es condensar mi voto en forma de puñal para clavárselo al PSOE. Sé que no soy más que un votante y por tanto nada de lo que yo decida tiene la más mínima importancia. Haría falta que miles de personas obrasen como yo y lo proclamasen en miles de artículos de prensa, pero no estoy aquí para hacer proselitismo. Simplemente digo lo que pienso. Cuando se abran las urnas, sabed que uno de los votos es el mío y está cargado con el sentido que explico aquí.

La pregunta es, de nuevo, ¿a quién votar? ¿De qué manera expresar el repudio ético contra el partido que ha convertido la humillación de la mitad de los catalanes (incluidos los socialistas) por parte de los de Junts en algo aceptable? ¿Cómo vengar la afrenta contra el Estado de derecho que supone dar la razón a Carles Puigdemont? Desprovisto por completo de mis prejuicios y recelos ideológicos, diseño mi decisión de voto con la única idea de castigar a Sánchez. Votar al PP perjudicaría a Ciudadanos. Votar a Ciudadanos, al PP, y votar Vox sería votar contra todos. Pero el otro día, Puigdemont, vi la luz. ¿Qué puede hacer más daño al PSOE que votar al monstruo que el PSOE han resucitado? No me queda otra opción que votar a Junts.