Opinión | Tal cual

El sanchismo, un coche sin gasolina y sin frenos

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, durante la reunión que ha mantenido con representantes del sector artístico, con motivo de la aprobación de la nueva Ley de Enseñanzas Artísticas.

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, durante la reunión que ha mantenido con representantes del sector artístico, con motivo de la aprobación de la nueva Ley de Enseñanzas Artísticas. / José Luis Roca

La actividad política en España se mueve a una velocidad de vértigo. Es un no parar. De un día para otro puede cambiar cualquier decisión que previamente el gobierno de Pedro Sánchez haya sostenido como segura. La palabra del presidente, y por extensión la de sus ministros y ministras, importa lo que dura un suspiro: nada y menos. Viene al caso por lo sucedido con los Presupuestos Generales del Estado (PGE). Después de haberse asegurado continuar en el poder, por canjear siete votos a cambio de la impunidad de una ley de amnistía, y asegurar que ahora lo más importante era aprobar los Presupuestos; resulta que, en veinticuatro horas, y debido al adelanto electoral en Cataluña, han puesto el freno y dado marcha atrás al asunto.

Pero resulta que la hemeroteca no tiene desperdicio; y aunque el señor Sánchez ya le da igual todo, no está de más escuchar sus propias palabras cuando estaba en la oposición y eran otros los que prorrogaban los PGE: «Un gobierno sin Presupuestos es un gobierno que no gobierna nada. Que gobernar no consiste en vivir en la Moncloa» Pero el presidente Sánchez lo que ha hecho, en contra de los que marca el artículo 134.3 de la Constitución, es renunciar a «presentar» el proyecto de PGE ante el Congreso de los Diputados.

No cabe la menor duda de que las Cuentas Públicas son uno de los instrumentos financieros más importantes de un país. Y lo son por su importancia en la planificación financiera, ya que se deben establecer cómo se asignarán los distintos recursos financieros del Estado, porque deben permitir un control riguroso del gasto público donde se detallan los ingresos y los gastos, y porque proporcionan estabilidad económica; y esto da confianza a los inversores.

Hará solo una semana todo era maravilloso y encantador. El tri-ministro Bolaños decía: «Sin duda que va a haber acuerdo de Presupuesto porque existe una voluntad de los grupos parlamentarios que apoyan al gobierno para que los haya». Pero ahora, ante el temor de que esos mismos grupos, tan volubles en sus decisiones como el propio Sánchez, no los apoyaran, deciden no presentarlos. Sin embargo. y volviendo a la hemeroteca, el mismo Sánchez aseguraba de forma categórica ante lo que había hecho el presidente Rajoy en 2018, al prorrogar los PGE debido a la falta de consenso político para aprobarlos: «Es la responsabilidad del presidente del gobierno, primero intentar sacar a delante esos presupuestos, y si no los saca adelante yo, desde luego en su lugar, anticiparía las elecciones para que hubiera una mayoría parlamentaria distinta, que pudiera gobernar este país. Pero como el presidente del gobierno parece que no está dispuesto a hacer, ni lo uno ni lo otro, lo que tiene que hacer, desde un punto de vista constitucional, es someterse a una cuestión de confianza. Es su responsabilidad»

De hecho, Sánchez le pidió a Rajoy hasta diez veces que adelantara las elecciones por no sacar adelante los PGE. Es más, aseguró que: «Un gobierno sin Presupuestos es como un coche sin gasolina» Ahora, su propio coche, de marca sanchista, no es que no tenga gasolina, es que va cuesta abajo y sin frenos. El problema radica en que dentro del coche nos ha metido a todos los españoles, y podemos terminar estallándonos contra un muro. Ese mismo muro que él ha levantado para dividir a la sociedad.

Y todo esto en solo cuatro meses que llevamos de legislatura. Es evidente que al ejecutivo le cuesta gobernar. Vive de susto en susto, de amenaza en amenaza, de chantaje en chantaje, enchufado al respirador de sus socios parlamentarios, mostrando un patético y bochornoso deterioro institucional.