Opinión | A BABOR

Desvaríos del liquidador

Pedro Sánchez, durante un mitin en Galicia.

Pedro Sánchez, durante un mitin en Galicia. / Marta G. Brea

Sinceramente, si Pedro Sánchez fuera un personaje de ficción, el director del MI5 en una novela de espías o el protagonista de un cómic, sería sin duda uno de mis héroes literarios. No recuerdo en la historia reciente de nuestra democracia un político que se libre con tanta facilidad de todo aquel que deja de ser conveniente para seguir a su servicio. La intervención de Sánchez ayer ante la corte cautiva de su propia Ejecutiva, culpa del desastre de las elecciones gallegas a la inexistencia de un proyecto consolidado, y señala a Gómez Besteiro como responsable último de la debacle, porque lo de Galicia no iba en clave política nacional, y Besteiro se equivocó al decir que sí. Lo curioso es que Besteiro, el que puso después de que el secretario general del PSdeG dijera aquello tan bueno y servil de «Pedro haz lo que tengas que hacer», era su hombre para esta ocasión. Sánchez ha decidido personalmente todos los candidatos a las elecciones regionales, y Galicia no iba a ser una excepción.

Ahora, después de que los gallegos hartos de cuatro mayorías absolutas del PP decidieran que era mejor bascular hacia el independentismo de rostro amable que representa Ana Pontón, antes que desperdiciar sus votos en un partido que ha perdido su alma, Sánchez liquida el peso muerto, reprende al sufrido coro de palmeros de la Ejecutiva Federal y asegura que el PSOE necesita mejorar su implantación territorial y hacer un esfuerzo para ganar en las autonomías como él gana en el conjunto del país. Un auténtico desvarío que demuestra un comportamiento cínico. Porque… hay que tener un rostro monumental para explicar a los suyos que la crispación nacional, con la amnistía cubriendo de fango cualquier posibilidad de debate sobre los problemas locales de Galicia, no influyó para nada en que el PSOE sólo rascara nueve diputados. Haber intentado sin éxito magnificar la pánfila indiscreción de Feijóo en su off the record, para vender humo sobre la posición del PP, no tuvo nada que ver con el hecho de que el PSOE lanzara hacia el BNG a miles de sus votantes.

Más chocante aún la marciana receta de Sánchez para resolver el problema del retroceso territorial del PSOE: buscar candidatos que trasciendan la marca del propio partido y que aporten liderazgos fuertes. Una propuesta absolutamente asombrosa, viniendo de un dirigente nacional, que Sánchez explicó como fruto de una reflexión napoleónica, yo diría que humillante para los socialistas: lo ocurrido es los territorios es fruto de la inexistencia de liderazgos importantes, porque el partido no ha sido capaz de crearlos. Es más curioso que sorprendente que nadie replicara esos argumentos con un poco de dignidad. El PSOE es hoy un partido absolutamente adocenado, en el que ha desaparecido la capacidad de criticar las decisiones de su principal dirigente. De toda la dirección del PSOE, no parece que hubiera nadie dispuesto a reconocer el impacto en los catastróficos resultados gallegos de la situación nacional, de la crispación y el frentismo que se han convertido en la verdadera marca de la casa, de la dependencia socialista de los partidos indepes para sostener el Gobierno de Sánchez. Más bien al contrario: se recordó por parte de los corifeos que mucho peor lo ha tenido siempre el PP en Cataluña y País Vasco. Mal de otros…

Se cuenta que al margen de su discurso resistente, Sánchez sí estaba afectado por la magnitud del golpe, porque el PSOE no había siquiera contemplado la posibilidad de bajar de diez diputados. La masiva participación –la segunda más grande en las autonómicas gallegas– hizo más obvia la derrota: casi cincuenta mil votantes menos en unas elecciones en las que votaron 173.000 personas más que en las de hace cuatro años, y de las que aún quedan por escrutar los votos del exterior, casi la quinta parte del censo gallego, que probablemente mejoraran los resultados del PP, se produzcan o no bailes de diputados.

Ni una sola voz frenó en la Federal los desvaríos de un político que comienza a aparecer como liquidador no sólo de sus compañeros de viaje, también de sus colegas del partido. El único que levantó la voz para reflexionar con un punto de humildad impostada sobre la derrota fue el solitario barón que le queda al partido. El manchego Emiliano García-Page fue radical en su diagnóstico: «el producto de estas últimas elecciones era regional, pero el guiso era nacional». En un acto en Manzanares, provincia de Ciudad Real, el único díscolo de Sánchez reconoció que si el PP no hubiera logrado mayoría absoluta, la interpretación de Ferraz habría sido nacional: habría servido para señalar el principio de la decadencia de Feijóo y su incapacidad para ser alternativa a Sánchez. Habiendo pasado justo lo contrario de lo que vaticinó la profecía número 38 del CIS, sólo los aplaudidores pueden decir ahora que la derrota es un asunto de ámbito exclusivamente regional. Atentos a García-Page, que cada día parece más cabreado.

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