Opinión | El recorte

Mucha mierda

Oriol Junqueras, en el Congreso mientras se debatía la ley de amnistía.

Oriol Junqueras, en el Congreso mientras se debatía la ley de amnistía. / EFE

Antiguamente se sabía el éxito de un estreno por la cantidad de mierda de caballo que había en la calle del teatro. Decir "mucha mierda" era desearle a los actores el mayor de los éxitos.

Ayer, en el teatrillo del Congreso de los Diputados, se escenificó el primer acto de la aprobación de la futura Ley de Amnistía. Ante un público extasiado, el presidente Sánchez, con un pie sobre la proa del escaño, sostuvo gallardamente la bandera ante el ataque irracional de la derecha independentista catalana, que exigía impunidad total para Carles Puigdemont. Heroico.

Gran parte de la crítica teatral ha aplaudido la representación, porque tenía un sólido guión. Por un lado los patriotas de Junts, irreductibles, exigiendo que la futura ley diera inmunidad judicial a su líder aún en el caso de que se demostrara que mató a Manolete. Por el otro, La Moncloa, donde un grupo de bravos políticos defendía la cordura y el imperio de la justicia. Un hermoso combate, si fuera verdad.

Que los votos de los independentistas conservadores catalanes se hayan cargado la aprobación de la amnistía solo supone que vuelva a comisión para regresar al Congreso dentro de un mes (después de las elecciones gallegas). Como beneficio indirecto ha supuesto un manguerazo a la embarrada imagen de un Partido Socialista claudicante que estaba despertando la indignación incluso entre los suyos. A Junts le ha servido para marcar aún más paquete ante Esquerra, cuya indignación ayer no fue nada teatral: le habían hurtado una vez más el protagonismo y la exhibición de fuerza ante Madrid.

Decía Camilo José Cela, el Nobel de la fachosfera, que en España el que resiste gana. Al asunto de la amnistía, como a los hierros incandescentes, le venía bien sumergirse en aguas frías, para rebajar la temperatura. Un mes servirá para calmar los ánimos y cambiar lo que haya que cambiar, sabiendo que el Gobierno habrá ganado credibilidad en el relato. Nadie se plantea cómo sacar el máximo beneficio de una derrota parlamentaria. Sánchez sí.

Se ha escenificado nítidamente que el PSOE no cedió ante Junts. Y que Sánchez, por vez primera, se plantó ante Puigdemont. No existe terreno mediático más fértil sobre el que plantar, para dentro de un mes, la semilla de un segundo acto en el que los mismos actores interpretarán otra historia, acaso la misma, que parecerá, sin embargo, otra cosa mejor.

Habrá quien piense que a Junts se le ha ido la olla y que pretende una imposible garantía de inmunidad total para sus líderes, incluyendo a los mangantes que hicieron fortuna. Y que Sánchez ha dicho "por ahí no paso". Creería lo mismo, si no fuera porque en el pasado nuestro presidente nos ha engañado demasiadas veces. Y porque en demasiadas ocasiones ha cambiado de principios cuando le convenía. La historia la hacen los héroes pero la escriben los supervivientes. Y el líder del PSOE pertenece a la segunda parte contratante. Un mes para calmar las aguas. Para disfrutar de un poco más de credibilidad. Y para que aprobar finalmente una amnistía a la carta no sea firmar el acta de defunción del socialismo español. Y mucha mierda.

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