Opinión

Los 500.000 Bethencourt que hay en el mundo

Comencé a interesarme por la aventurera vida de Jean de Bethencourt, el normando que inició la conquista de Canarias al servicio del rey Enrique III de Castilla

Cuando mi abuelo materno, Vicente Bethencourt Rodríguez, natural de Botazo (Breña Alta, La Palma), que trabajó en el tabaco durante diez años en Cabaiguán (Cuba), me contó un día que allí conoció gente con su mismo apellido, me llamó la atención. Me dijo que inicialmente Bethencourt era de procedencia francesa, pero que a su familia llegó posiblemente desde Teror (Gran Canaria), y a su vez aquí desde Fuerteventura o Lanzarote.

Pronto percibí que llamaba más la atención que mi apellido paterno, y de hecho, al llegar a Cádiz a estudiar Medicina, mis profesores me llamaban Bethencourt, y cuando comencé a trabajar en el Hospital General y Clínico de Tenerife, mi jefe, el profesor Alberto Gómez Alonso, en los partes de quirófano ponía Bethencourt, no González, y en la Universidad, mi otro jefe, el profesor Fernando González Hermoso, lo mismo, lo cual, a la larga, me creó algunos problemillas estadísticos y administrativos, y lo mismo pasó en el Hospital de la Candelaria, pero que los funcionarios subsanaban sin dificultad. Y encima mi padre me daba bromas: «Tú eres González, no lo olvides».

Y comencé a interesarme por la aventurera vida de Jean de Bethencourt, el normando que inició la conquista de Canarias al servicio del rey Enrique III de Castilla. Y vivía con la magua de saber algo más de él hasta que en 2019 conseguí ilusionar a mi hijo Sergio para que organizara un viaje al pueblecito donde nació y reposan sus restos. «Muy extraviado está, no hay ni hotel, pero sí un camping a una hora», me contestó Sergio. Y nos fuimos.

En carretera nos emocionó tropezar con una bandera canaria y otra normanda junto al letrero «Grainville la Teinturiere, Cité Jean de Béthencourt, jumeleé –hermanado– avec Betancuria et Teguise, Iles Canaries», mientras entrábamos en un pueblecito pintoresco situado al fondo de un valle con abundantes canales de agua, bosques, vacas, ovejas, cabras, gallinas sueltas, casas con vigas de madera, ni un solo edificio de pisos, una escuela, una bien dotada residencia de personas mayores, solo 900 habitantes, un par de bares, y eso sí, mucha abundancia de tranquilidad.

Al llegar al centro vimos una iglesia y nadie a quien preguntar, entramos, y observamos un busto de bronce con frondosa barba y una inscripción: «Seigneur de Grainville la Teinturiére, conquerant des Iles Canaries». Allí, en un poderoso castillo de su padre, nació Jean de Bethencourt hacia 1362, y en esa iglesia reposa desde que falleció hacia 1425. Curioseando el pueblo, encontramos un modesto museo a él dedicado, que a su vez hace de biblioteca, con libros y objetos llevados desde Betancuria (Fuerteventura) y Teguise (Lanzarote).

Pues miren por donde el investigador Francisco García-Talavera Casañas ha tenido la santa paciencia y perseverancia de buscar el apellido Bethencourt y sus 66 variantes por todo el mundo, que cataloga como uno de los apellidos que más variadas formas presenta, y gracias a él sabemos que la versión canaria desde 1501 del escudo de armas de los Bethencourt lleva el lema: «Ensalza siempre la vida; la honra, si no, se olvida», tal como afirma en su libro Bethencourt y 66 variantes, hecho con mucho esmero por la Editorial Kinnamon que dirige el notario José Javier Soto Ruiz, y presentado el 12 de diciembre en el Museo de Naturaleza y Arqueología (MUNA) de Santa Cruz de Tenerife que dirige Fátima Hernández.

Tras leer este muy documentado trabajo, me siento muy orgulloso de llevar un apellido que portan casi medio millón de personas en el mundo, así como de conocer su evolución histórica desde hace más de seis siglos, si bien produce dolor enterarnos de las calamidades y penurias, en muchos casos pagadas con la vida, de cientos de guanches embarcados a la fuerza, unas veces como esclavos, y otras como carne de cañón, para conquistar América, hacinados en embarcaciones, con salarios de miseria y pasando hambre y sed, si bien nos cabe la satisfacción de que desde nuestras islas son los emigrantes quienes llevaron los apellidos canarios por Madeira, Azores, Península Ibérica, Portugal, Cabo Verde, América, Angola, Mozambique, incluso a Filipinas, y entre los apellidos, el de Bethencourt y los 66 variantes de Francisco García-Talavera Casañas.

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