Opinión | Observatorio

Ucrania-Gaza-Argentina

Ucrania-Gaza-Argentina

Ucrania-Gaza-Argentina / Jorge Dezcallar

A Rusia le ha tocado la lotería porque gracias a Gaza hemos olvidado a Ucrania, como si ya no hubiera una guerra terrible en el corazón de Europa cuyas noticias, por repetitivas, acaban produciendo cansancio. Vivimos en un mundo que exige novedades, noticias dramáticas que ocupen los telediarios y las primeras páginas de los periódicos y la invasión rusa ha dejado, al menos momentáneamente, de proporcionarlas pues la guerra se ha estabilizado, la ofensiva ucraniana hacia el mar de Azov se ha ralentizado, incapaz de superar las barreras y campos minados rusos, mientras que tampoco estos logran conquistar toda la región del Donbás –que ya han incorporado a la Federación– en un claro ejemplo de vender la piel del oso antes de matarlo.

La guerra de Ucrania se ha convertido en una guerra de trincheras al estilo de la Primera Guerra Mundial y eso favorecerá al Kremlin al menos por tres razones: porque aumentarán las voces que piden una negociación que ponga fin a esta locura; porque si se inician ahora, la actual disposición de tropas sobre el terreno favorecerá a Moscú que ha anexionado Crimea y ocupa un buen trozo de territorio ucraniano, y finalmente, porque el estallido del conflicto de Gaza hará que acaben en Israel armas americanas que iban destinadas a Ucrania y que aumenten las voces que desde el Partido Republicano piden que se deje de gastar dinero en una guerra que consideran ajena y lejana. Son los mismos que movidos por fuertes grupos de presión proisraelís demandarán que ese apoyo militar se destine a Israel en este momento en el que su vulnerabilidad ha quedado expuesta ante el mundo.

Como somos devoradores de noticias y de emociones fuertes, ahora nuestra atención está fijada en la Franja de Gaza, esa «prisión al aire libre», como dice la ONU, en la que malviven hacinados dos millones de seres humanos (5.000 por kilómetro cuadrado, cuando la densidad de España es de 90) que sufren las consecuencias de los brutales ataques terroristas llevados a cabo por Hamás el pasado día 7 de octubre, otro día que «vivirá en la infamia» porque Israel sufrió en 24 horas más muertos –inocentes– que en las guerras de 1956 y 1967 juntas. Los israelís claman venganza, el ojo por ojo bíblico, con el riesgo de olvidar la proporcionalidad en la respuesta de manera que acaben pagando justos por pecadores, confundiendo a los milicianos de Hamás con los civiles palestinos que no son lo mismo. Porque el actual objetivo de Hamás, el agresor, es que la conmiseración del mundo se desplace ahora de los israelís asesinados a los niños gazatís que también mueren sin ninguna culpa.

No sé si Israel logrará borrar del mapa a los que califican como «animales humanos» de Hamás, pero lo dudo, y creo que a esos terroristas fanáticos tampoco les importa demasiado porque sabían desde el principio que morirían como «mártires» con el paraíso asegurado, porque también saben que ya han alcanzado la categoría de héroes en el imaginario palestino por haber infligido a Israel la mayor derrota de su historia, y porque su memoria vivirá en el imaginario de los jóvenes palestinos que crecen sin futuro y que soñarán con poder repetir un día su hazaña. Al igual que es improbable que Netanyahu pueda sobrevivir políticamente a los enormes fallos de seguridad cometidos, tampoco creo que esta organización sobreviva políticamente al infierno que ha creado. Y no la echaremos de menos. El gran problema de Israel es qué hacer con Gaza.

Después de importantes elecciones en Ecuador (Noboa) y Polonia (Tusk) esta misma semana, como españoles debemos prestar atención a los resultados de las elecciones argentinas, que nos afectan muy de cerca por razones de parentesco y de intereses de todo tipo. En el siglo XIX el cubano José Martí se preguntaba si sería EEUU o Argentina la potencia dominante en las Américas del siglo XX. Parece increíble y, por desgracia, ya no quedan dudas. Quién quiera que resulte elegido ahora o en la segunda vuelta del 19 de noviembre –y no le envidio– se va a enfrentar con una aterradora situación económica en un país que en teoría lo tiene todo. Y no es con populismos fáciles, tan en boga en el país austral desde que abrazó el peronismo en 1946, ni con delirantes propuestas de dolarización y cierre del Banco Central como se resolverán esos problemas.

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