Opinión | Observatorio

Entre el diluvio y las espadas

Entre el diluvio y las espadas

Entre el diluvio y las espadas / El Día

Israel sufre el ataque más grave desde la guerra del Yom Kipur en 1973, de la que se cumplen precisamente cincuenta años. Y al igual que sucedió entonces, el ataque ha pillado por sorpresa a los israelís cuando salían en pleno Sabbath de su fiesta de Sucot o de los Tabernáculos. Son muchas las víctimas inocentes entre los muertos, heridos y secuestrados y son varias las conclusiones que cabe extraer de lo sucedido. En primer lugar, la operación militar que Hamás ha bautizado como Diluvio de Al Aqsa y que tiene tan gran envergadura no se prepara en dos semanas sino que tenía que llevarse cociendo mucho tiempo. Y los reputados servicios israelís de Inteligencia han quedado en evidencia porque no se han enterado. Hay aquí un gravísimo fallo que sin duda traerá consecuencias. También las Fuerzas Armadas se han visto desbordadas por la magnitud del ataque. El éxito inicial de los gazatís es innegable, al margen de lo que vaya a suceder a partir de ahora.

En segundo lugar y como consecuencia de la agresión los israelís, divididos entre sí contra el gobierno más conservador y ultranacionalista de su historia como nunca antes lo habían estado, se unirán dejando de lado sus diferencias para hacer frente al enemigo común que amenaza su supervivencia como país y que tiene el respaldo de su archienemigo Irán, que lo ha justificado como respuesta frente «a los ocupantes israelís». El ataque fuerza también la mano del liderazgo palestino de Cisjordania, que aunque no ha estado inicialmente involucrado no podrá ni quedar atrás ni asistir indiferente a la represalia israelí en Gaza, que llegará muy pronto y que será muy dura.

En tercer lugar, lo ocurrido muestra también la desesperación palestina ante las duras condiciones de vida bajo la ocupación israelí desde 1967. La ONU ha calificado Gaza como un territorio «inhabitable» donde viven 2,8 millones de personas en la miseria, el 50% está desempleado, solo el 10% tiene acceso a agua potable, la electricidad depende de la buena voluntad israelí y el 80% de su población subsiste gracias a la ayuda internacional. La pobreza y la desesperación ante la falta de futuro abonan la radicalización palestina. Porque la pregunta que también hay que hacerse cuando esto pasa es ¿por qué pasa? Al fin y al cabo los portugueses no tiran misiles a los españoles y los suecos no asesinan noruegos.

En cuarto lugar, un factor muy importante en este estallido de violencia es la percepción palestina de que los países árabes les están dejando solos. Primero fueron los Acuerdos Abraham de la época de Trump, cuando Bahréin, EAU, Marruecos y Sudán reconocieron al Estado de Israel a cambio de regalos de Washington (en el caso de Marruecos, su soberanía sobre el Sáhara Occidental), sin que ninguno moviera entonces un dedo por mejorar la suerte de los palestinos. Y ahora estos ven con aún mayor preocupación los esfuerzos de Biden por normalizar relaciones diplomáticas entre Israel y Arabia Saudí, líder del mundo suní mayoritario en el Islam. Su peso en el mundo es muy superior al de Bahréin o Marruecos. La violencia de lo ya ocurrido y la dura respuesta que se avecina sin duda impedirán a corto plazo –o al menos postergarán– este acercamiento. En este sentido no cabe duda de que el ataque palestino de estos días es también un grito de atención y una llamada de socorro ante el olvido árabe de su causa.

En quinto lugar, habrá que ver ahora cómo reaccionará el Gobierno de Netanyahu, algunos de cuyos miembros pedirán la reocupación de la Franja de Gaza, de la que Israel retiró sus soldados y sus colonos en 2005. Netanyahu se ha dirigido a su pueblo para decirle: «Estamos en guerra y la ganaremos». Nadie lo duda. Los israelís pondrán ahora en marcha la que han bautizado como Operación Espadas de Hierro y vencerán porque la disparidad de fuerzas es abrumadora. La duda se refiere solo al coste para unos y otros y al impacto que esa reacción tendrá en la Cisjordania gobernada por Al Fatah y en la zona de Líbano dominada por Hizbulá, donde hay síntomas de desasosiego. Y en la mala conciencia generalizada del mundo árabe. Porque ya se sabe que no hay situación mala que no pueda empeorar.

Lo que sucederá a partir de ahora ya lo sabemos y dentro de unos años se recordará como otra fecha triste dentro de la traumática relación que existe entre palestinos e israelís desde la creación del Estado de Israel en 1949. Y a esta fecha triste seguirán otras hasta que no se dé satisfacción a quienes ya nada tiene que perder porque todo lo han perdido.

Suscríbete para seguir leyendo