Opinión | A BABOR

Un relevo ejemplar

Con todo este ruido y toda esta rabia y todo este odio casi se nos ha olvidado que hay distintas formas de hacer las cosas, y en política también. La candidata de Coalición Canaria Rosa Dávila se convirtió ayer en la primera mujer que –en su siglo largo de historia como corporación– preside el Cabildo tinerfeño, y lo hizo con el voto obvio de los suyos y del PP, comprometido en un pacto de mandato, cuya lógica es la de durar cuatro años. Pero lo que llama la atención en un contexto de extraordinaria conflictividad y dureza es que el PSOE se abstuvo ayer de votar en contra de la candidata que –con menos votos recogidos en las elecciones– le ha arrebatado el mando en la isla al presidente Pedro Martín. La decisión de no votar en contra de Dávila es una decisión personal –asumida por todos los consejeros de su partido– de un político que entiende el liderazgo de una forma diferente a la que –por desgracia– suele ser tradicional. Martín dimitió la semana pasada de la presidencia del Cabildo, apenas un par de minutos después de haber sido nombrado. Lo hizo –dijo– para facilitar la transición de su mandato al de Dávila y Lope Afonso. Yo creo que también lo hizo para dejar la puerta abierta a la posibilidad de un acuerdo distinto en el Cabildo, que habría de materializarse en una votación de censura que –de haberse producido la suya– sería legalmente imposible de materializar. Pero aquí lo de menos es si los motivos de Martín –que dejará el Cabildo para pelear por el Senado– son pura caballerosidad, cálculo político o ambas cosas. En política no sólo son importantes los motivos o intenciones, también las formas, y nada negativo –todo lo contrario– puede decirse de las formas de Pedro Martín en esta su inesperada retirada.

Muy distintas las formas elegantes de esta pelea a las de hace cuatro años, cuando el Cabildo pareció retroceder a sus peores tiempos. La dirigente nacionalista prometió su puesto como presidenta de la Corporación y recibió el bastón de mando de Pedro Martín, que deseó «lo mejor» a su colega de corporación y recordó el deseo de su Gobierno de facilitar todo lo posible en el traspaso de poderes, prometiendo a los nuevos una oposición responsable que persiga lo mejor para Tenerife.

El vicepresidente in pectore, Lope Afonso, agradeció la normalidad del traspaso de poderes y mostró su confianza en que se instale en el Cabildo un clima de entendimiento que acabe con la sensación de conflicto y crispación. Dávila, visiblemente emocionada, como es de recibo, agradeció a Pedro Martín las facilidades que ha brindado y prometió trabajar para todos, apoyándose en el PP y en Lope, al que agradeció su trabajo y su capacidad para el compromiso.

Por supuesto, cada uno de los tres líderes también barrió para su propia talega. Pero eso es lo que ocurre siempre. La noticia hoy es que en política también caben saber perder y saber ganar, caben la educación y la clase.

Es difícil que este periodo de mandato sea una balsa de aceite. Lo más probable es todo lo contrario: el gobierno de la isla surge –como en el mandato anterior– de un acuerdo entre quienes perdieron frente a quien ganó, y eso escuece. Además, a partir de 2024 las cosas se van a poner muy complicadas. Europa cerrará el grifo con el que el Gobierno regional ha estado alimentando a los cabildos, y habrá que decidir qué políticas se sostienen y cuáles no. Será sin duda un momento para la demagogia, el enfrentamiento y el conflicto.

No presupongo una etapa de estabilidad y buenos modos, pero celebro este inicio educado y cortés. La defensa de intereses contrapuestos suele ir acompañada de momentos crispados y duros. Llegarán, sin duda, en los próximos meses y años. Pero eso no es motivo para no celebrar un traspaso de poderes ejemplar. Puede hacerse. Depende de la calidad personal de quienes deciden hacerlo.

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