Opinión | En el camino de la historia

El peripatetismo de Pedro Sánchez

Pedro Sánchez, durante el acto del PSOE en Málaga.

Pedro Sánchez, durante el acto del PSOE en Málaga. / ÁLEX ZEA

Sánchez es patético y Feijoo no es peripatético. Sobre este asunto que se resaltó en el Senado donde ambos líderes contendieron en el ámbito de la dialéctica parlamentaria (por llamarla de alguna manera) particularmente no tengo afán alguno por apuntalar los calificativos que uno ha dirigido al otro. Pero sí significar que muchas veces los que detentan poder aplican la sintaxis y los adjetivos con una alegría más que inusitada que los ponen a los pies de los caballos en lo que respecta a su dotación cultural, vamos a llamarla «cultura general», que no hay que abundar en textos que deberían haberse estudiado para llegar a a conclusiones metafísicas. Es más simple que eso.

Es que canta más de la cuenta el «peripatético» que le endosó Sánchez al líder del PP en el intento de ir mas allá que el patético primigenio para en su entusiasmo discursivo escalar la cima del superlativo, llegando no solo al ridículo semántico sino a poner en evidencia sus carencias intelectuales.

El peripatetismo es una doctrina que define al pensamiento filosófico de Aristóteles y que continuaron sus discípulos que tenían la costumbre de caminar mientras hablaban por la zona de jardines que se encontraba a las afueras de Atenas. Los aristotélicos llegaron a desarrollar algunos puntos de su lógica y de su metafísica, pero se interesaron más por estudiar la naturaleza y popularizar el estudio de la ética.

No obstante, algunos filósofos, mucho más tarde, entre ellos Nietzsche, Kant y hasta Rousseau, llegaron a elaborar sus pensamientos mientras paseaban emulando en parte la escuela peripatética de Aristóteles, lo cual si se posee proyección intelectual más allá de los cotidiano y de un episodio concreto del pensamiento filosófico, Sánchez podría haberse alumbrado con otros, como los reseñados que llegaron a decir que un buen momento para pensar era paseando; y tan es así que Kant cuando paseaba durante una hora por las tardes y se encontraba en el camino con alguien evitaba el saludo para no distraerse de sus elucubraciones filosóficas. O sea, que materia histórica-política-filosófica hay más que suficiente para ni siquiera bordear el ridículo.

Pero lo que acontece cuando se tiene un poder cuasi omnímodo es que palpita en el fondo del inconsciente no solo proponer este o aquel asunto sino que a veces trastocan los papeles y posiblemente se consideren sustitutos de la persona de don Santiago Muñoz Machado, que es el actual director de la Real Academia Española.

Además es un asunto socorrido desde la vertiente de la Medicina que afirma que cuando se pasea llega más aporte de oxígeno a la sangre, lo que es saludable para su fluidez y fomentar las sinapsis neuronales que redundan en beneficio de una mejor salud cerebral.

De todo este asunto que puede considerarse dentro del escenario de la anécdota sí puede extraerse la conclusión de que el parlamentarismo está de capa caída; se usan palabras sin ponerlas en el sitio adecuado que nos oriente qué pensamiento está detrás de ellas, como si se tuviese dos códigos diferentes, uno que piensa qué hacer y otro que exterioriza lo que no se piensa.

En épocas electorales ya sabemos que nos inflan a sermoneos vacuos y a promesas que la mayoría se quedan en el camino ya que las palabras se las lleva el viento, pero por lo menos tener cuidado con cuestiones como esta donde hay que ser cautos y por mucha alegría que se tenga en el discurso el ridículo acecha y el día menos pensado aparece , como es el caso.

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