Opinión

Juan Jesús González

La Palma: las cabras, los arruís y el medio ambiente

Ejemplares de arruís en La Palma.

Ejemplares de arruís en La Palma. / E. D.

¿Es noticia el descubrimiento en La Palma de una granja de arruís? No es fácil entender que los responsables de Medio Ambiente hayan expulsado de nuestros montes a los pastores y la actividad ganadera y, en nombre de la defensa de la naturaleza, hayan incorporado muflones en Tenerife y el arruí en La Palma aplicando una serie de medidas supuestamente ambientales que limitarían los usos tradicionales.

No olvidemos que las cabras han pervivido en Canarias a lo largo de miles de años. La alimentación de los antiguos aborígenes estuvo relacionada con el pastoreo. La naturaleza canaria y su rica vegetación han convivido con las cabras y las ovejas históricamente. Es más, en la prevención de los incendios forestales han sido también parte fundamental el sabio manejo de la agricultura y el pastoreo. Aquí no teníamos unas islas cubiertas de vegetación, como ocurrió en Madeira.

La supuesta pérdida de biodiversidad no se debe a la actividad de los campesinos locales sino hay que situarla en la introducción –principalmente desde Madrid– de los exóticos arruís por parte de los responsables ambientales.

Los aspectos ambientales han ido degradando y relegando los usos tradicionales, lo que ha supuesto la desaparición de una actividad económica básica como es el agropastoreo. Esto ha empobrecido la economía del mundo rural y, lo que es peor, ha generado la huida de la población del campo, complicando la lucha contra los incendios forestales sobre todo en los largos veranos canarios. Es decir, han separado a los agricultores y pastores de la gestión de la naturaleza.

En otra lectura canaria del medio ambiente, creemos que en la historia de las islas todas las capacidades políticas locales deben comprometerse en otra lectura ambiental, contando con más medios para el cuidado de nuestra naturaleza y en la que el pastoreo y la agricultura han de convivir, junto a las actividades agroambientales, como un todo.

La trashumancia es una actividad con arraigo en el mundo mediterráneo, con logros conocidos en la gestión de la naturaleza, armonizando la vida y la economía entre pastores, agricultores y comunidades urbanas en un equilibrio ambiental más sostenible, algo que hemos defendido en Canarias desde tiempos remotos. No estamos con los planteamientos de control forestal más represivos, separando campesinos de la gestión del mundo forestal, como se hizo en la década de los años 1950-1960.

Desde Madrid se marginó la cultura local: Pinus Insigne sustituyendo la laurisilva o pinar canario como ha sucedido en numerosos puntos como Monte del Agua, La Victoria, Anaga, Barlovento, La Gomera o Las Breñas. No se puede tratar a los pastores del monte como delincuentes, como ocurrió en las zonas de Montaña Codeso o Las Cañadas del Teide. Afortunadamente los montes han mejorado respecto a otros tiempos ya que ahora no demandamos leña o carbón gracias a la introducción del gas butano, fundamentalmente. Las actividades económicas se encuentran totalmente alejadas de la actividad forestal, pero cada día se ve como más necesaria una nueva lectura de la gestión del monte atendiendo a temas de seguridad, lucha y prevención de incendios, freno a la erosión, mejora de acuíferos y mejoras ambientales.

La prevención de los incendios forestales requiere una actividad humana en los montes, dado que el fuego no lo resuelven los medios mecánicos en forma de drones o hidroaviones gigantescos, como se ha puesto de manifiesto en Australia, California, Portugal o Asturias. Hemos de contar con los pastores y los agricultores no sólo como una actividad económica sino como una actividad ambiental, como de hecho ocurre parcialmente en Gran Canaria.

Los arruís y los muflones sin pastores y sin control son agresivos ya que no tienen gestión con criterios humanos en lo que se refiere a prevención de incendios, carga ambiental, territorio, interés social, erosión o de mantenimiento o deterioro de la vegetación. Los responsables ambientales de Canarias deben mojarse en una lectura básica de algo que no ha entendido Madrid, como ponen de manifiesto los últimos acontecimientos que ignoran la cultura agroambiental tan básica en el territorio canario. Los muflones y arruís no entienden de los intereses humanos y ambientales. Actúan sobre el medio según su demanda alimenticia, mientras que a los campesinos les limitan los usos tradicionales por supuestos planteamientos ambientales que vienen desde Madrid. Es decir, se degrada el medio sin criterios ambientales que sí se pueden hacer manteniendo la actividad agroforestal, contando con los agricultores y pastores para tener un medio ambiente en armonía. Ese debe ser el camino para tener una Canarias mejor.

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