Opinión | En el camino de la Historia

Todos somos vulnerables

Imagen de un menor en una situación de vulnerabilidad.

Imagen de un menor en una situación de vulnerabilidad.

Se ha puesto en rodaje y con gran profusión el termino «vulnerabilidad» dirigido mayormente al niño, a la mujer, a aquellas personas menesterosas que mal viven, sin techo y sin la debida alimentación, así como a los inmigrantes, a los mayores que sufren los achaques de la senectud, y también a los enfermos amontonados en las salas de urgencias atiborradas de patologías en los hospitales que carecen de las camas necesarias para evitar el espectáculo bochornoso, ejemplo de abandono y desatención.

Pero si nos vamos a su concepto más amplio nos dicen que hay que hacer referencia a la fragilidad, a una situación de amenaza o posibilidad de sufrir daños, por lo tanto implica ser susceptible de recibir o padecer algo malo o doloroso, como tener la posibilidad de ser herido física o emocionalmente.

Es tan amplio el marco de la definición que prácticamente todos somos vulnerables, no escapamos de esa posibilidad que generalmente no es buena ni deseable pero que entre más lejos estén los demonios ocultos que nos pierden, boicotean y amedrentan, mucho mejor.

Si nos introducimos en el campo de las emociones y de los sentimientos podemos comprobar que es ilimitado dado que la vulnerabilidad asoma por cualquier resquicio de nuestro ánimo.

Y como significa Pío Baroja en El Mayorazgo de Labraz, «es posible que en el rostro de los que sufren haya más expresión que en el rostro de los que gozan». Marca más las decisiones diarias que hay que tomar en situaciones embarazosas que los momentos de deleite y de despliegue, si se quiere, de marcado altruismo.

Nuestro querido maestro y catedrático de Psiquiatría Carlos Castilla del Pino, en su libro Teoría de los sentimientos, estudia una serie de consideraciones que atañen al despliegue de las dimensiones del ser humano ratificando que la relación con el mundo no es únicamente cognitiva sino que entre el sujeto y el entorno casi siempre cabe hablar de una forma de relación que va desde la búsqueda de la posesión hasta el rechazo más absoluto.

Los sentimientos no son más que modulaciones del deseo y cuando este se frustra a pesar de todo el empeño que se pone en ello se comprueba la vulnerabilidad a la que todos estamos sometidos donde da la sensación muchas veces que es un camino por donde transitamos situado al borde del precipicio y que un brote de mala sensación nos puede empujar al fondo del barranco de nuestra frustración.

Y si nos introducimos en el escenario de la buena vida y de la disposición que tienen muchos para ser poderosos que estiman que pueden conseguir todo lo que se propongan, más de una vez se percatan de su pequeñez, quedando en evidencia de sí mismos dado que el faro que daba una luz rutilante que les conducía a los ámbitos del esplendor se apaga tropezando en los roquedales de su deseo que acaba produciéndole desazones irreductibles que ocasiona su mutilación personal empujándole al tenebroso espacio de la psico-patología.

Y si es la enfermedad la que mal acompaña a millones de seres humanos esta es capaz de tronchar los mejores impulsos vitales de los que se dispone para afrontar empresa de tamaño gigante como es la existencia, puesto que las células en una rebeldía constante cambian su posicionamiento biológico comprometiendo que el futuro no sea lo halagador que se desea. Todos somos vulnerables, por ello no hagamos una simple reducción del concepto y si decidimos emplearlo tener claro que es universal, que no tiene compartimientos estancos y acotados por la ideología que define a cada cual.

Hasta los gobiernos padecen de una vulnerabilidad que es ilimitada, no pueden llegar ni a lo que dicen y menos a lo que logran; la frustración o el engaño son compañeros de viaje haciendo que vivan momentos de profundo desaliento y malestar que intentan camuflar en la demagogia y en la estolidez de sus discursos que por repetitivos cansan produciendo modorra y una incredulidad lastimera.

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